El movimiento es vida

Yo creo que el movimiento es vida. No sé, tal vez suene a frase de cajón, y es que hasta me parece raro iniciar un texto con una conclusión, así, como sólo haciéndole caso a lo que quiso decir la cabeza.

Y es que ni siquiera me dejó terminar de comer en paz. Es que cuando viene, hay que prestarle atención, hay que admirarla tal como viene y no ponerle ningún tipo de limitación. Porque después de años de bloqueo, cada espacio en el que quiera brillar, tan bonita, no sería posible negárselo. Porque tragarse las palabras después de tantos años no es saludable, y ellas buscan salir de alguna manera; buscan, sencillamente, dejar de ser ruidos en la mente y, tal como debe ser, dejar un eco en la realidad, allá afuera también.

Así, como yo decía que el movimiento es vida, a veces tampoco me deja hacer mis tareas. Estoy haciendo un pequeño trabajo (sí, salgo de mi trabajo a hacer más trabajo, ¡vaya paradoja!) y, claro, ella no se queda calladita para dejarme terminar (ya casi, cariño, vas en el 75% y todo está brillante). Y es que, como es de esperarse, ni siquiera es eso lo que iba a decir, pero también tenía que decirlo. Porque a veces en los pequeños accesos de caos se encuentran muchas piezas del rompecabezas.

Es importante el movimiento para poder armar el rompecabezas. Es importante observar cada pieza, así como también es importante tratar de encajarlas donde sabes que no caben, cuando ya simplemente quieres mandarlo todo al carajo. Porque la frustración también hace parte de la experiencia, y hay que estar ciertamente desajustado para lograr encajar todas las piezas.

Dentro de las convulsiones mentales también hay muchos saltos argumentativos. Pero, ¡vaya, mujer! La psicorigidez no fue llamada al encuentro de hoy. El movimiento de esta vida simplemente fluye. El movimiento de esta vida a la que me refiero, exactamente, no puede ser opacado, trastornado ni manipulado por lo que pueda haber afuera. El cauce del río siempre regresa a su forma inicial, y nunca perdió el encanto del manantial del que brotó en algún momento.

La inherente miseria humana y el papel de la fatalidad – Reseña de “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes”, de Tatiana Tibuleac

Esta lectura (de Tatiana Țîbuleac, novela escrita en 2016) tiene mezcladas una buena cantidad de cosas complicadas y súper. Ofrece, además d...