Reseña de “El otro”, de Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno siempre ha sido de mis afectos, pero esta es la primera vez que leo una de sus obras para teatro. “El otro: misterio en tres jornadas y un epílogo” es una obra bastante sencilla en su lectura “sencilla” (redundo intencionalmente), pues, si se lee sin un trasfondo existencialista, no llega a tener mayor atractivo.

El meme en el que pensaba cuando leía 😜
El protagonista de esta pieza es, precisamente, “El otro”, un sujeto llamado Cosme, quien durante toda la narración se está preguntando quién es realmente él y si, en realidad, es él mismo o es “el otro”, mientras todos los demás personajes están tratando de develar el misterio. Al hacer referencia al “otro”, se habla de su hermano mellizo, Damián, quien, aparentemente, murió por mano de Cosme, convirtiéndose tal acontecimiento en el punto que marcó su completo desquicio.

Se cuentan, entonces, los motivos por los cuales siempre hubo una rivalidad manifiesta entre los hermanos, pues Cosme señala que nunca se sintió realmente dueño de sí mismo, pues vivía prendado en la imagen de su hermano. Así, se cuenta la historia de una de estas rivalidades, la cual se manifestó en la escogencia de las parejas por parte de cada uno de ellos (Laura, esposa de Cosme y Damiana, esposa de Damián). Dichas mujeres, adicionalmente, tendrían también alguna rivalidad relacionada, precisamente, con el deseo hacia los dos hermanos.

Así, entre al entretejerse la historia se hacen numerosas referencias a la identificación propia del ser y a la creciente rivalidad entre los impulsos y la moral, lo cual se concluye, a mi parecer, en esas leves disociaciones por las que se pasa ocasionalmente cuando, de algún modo, tenemos la impresión de no reconocernos a nosotros mismos.

“EL OTRO: (Sollozando.) Le llevo dentro, muerto, ama. Me está matando…, me está matando…, me está matando… Acabará conmigo… Abel es implacable, ama, Abel no perdona. ¡Abel es malo! Sí, sí; si no le mata Caín, le habría matado a Caín. Y le está matando…, me está matando Abel. Abel ¿qué haces de tu hermano? El que se hace víctima es tan malo como el que se hace verdugo.

Hacerse víctima es diabólica venganza. ¡Ay, ama!”

Esto, como decía, en razón de las decisiones propias y el impacto que generan las consecuencias de cada una en nuestra existencia, y la constante evaluación de nuestros propios actos en términos de “bien” y “mal”, que, para el caso, se denotan en las frecuentes referencias a Caín y a Abel y las divagaciones sobre estos, así como a la vida y a la muerte y al juicio personal sobre dichos conceptos.

“DAMIANA: La tumba es cuna y la cuna tumba. La que da vida a un hombre para que sueñe la vida —sólo el sueño es vida— da muerte a un ángel que dormía la terrible felicidad eterna…, eterna por vacía. La cuna es tumba, el seno materno es sepulcro”.

En conclusión, me parece una buena experiencia de lectura para cuando se quiere un libro para una sola tarde. Hay mucho que discutir respecto a temáticas como la percepción de uno mismo, el auto-sabotaje, la conciencia, la moral occidental, entre otros muy interesantes.

😵 Dato curioso: me sentí gratamente sorprendida al leer el fragmento que cito a continuación, porque me trajo a la mente una canción que dice, casi exactamente, lo mismo:

“EL OTRO: (…) Y entonces sentí que se me derretía la conciencia, el alma; que empezaba a vivir, o mejor a desvivir, hacia atrás, a redro tiempo, como en una película que se haga correr al revés… Empecé a vivir hacia atrás, hacia el pasado, a reculones, arredrándome… Y desfiló mi vida y volví a tener veinte años, y diez, y cinco, y me hice niño, ¡niño!, y cuando sentía en mis santos labios infantiles el gusto de la santa leche materna…, desnací…, me morí… Me morí al llegar a cuando nací, a cuando nacimos…”.

