Reseña de “El capote” de Nikolái Gógol

De nuevo vuelvo a mis amados rusos, con un paso breve por Gogol y uno de sus cuentos más famosos: El capote, que fue publicado en 1842. Y como no tengo ánimo para hacer una mejor introducción, voy de inmediato con lo que importa y advierto que esto está lleno de spoilers, aunque no seré bastante meticulosa para que, si es el caso, les quede algo de curiosidad. No se tarda más de tres horas en la lectura.

La historia que se narra es la de un hombre de mediana edad llamado Akaki Akákievich (nombre que tiene su juego, según se cuenta), quien habita en San Petersburgo y trabaja como funcionario copiando los documentos que le eran encargados, con impecable caligrafía. Se le puede describir como un sujeto humilde, insulso y falto de gracia; carente de cualquier tipo de interés, pasión o ambición, no gusta del alcohol, come siempre de modo muy austero y tiene apenas las posesiones suficientes para sobrevivir; es una persona que busca su tranquilidad por encima de todo y la imperturbabilidad en cada uno de sus días, evitando, quizás, el ajetreo voraz e implacable de la vida y la frialdad de los seres humanos.

“Y más de una vez, a lo largo de su vida, se estremeció al comprobar cuánta inhumanidad hay en el hombre, cuánta grosera ferocidad se oculta en los modales más refinados e irreprochables, incluso, ¡Dios mío!, en personas con fama de honradas y nobles…”.

Según esta antesala, le puedo entender como un hombre que detestaba enormemente CUALQUIER COSA que significara una novedad (incluso sentirse diferente, es decir, evitaba emociones como el enojo y nunca pensaba en la frustración; evitó, incluso, acceder a una mejor oferta de trabajo porque no se sintió capaz de cambiar su rutina, pues, seguramente, su cotidianidad le hizo evidentemente inflexible y cerrado a cualquier tipo de ingenio y aprendizaje). Todo, absolutamente TODO, todos los días, debía ser exactamente igual para que se sintiera satisfecho con su cotidianidad.

Así, se describe este personaje tremendamente plano que, huyendo de la novedad, un día se percata de que su abrigo se ha roto un poco. De inmediato visita al sastre, quien lo examina y le dice que, debido a lo gastada que está ya la tela (traslúcida, en realidad, lo cual es ridículo para un abrigo) no le es posible hacer un remiendo, motivo por el cual la única posibilidad es mandar a hacer uno nuevo. A pesar de los ruegos de Akákievich para que lo remiende, este no cede a su pretensión.

“Al oír la palabra «nuevo» a Akaki Akákievich se le nubló la vista, y todos los objetos que había en la habitación parecieron cubrirse de una suerte de bruma. Solo distinguía con claridad al general de la tabaquera de Petróvich, con el pedazo de papel tapándole la cara”.

Una de las ilustraciones del libro,
por Noemí Villamuza
La cabeza del protagonista se hace una maraña porque, debido a este percance, ha tenido que evaluar la manera en la que dispondrá de sus ingresos para poder pagar el abrigo, que, aparentemente, no era, precisamente, muy económico. Finalmente se adapta a la idea y le pide al sastre que proceda con la confección de su nueva prenda. Interesantísimo cómo se describe el cambio que sufre Akákievich a partir de ello, pues, si bien antes se le describía como una persona tranquila, ahora era una persona feliz y llena de ilusión al pensar en su nuevo capote, buscando los materiales más adecuados y elegantes para hacer uno que realmente valiese la pena (al quien desee leer el libro, le sugiero ver esto con toda la atención).

Y cuando estuvo listo su abrigo y lo estrenó, muchísimo más aún. Era un hombre radiante y lleno de alegría, y sus compañeros de trabajo (que siempre le humillaban y le menospreciaban) le admiraron y le trataron de tan buena manera, que le convencieron de ir a una fiesta que se daría esa noche en casa de otro funcionario. Dudándolo un poco, decidió aceptar. Retornaba a su casa ya sobre la medianoche y, en el camino, tuvo la mala suerte de encontrarse con dos hombres que le golpearon y le robaron el abrigo.

