Todo puede ser peor (reseña de “La paloma” de Patrick Süskind)

En este relato se describe de manera suficientemente jocosa, y no por ello carente de realismo, el transcurso de un día en la vida de un hombre de 53 años que, para ganar su sustento, se desempeñaba como vigilante de un banco en París.

Sabemos que el hombre vivía sólo, en un pequeño y poco ambicioso cuartito de una casa de alquileres, desde hacía tiempo ya. No anhelaba nada más en su vida que su tranquilidad, deseo que se hacía vivamente marcado por la desconfianza que le inspiraban el mundo y sus habitantes. No deseaba otro trabajo, ni una casa grande, ni una familia ni ningún tipo de lujo extravagante.

“Había conservado, sin embargo, en el transcurso de los treinta años su cualidad esencial: era y seguía siendo la isla segura de Jonathan en un mundo inseguro, su sólido refugio, su albergue y, sí, incluso, su amante, porque la pequeña habitación le abrazaba con ternura cuando volvía al atardecer, le calentaba y protegía, le alimentaba el cuerpo y el alma, estaba siempre allí cuando la necesitaba y no le abandonaba nunca. Era, de hecho, lo único que en su vida había demostrado ser digno de confianza. Y por esto no había pensado ni por un momento en separarse de ella, ni siquiera ahora, cuando ya pasaba de los cincuenta y a veces le costaba un poco de esfuerzo subir los numerosos peldaños, y cuando su sueldo le permitiría alquilar un apartamento en toda regla, con cocina, retrete y cuarto de baño propios”.

Después de una somera descripción de algunos aspectos clave para develar el porqué de la personalidad de nuestro protagonista, inicia el relato de aquella fatídica jornada: al levantarse de su cama para ir al baño en una mañana común y corriente, abre su puerta y queda totalmente espantado al encontrar una paloma frente a su puerta. Es entonces cuando uno se encuentra con un personaje extremadamente ansioso. Horrorizado ante la presencia del ave, su mente entra en una especie de choque excesivo en el cual empieza a imaginar los distintos escenarios de lo que puede pasar si decide quedarse encerrado para siempre en su habitación para enfrentar la presencia de la paloma, o si intenta salir.

“Así gritaba y graznaba algo que había en su cabeza, y Jonathan estaba tan desesperado y aturdido que hizo una cosa que no había hecho desde sus días infantiles, juntar en su desamparo las manos para la oración y «Dios mío, Dios mío —rezó—. ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué me castigas de este modo? Padre nuestro que estás en los cielos, sálvame de esta paloma. Amén»”.

Llega a ser bastante gracioso para uno como lector, pues la prosa de Süskind es excelente para darle un toque de comedia a episodios tan triviales (sobre todo cuando, uno como ansioso declarado, sabe que es absolutamente cierto llegar a plantearse soluciones tan inverosímiles ante la vista de un problema).

Y con esa misma agudeza nos encontramos con las descripciones de los pensamientos del protagonista al transcurrir dicha jornada, todo en relación con la hiperactividad que produjo en la imaginación de este sujeto el encuentro con la dichosa paloma. Cada cosa que pasaba por su mente y cada suceso que lo complementaba, llegaron, en conjunto, a crear una maraña increíble de pensamientos que hicieron, seguramente, el peor día de su vida.

Si bien su percepción de la realidad nunca se ve distorsionada en estricto sentido, lo que da vueltas al relato es la capacidad que este tiene para ver más problemas de los que son realmente posibles, y de casarse con la peor de las posibilidades. Estos, de alguna manera, puede decirse que también son lo suficientemente realistas, aunque todos llevados a un terrible extremo pesimista que, según entiendo, está totalmente marcado por el miedo y la desconfianza que caracterizan a quien los imagina.

“De niño había tenido que llevar gafas, nada fuerte, sólo cero coma setenta y cinco dioptrías en ambos ojos, derecho e izquierdo. Era muy extraño que la miopía volviera a molestarle ahora, a sus años. Con la edad uno se vuelve más bien présbita, según había leído, y la miopía anterior remite. Quizá la suya no era una miopía corriente, sino algo que no se podía corregir con gafas: cataratas, glaucoma, desprendimiento de retina, un cáncer de ojo, un tumor cerebral que hacía presión sobre el nervio óptico…”

En fin, si quieren saber cómo funciona la mente de una ansioso y cómo el encuentro con una paloma puede llevar a que un hombre quiera suicidarse, les invito a que pasen un buen rato (que tampoco será tan largo) leyendo este relato.