La canción es de Shining y se titula “The Eerie Cold (Samvetskvalens Ballad)” (pueden escucharla, no es ruidosa; es, más bien, bastante sentida, y es un intrumental muy bonito; la narración inicia en el minuto 4:00):

“I think we ought to start our life old
And we have all the pain, and we're feeble
And we look at our friends, and they're feeble, they're hundreds
But every day we get younger
And we have something to look forward to
No need to kill yourself, there's... hope.
And then when you reach 20, 19, 12, 10
Everyday is really a new day
And it's really a miracle
And then you're a baby, and you don't know your life is ending
You just suck on your mother's tit
And then you die”.

Traducción al español:

“Pienso que deberíamos empezar nuestras vidas desde viejos
cuando tenemos todo el dolor y somos débiles
y vemos a nuestros amigos, y son débiles; son cien
pero todos los días somos más jóvenes
y tendríamos algo por lo que esperar
si necesidad de suicidarnos, hay... esperanza.
Y después llegas a los 20, 19, 12, 10
cada día es realmente un nuevo día
y es realmente un milagro
y entonces eres un bebé y tú no sabes que tu vida está terminando
tú sólo succionas la teta de tu madre
y entonces mueres”.

Si es una coincidencia, es una coincidencia muy interesante 😎

© K. Sánchez (17/06/22)

Reseña de “La puerta” de Natsume Sōseki (y opinión de la trilogía que cierra con esta novela)

Llevaba varios meses leyendo la trilogía de este autor, que iniciaba con “Sanshiro”, continuaba con “Daisuke” y finalizaba con La puerta. Voy a iniciar haciendo con la reseña acerca de “La puerta” y, después, daré mi opinión acerca del conjunto que conformaron las tres novelas.

Utagawa Hiroshige, CC0, via Wikimedia Commons
“La puerta” tiene un carácter muy distinto a sus antecesoras. Esta vez el protagonista es un hombre llamado Sosuke, de mediana edad (se podría decir que es de la misma edad o un poco mayor que Daisuke, el protagonista de la segunda novela), casado y que lleva una vida más que modesta. Tiene problemas económicos, debe luchar para que su pobre salario le alcance para lo necesario, y vive en un estado de constante desesperación, nostalgia y frustración. Se trata de la materialización de un personaje que, a pesar de que no es viejo, no espera absolutamente nada de su vida, pues ha perdido todas las expectativas que pudiere haber tenido de la misma.

A diferencia de las novelas que le preceden, en esta no se hacen referencias de carácter artístico, político o intelectual: el ambiente fue creado a propósito de adentrar al lector en la misma burbuja en la que Sosuke se refugió, junto con su esposa, cuando determinó que su vida no tenía un propósito establecido, sin darle espacio siquiera para albergar ningún tipo de resentimiento, esto es, lejos de todo aquello que pudiera darle una percepción de lo que sucedía afuera, a ese mundo que le había rechazado. Nuestro protagonista, esta vez, es un exiliado de las alas de la sociedad, a pesar de que en su juventud contó con condiciones muy favorables para haber logrado algún tipo de felicidad.

“El hecho de que hubieran logrado disfrutar de cierta paz se debía exclusivamente al poder curativo del tiempo, esa bendición de la naturaleza. Y si en alguna ocasión sucedía que escuchaban una voz a lo lejos que les acusaba de haber cometido un pecado, esa voz era tan tenue, tan distante, tan ajena a sus intereses cotidianos, que la impresión que producía en ellos no podía ser nombrada con palabras tan terribles como sufrimiento o miedo. Por otro lado, como no tenían fe para reconocer a Dios o como para alcanzar a Buda, mantenían su mirada fija el uno en el otro. Atrapados en su mutuo abrazo, formaban un círculo que les protegía del exterior. De esa manera, su vida diaria acabó por encontrar cierto equilibrio en medio de una atmósfera de melancolía. En ella saboreaban una especie de dulce tristeza. Ninguno de los dos sabía gran cosa de arte o filosofía, de modo que disfrutaban de esa fruta agridulce sin darse cuenta realmente de lo que tenían, sin regocijarse”.