Decidió acudir con un “personaje importante” (en la traducción se usa precisamente ese término, esta vez no es ironía de mi parte) para que le colaborara en el proceso correspondiente para recuperar su amada prenda. Esta parte del “personaje importante” también me parece clave en el desarrollo del texto, sobre todo si se tiene en cuenta que contiene una profunda crítica a los funcionarios y a la labor administrativa y el ejercicio del poder en muchas instancias (así que, por favor, si leen el texto, vean esto con lente especial, también). Se trata de un hombre que, a pesar de que no es realmente importante, trata de darse a sí mismo esa dignidad; a pesar de ser una “buena persona” (estas comillas sí son mías) en el fondo, para resaltar su jerarquía se comporta como un patán y pasa por encima de cuantas personas puede, sólo en virtud de su supuesta importancia.

Por lo tanto, cuando Akákievich acude con él para que le colabore, apropiándose de su papel de “personaje importante”, le trata terriblemente mal y le despacha sin haber atendido a su solicitud. Después de este episodio, el protagonista vuelve totalmente abatido a su casa, habiendo enfermado a raíz del frío que tuvo que soportar sin su abrigo y, seguramente, del trastorno que generaron los últimos episodios en su existencia, todos tan intensos para él. Y muere. Muere de modo inadvertido para todas las personas que le conocían.

Pero no termina todavía la historia. Mientras tanto, el espectro de Akákievich se dedica a asustar a la gente y a robar sus capotes a los transeúntes. Y el “personaje importante” es abordado por el fantasma, quien, también, ejecuta la misma venganza con él. Al conocerse ya la historia del espectro que perturba a la población, las autoridades de San Petersburgo se disponen a estar atentas y, un día, un policía trata de detenerle, pero este le deja escapar al encontrarse con que el espectro se había convertido en un hombre alto y dotado de un puño enorme (¿?).

Se cierra la historia, así, con un final quizás abierto, pues el espectro toma finalmente, tal vez, una forma que combina a muchos de los personajes que se nombraron, y que no fueron precisamente amables con él. Pero, finalmente, todo sigue transcurriendo igual, al fin y al cabo. Es la vida real. Quizás, la justicia no existe. Y no se puede esperar absolutamente nada diferente.

Por último, quisiera adicionar que, si bien la figura del espectro puede parecer inicialmente como una idea rápida para finalizar la historia, es importante tener en cuenta que “Gógol escribió en una época de censura política. Su uso de elementos fantásticos es, como en las fábulas de Esopo, una manera de burlar al censor. Algunos de los mejores escritores soviéticos también recurrieron a la fantasía por razones similares” (esto lo leí en el prólogo de la edición que leí, de Nórdica Libros, traducida por Víctor Gallego y con unas ilustraciones muy curiosas de Noemí Villamuza). Así que, tengan esto en cuenta antes de darle su calificación final de la lectura.

© K. Sánchez (27/04/22)

Viajes (des)afortunados a la Antártida (reseña de “La narración de Arthur Gordon Pym”, de E. A. Poe y de “En las montañas de la locura” de H. P. Lovecraft)

En esta ocasión me propongo reseñar dos libros en un solo espacio, esto debido a que ambos textos se encuentran, quizás, estrechamente relacionados. La narración de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe (único texto largo de su autoría), fue publicada en 1837 y, posteriormente, en 1936, fue publicada En las montañas de la locura, esta última con referencias expresas a la primera.

Sobre “La narración de Arthur Gordon Pym”:

Me encantaría cubrir toda la historia, pero es que no me encuentro siquiera en la capacidad de hacer los spoilers suficientes porque… simple y sencillamente, la historia estuvo lejísimos de cautivarme. Estuve esperando y esperando y esperando continuamente a que pasaran cosas peores (sí, tal vez la culpa es mía, solamente). Yo divido el libro en dos partes:

🚢La tragedia en el barco: y perdón por lo minimalista o básico que pueda sonar el uso del término “barco” en comparación con toda la precisión en la descripción y el manejo de los términos de navegación que usa Poe, y que lo hace de manera impecable (de hecho, siempre he tenido mis reservas con las historias sobre navegación porque, a pesar de que he leído varias y conozco algo de terminología más arriba del promedio, me sigue resultando difícil y se me dificulta graficármelo en el cerebro).

En este primer momento de la historia, el protagonista se introduce en secreto en una embarcación, custodiado por un gran amigo suyo, ambos en busca de aventuras por una “indefinida pasión” que sienten por la vida en el mar. Todo sale terriblemente mal y este pobre hombre sufre lo indecible, llegando incluso a estar al borde de la muerte por inanición y el subsiguiente trastorno por la insalubridad extrema del espacio en el que se encontraba enclaustrado.