© K. Sánchez (27/12/21)

Reseña de “El rumor del oleaje” de Yukio Mishima

Me siento conforme por el hecho de que esta vez, por fin, no me encontré con un drama tremendamente trágico ni nada por el estilo. Esta novela, del año 1954, es perfecta cuando uno busca refugiarse en un ambiente tranquilo y tradicionalista, encontrando en la totalidad de la obra muchas referencias a cualidades de las personas y paisajes hermosamente pintados con la pluma.

Siendo que no se está ante una historia compleja, con giros inesperados o difícil de seguir, no resumiré la historia como tal. El escenario de esta es la isla de Utajima, la cual se retrata como un espacio bastante alejado de la civilización, de sus avances tecnológicos y, también, de los dramas propios de la misma.

Se relata, entonces, la vida de un joven humilde que dedicaba su vida a trabajar como pescador para obtener el sustento para mantener a su madre y a su hermano. Era un tipo bastante simple, de esos que no pueden esconder absolutamente nada y que, por tal motivo, ganan fácilmente la confianza de otros.

Tampoco, a su corta edad, había tenido intereses románticos. Pero llega a la isla la hija de un hombre adinerado y le causa curiosidad. Él era consciente de que, debido a su posición social, no era posible que ella se fijara en él.

Así se configura uno de los elementos más importantes de la novela, pues él, al percibir todo aquello, nuevo para él, acude a orar al templo y hace la siguiente petición:

“—Dios del mar, te pido que el mar esté sereno, que la pesca abunde y que nuestro pueblo sea cada vez más próspero. Todavía soy joven, pero con el tiempo llegaré a ser un pescador más. Permíteme tener un gran conocimiento de las cosas del mar, de los peces, los barcos, los fenómenos atmosféricos… de todo. Dótame de una habilidad superior en todo… Por favor, protege a mi bondadosa madre y a mi hermano, que todavía es un niño. Cuando llegue la temporada del buceo y mi madre se sumerja, te ruego que la protejas de los numerosos peligros… Y ahora me gustaría hacerte una petición diferente… Concede algún día, incluso a una persona como yo, una novia hermosa y de buen corazón… digamos una chica como la hija de Terukichi Miyata, que acaba de volver…”

Joseph Mallord William Turner, Public domain, via Wikimedia Commons
La fe que el protagonista tiene en los dioses, de la cual nunca duda, es trascendental en el desarrollo de la historia. A su vez, también la persistencia del joven en sus propósitos, su paciencia y su valentía, llevaron a que el desarrollo de la historia fuera bastante exitoso.

También la mayoría de los personajes, a pesar de lo parco de sus descripciones, se encontraban definidos por alguna buena cualidad (a excepción de uno, que es quien ocupa el lugar de “chico malo” y cuya figura da paso a que el cuento tenga algo más de sustancia). Aquí lo importante no es el universo interno de ninguno de los personajes, sino el valor que representa a cada cual y que se ve reflejado en sus acciones.

Muy bello también observar la relación de los mismos con el entorno, y que llena de sentido el título de la obra. A cada sensación de inquietud, de desasosiego o de tristeza, seguía un episodio en el que el personaje acudía a la orilla del mar para, de algún modo, volver a centrarse y reunir valor suficiente para continuar con su camino.

En resumen, la historia que trae este libro no contiene ningún tipo de complejidad innecesaria, y está permeada por las costumbres y tradiciones de los habitantes del lugar, los cuales tienen una profunda relación con su entorno. Podría decirse que el mismo mar les dotó, en su mayoría, de las cualidades que sólo él mismo posee, y que se transmiten al lector en la atmósfera que logra producir.

© K. Sánchez (08/12/21)

La inherente miseria humana y el papel de la fatalidad – Reseña de “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes”, de Tatiana Tibuleac

Esta lectura (de Tatiana Țîbuleac, novela escrita en 2016) tiene mezcladas una buena cantidad de cosas complicadas y súper. Ofrece, además d...