El lapso en el que se desarrolla la historia es bastante corto, y la misma no ofrece muchas situaciones de importancia trascendental. Apenas dos, si no me equivoco: un factible reencuentro que pone de cabeza el mundo de Sosuke y amenaza con destruir la relativa tranquilidad que trataba de mantener, y la decisión que toma a partir de ello para tratar de encontrarse a sí mismo. Por lo demás, el resto de la historia contextualiza al lector en las situaciones que se han dado para que Sosuke sea la persona que se nos presenta en el momento en que se desarrolla la trama.

Dentro de esta historia que se presenta sobre las circunstancias previas, la que considero más importante y que, en realidad, considero la columna vertebral de la trama, es la relación de Sosuke y su esposa, Oyone (lo cual también es algo completamente nuevo en relación con las dos historias anteriores). A pesar de la vida tan simple que lleva la pareja y del modo en que la sociedad los ha relegado, su amor (que puede ser calificado como simple o desabrido, incluso) les da un respiro a pesar de las dificultades y les mantiene incólumes ante las constantes desdichas que les acechan.

La pareja afrontó situaciones muy complejas y, aún en este rezago de la sociedad, pasaron por la pérdida de varios hijos, dificultades en sus familiares, enfermedades y su desesperanza ya acostumbrada. Y es justo el mismo amor y el aprecio de Sosuke hacia Oyone lo que llevó a este, finalmente, a asumir ciertas dificultades en soledad, para evitar generarle mayores desdichas a ella (a pesar de que era una mujer muy serena y sensata).

“Al darse cuenta de su estado, se compadeció de sí mismo, sin poder dejar de escuchar el paso de las horas en el reloj del salón. En un principio fueron unas cuantas campanadas en rápida sucesión. Más tarde escuchó solo una: el ruido sordo de una única campanada que parecía arrastrarse eternamente por la casa como si se tratara de la cola de un cometa arrastrado por todo el universo. El eco resonó largo tiempo en sus oídos. Más tarde, el reloj dio las dos con su sonido melancólico. Tumbado en la cama, decidió que debía encontrar la manera de tomar las riendas de su vida. Casi sin darse cuenta, el reloj estaba dando las tres. Poco después fueron las cuatro, las cinco, las seis… A lo largo de aquella noche tuvo la impresión de estar entrando a formar parte de un mundo mucho más extenso. El cielo se expandía y se contraía como una pelota colgada de una cuerda elástica. Y, como las olas, la tierra se movía adelante y atrás en el espacio, describiendo un formidable arco. Eran cerca de las siete cuando despertó repentinamente de su sueño. Vio el rostro sonriente de Oyone, que estaba arrodillada a su lado, al igual que todas las mañanas, mientras un sol radiante ahuyentaba de sus ojos el oscuro mundo de los sueños”.

Así, cuando la trama llega a su punto álgido, el protagonista se percata de su pobreza espiritual (que le atormentaba, seguramente, más que la económica) y de su falta de carácter y piensa, entonces, en la idea de la puerta y de si, en algún momento de su vida, logrará cruzar ese umbral para encontrarse consigo mismo y descubrir, quizás, un camino para soportar su existencia humana.

😵 ¿Cómo se enlaza, entonces, la trilogía?

Es sorprendente lo diferentes que son entre sí las tres narraciones, pero lo más curioso es que este factor es el que las une, precisamente. No hay personajes en común en ninguna de las historias (era algo que yo estaba esperando), ni paisajes o algún punto en particular. Considero que es una sucesión de maneras de ver la vida, que podrían tomarse a partir de la edad, las decisiones y el paso del tiempo.

Sanshiro, la primera historia, presentaba un ambiente lleno de gracia e inocencia: el joven de provincia que va a Tokio para iniciar sus estudios universitarios, y empieza a conocer un mundo que no tenía idea de que existía, y que estaba impregnado de relaciones sociales y de personas que eran muy difíciles de entender para la simpleza y la pureza del protagonista. El escenario, que estaba muy bien dotado de apuntes de corte literario y artístico. Y la percepción y el primer acercamiento que tiene Sanshiro con las mujeres y el amor, que le resulta tan complejo en su abordaje, esencialmente por la joven de la cual se enamora. En resumen, fue una historia encantadora y muy tranquila, y su final, si bien puede dejar un sinsabor, es bastante realista y, a mi parecer, “adecuado”.