Su amigo logra salvarle y, entre tanto, tienen que enfrentarse a más desgracias cuando, a pesar de que toman el control del barco, padecen las inclemencias del clima y, quedando sólo cuatro marineros, tratan de salvar sus vidas, nuevamente, en medio de una situación deplorable de la que sólo se salvaron dos, el marinero Peter y nuestro protagonista, Arthur Gordon.

🌊El viaje a la Antártida: otra embarcación encuentra y rescata a los dos supervivientes, admitiéndolos dentro de su tripulación. De un modo u otro terminan navegando en dirección a la Antártida. Dan con una isla desconocida y allí encuentran a una tribu de aborígenes que, aparentemente, les desprecian por ser blancos. De todos modos, a pesar de las dificultades para la comunicación, tratan de entablar relaciones amables para obtener el mayor provecho posible de los productos comerciables que pudiesen hallarse en la zona.

A pesar de que Gordon siempre desconfió de ellos, esto no tuvo ningún tipo de repercusión y, finalmente, los aborígenes les tendieron una trampa y, otra vez, sobrevivió junto con Peter luego de una especie de derrumbe-emboscada previamente planeado por los isleños.

Si bien la descripción del lugar es supremamente curiosa (de los fenómenos geográficos y atmosféricos, cambios de temperatura, la fluidez y tonalidad del agua, las criaturas que rondaban la isla, etc.) y todas las especificaciones que se hacen son muy llamativas, tengo la impresión de que, la mayoría de cosas, simplemente, se quedaron allí, lo cual también contribuyó a mi desazón. Lo único que quedó, entonces, fue el intento de escape de los dos sobrevivientes mientras eran perseguidos y que, luego de escapar, ooootra vez, en esta nueva embarcación, regresaron a una temporada de miseria, angustia y desolación de la que Gordon no logró escapar, al haber vislumbrado la figura de la criatura que, aparentemente, era el “tekeli-li” a la que tanto temor le tenían los habitantes de la isla, tanto que les espantaba solamente la vista del color blanco.

En resumen, el libro es un manojo de angustia y de ansiedad (no puedo demeritar el trabajo de Poe para crear este tipo de ambientes, que es sencillamente espectacular y logra crearle a uno un montón de nudos en la garganta) que pasa de un lado a otro entre las olas del mar. Siempre es un ciclo de cosas malas que desembocan en cosas peores y amenazan con enloquecer a Gordon, y que, finalmente ceden, para luego dar paso a otro círculo peor. Los momentos de sosiego son escasos y se ven interrumpidos justo por el espíritu aventurero de los personajes, que es lo que, finalmente, los lleva a realizar los descubrimientos que lograron.

Sobre “En las montañas de la locura”:

Narra la historia de una excursión a la Antártida realizada por un grupo de expertos en geología y otras materias. El grupo se divide en dos y, el primero de ellos se encuentra con una cadena montañosa bastante imponente que, en sus cercanías, tiene algunas construcciones ancestrales que llaman la atención del equipo, el cual encuentra también algunos fósiles de criaturas que nunca antes se habían visto. Transmiten sus hallazgos al equipo que no se trasladó (afortunadamente, en esta historia ya se contaba con aviones y otras herramientas que facilitaban las tareas).

El grupo descubridor deja de comunicarse, motivo por el cual dos de los personajes del otro grupo, esto es, el protagonista, quien dirigía el grupo, y su compañero Danforth, emprenden el vuelo al lugar señalado. Oh, claro, y hay que tener en cuenta que muchos de los personajes involucrados en la expedición conocían el contenido del Necronomicón (¿casualidad?) y, por tanto, tenían conocimiento de algunas de las criaturas e historias narradas en dicho libro.

The shoggot - Imagen en reddit de WFPP77

Así, la mayoría del texto transcurre en la exploración realizada a las denominadas “montañas de la locura” según el narrador, en la cual se incluye el recorrido y descripción de algunas estructuras milenarias, durante lo cual se narran algunas cuestiones importantes en relación con el universo lovecraftiano (la antiquísima historia las luchas por el dominio del océano y de las tierras de la Antártida entre ciertos seres primordiales durante la prehistoria, como los Mi-Go; la sucesión entre las etapas de la evolución de la tierra y la influencia de las glaciaciones, así como la creación de los shoggoths, cuya vida les fue dada por los Seres Ancianos).