Descriptor básico de la primera novela: inocencia 💖

Viene luego Daisuke, de lectura mucho más compleja porque el abordaje se da esta vez desde la profunda individualidad del protagonista y sus constantes cavilaciones respecto al tema social y económico, pasando así, esta vez, a dejar el trasfondo artístico de Sanshiro para inmiscuirse más en cuestiones filosóficas y existencialistas. Se puede decir, entonces, que es una segunda etapa: la mediana edad, en la cual el personaje principal ya ha asumido un carácter propio para plantarse frente al mundo que le rodea y a las imposiciones que se le tratan de destinar en virtud de su rol. Aquí ya no hay apuntes graciosos, todo parece un desierto. En cuanto a las relaciones con el género femenino, esta vez el asunto es más difícil porque, de por medio, hay una mujer casada. El punto álgido de la novela hace referencia a las decisiones y a la manera de asumirlas. El final, en esta ocasión, resultó tremendamente trágico, bochornoso y desesperanzador.

Descriptor básico de la segunda novela: angustia 😰

Y se cierra la trilogía con La puerta, que nos ofrece una narración de menor complejidad que las dos anteriores (fluye con mucha más facilidad y, así mismo, los personajes son mucho más “simples”, de algún modo), y que puede tomarse como la siguiente fase de la vida. Se trata también de un hombre de mediana edad, mas este nos trae la novedad de que está casado, creándose así un nuevo panorama frente a las relaciones con el género femenino a comparación de las dos lecturas anteriores.

Como mencioné, curiosamente, esta relación es el punto central de la trama, pues es un factor que moldea el actuar de Sosuke, el protagonista. Referencias artísticas, literarias, políticas o filosóficas ya no hay: esta vez se llena el ambiente de la misma falta de interés y presunta ignorancia a la que voluntariamente se ha sometido el protagonista para soportar su existencia. El final no resultó como los dos anteriores, tampoco. Podría ser, tal vez, una suerte de “final feliz” que, de todas maneras, te deja la inquietud de “esto no será para siempre”.

La tormenta que había amenazado con caerle encima se había alejado sin rozarle siquiera, pero tenía la impresión de que en el futuro se vería obligado a enfrentarse a situaciones parecidas. El destino se la tenía guardada. Era su obligación capear el temporal, ese era su destino y tenía que acostumbrarse a convivir con él”.


Descriptor básico de la tercera novela: frustración 😔

Ahora, bien podría decirse que la relación de Sosuke y Oyone sería, en algún universo, el resultado de que Daisuke y Michiyo hubiesen logrado concretar su relación, pues, al fin y al cabo, en ambas parejas se da la situación de la “deshonra”, la cual conlleva(ría) el exilio de los amantes y el rechazo de la sociedad debido a sus acciones.

También puedo decir que el carácter de los tres protagonistas tiene un factor común que es su falta de carácter. Todos con cierta carga de cobardía que les impide tomar decisiones y enfrentar la vida en muchos aspectos, convirtiéndose en víctimas de su propia pusilanimidad (que trata de disfrazarse con una “falta de interés” también en las tres novelas).

En conclusión, teniendo en cuenta los factores que mencioné, la lectura de esta trilogía da mucho que pensar respecto a la individualidad del ser humano partiendo de las circunstancias que le rodean y del escenario en el que tiene que desenvolverse. Independientemente de sus situaciones iniciales, de su patrimonio, de la favorabilidad de su posición social, de sus intereses (o desintereses) y de su personalidad, las decisiones que toma cada cual y la manera en la que se perciben y se manejan las relaciones sociales. Hombres muy diferentes pueden cruzarse en puntos muy similares, independientemente de lo anterior, siendo la individualidad misma y la capacidad para hacerse, rehacerse y entender la existencia lo determinante para cada final posible.

© K. Sánchez (09/06/22)

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