En medio del recorrido empiezan a encontrar algunas muestras poco agradables y cadáveres frescos que daban noticia de que ciertos monstruos estaban cerca. Se encontraron también con unos especímenes similares a los pingüinos (que fueron reseñados ampliamente en un capítulo de La narración de Arthur Gordon Pym), que habían sido atacados por la criatura sangrienta en cuestión, la cual, aparentemente, emitía un chillido que podría imitarse con la palabra “tekeli-li”, recordándoles de nuevo lo escrito en La narración de Arthur Gordon Pym (que era un libro también conocido por los personajes).

En su recorrido, finalmente, se encontraron con una de estas horrorosas criaturas formadas de baba, de color, olor y apariencia tremendamente desagradables llamadas Shoggots, que se habían referido anteriormente, quedando plenamente confirmado que, en efecto, estas creaciones de los Seres Ancianos habían acabado con toda su civilización y, a partir de entonces, seguían habitando, de algún modo, esta zona del planeta tierra.

Lograron escapar, prometiendo revelar apenas lo necesario para que ningún grupo se volviera a aventurar en el viaje que ellos habían emprendido, aunque el pobre Danforth quedó seriamente perturbado después de dicha visita, oportunidad en la que se enlazan algunos de los elementos de la basta mitología del autor:

“En raras ocasiones ha susurrado cosas absurdas e inconexas sobre «la sima negra», el «borde tallado», «los proto-Shoggoths», «las moles sin ventanas y con cinco dimensiones», «el cilindro sin nombre», «el faro antiguo», «Yog-Sothoth», «la gelatina blanca primordial», «el color llegado del espacio», «las alas», «los ojos en la oscuridad», «la escalera a la Luna», «lo original, lo eterno, lo que no muere» y otras ideas no menos extrañas, pero cuando consigue dominarse, lo niega y lo atribuye a las curiosas y macabras lecturas de años anteriores. De hecho, se sabe que Danforth es de los pocos que se han atrevido a leer hasta el final el ejemplar roído por los gusanos del Necronomicón que se conserva bajo llave en la biblioteca de la facultad”.

¿Opiniones finales? 👀

En general, me agradó bastante ver el uso que dio Lovecraft al material que dejó Poe en este caso. Es emocionante reconocer las referencias del “tekeli-li” y figurarse un poco el final de La narración de Arthur Gordon Pym en este sentido.

Creo que ambas lecturas son muy pertinentes para quienes disfruten de temáticas de viajes, aventuras, descubrimientos y ficciones en relación con estos temas. Incluso, para quienes sean lectores de Lovecraft, considero que en este texto hay precisiones muy importantes para entender su mitología. Para mí no fue tan emocionante, pero tiene cosas que son “obligatorias” para quien sea fiel seguidor.

Sí, sí, yo sé que mi sangre ya debe ser 90% drama, pero sé que todavía disfruto enormemente del horror y la ciencia ficción. Sin embargo, a pesar de conocer previamente a ambos autores y tenerlos como muy buenas referencias dentro del género, no lograron atraparme realmente en esta ocasión. En La narración de Arthur Gordon Pym esperaba encontrar, al final, algo más revelador, o al menos que la tribu aborigen fuera de caníbales o algo por el estilo (¿esperaba mal?), pero no hubo nada de eso. En cuanto a En las montañas de la locura, tampoco me resultó particularmente apasionante, al menos en términos generales (considero que pudo haber sido, mejor, un cuento).

En todo caso, me encuentro más que agradecida con mi compañero de lecturas por su entusiasmo con la temática, que fue lo que me decidió, finalmente, para construir esta reseña 💟

Sobre el peso de las decisiones (reseña de “Daisuke”, de Natsume Sōseki)

Daisuke, segunda parte de la trilogía iniciada con Sanshiro (cuya reseña puse a disposición previamente), fue publicado un año después, esto es, en 1909. Ya algo acostumbrada al estilo de Soseki, tenía como muestra previa también a Kokoro. Por lo tanto, tenía bastante curiosidad por saber el estilo y la trama general de Daisuke.

Al conocer que se trataba de la segunda parte de la trilogía, pensé que, seguramente, tendría un estilo también gracioso, con brillitos de inocencia o la misma vivacidad; al menos, esperaba que las historias se conectaran por algún personaje en particular, en algún punto, pero no fue así, de ninguna manera. Lo único que tenían en común era que las historias se desarrollaban en Tokio y, quizás, que ambos protagonistas eran hombres bastante cobardes.

😎Recomendaciones para quien desee leer la obra:

  • No considero necesario leer primero Sanshiro, a pesar de que sea esta la primera parte de la trilogía. Como mencioné, son historias independientes.
  • A diferencia de Sanshiro (para quienes lo leyeron previamente), aquí no hay comentarios graciosos, no hay atisbos de inocencia o de inexperiencia, las referencias al arte y a la literatura son muy mínimas y ambos protagonistas son totalmente distintos. El enfoque en esta novela está orientado a las costumbres, la moral y las estructuras sociales.

(…) Fíjate, a Japón se le van a romper las tripas y las consecuencias de eso se verán en cada uno de sus individuos. Un pueblo así de oprimido por Occidente no tiene tiempo libre para cultivar su mente y por eso no puede hacer nada que merezca la pena. Recibe una educación despojada hasta de sus huesos, que obliga a tener las narices tan pegadas a la rueda del molino al que estamos enganchados que al final nos mareamos y acabamos por padecer todo tipo de crisis nerviosas. Intenta hablar con la gente. Normalmente son todos estúpidos. No han pensado nunca en nada más que en sí mismos, el día en el que viven, el instante preciso en que lo hacen. Están demasiado exhaustos para pensar en otra cosa y no es culpa suya. Por desgracia, el agotamiento del espíritu y el deterioro del cuerpo van de la mano. Y eso no es todo. El declive de la moral también se ha instalado entre nosotros. Mires donde mires en este país, no encontrarás ni un solo rincón glorioso, brillante. Son todo lugares sombríos. Por mucho que yo diga o haga, ¿cuál sería la diferencia con ese panorama? (…)”.

  • Es un libro lento. Toda la historia se encuentra centrada en la figura de Daisuke, el protagonista, en sus reflexiones, y se enfoca casi exclusivamente en describir su manera de ver la vida y la sociedad de la época, mientas la trama se desarrolla de modo que se puede considerar muy repetitivo.
  • Es importante conocer un poco el contexto del Japón de la época para que resulte más fácil comprender el pensamiento del protagonista. Una de las claves es conocer las generalidades de la era Meiji y el proceso de occidentalización de la región (tema que ya se trataba en Sanshiro), así como el debate entre la tradición y la modernidad.

Si bien con menos frecuencia que en Sanshiro, en esta novela también se hacen algunas referencias a cuestiones artísticas y literarias, aunque el enfoque de esta era más hacia 

👀Resumen de la trama:

Fue un libro que me costó trabajo leer. Lento, pesado, repetitivo. Los mismos dilemas de Daisuke todos los días, excesiva falta de acción y un estado de cosas que, aparentemente, era inmodificable; te hastía, te aburre, te hace pensar que todo será igual hasta el final. Pero esa atmósfera densa y monótona resultó ser fundamental para darle un impacto increíble al final del libro. Eso lo entendí con el suspiro que tuve con el punto final, sucedido por un silencio largo de esos que enmascaran un “¿qué carajo acabé de leer?”.

Dice la contraportada que Daisuke era un tipo “perezoso” o “atolondrado”, pero considero que son palabras muy alejadas de la realidad de la narración. Daisuke era un hombre de 30 años, hijo de una familia de comerciantes bastante adinerada y de renombre, que, contrariando la voluntad de su padre, no estaba interesado en contraer matrimonio. Habían hecho numerosos intentos por buscarle una mujer, pero este, como cosa normal de su temperamento, evadía siempre los posibles compromisos. Lo describo más como un sujeto con una sensibilidad exacerbada, ansioso, reflexivo, de modales muy refinados y basto conocimiento intelectual (gran influencia de occidente), incapaz de tomar posiciones radicales (en la vida real) frente a cualquier cosa.

A pesar de que Daisuke tenía un título universitario, nunca había querido ejercer una profesión, no tenía tampoco una motivación precisa para hacerlo y, además, no le era necesario porque su padre se encargaba de otorgarle una asignación mensual para los gastos de su casa y de su vida diaria. Así, pasaba los días sumido en sus lecturas, dando vueltas en su cabeza a las mismas razones que le hacían abstenerse de conseguir un trabajo o de hacer su vida como un hombre casado. Ocasionalmente visitaba a su familia, teniendo una relación estrecha con su cuñada, quien resulta importante en algunos momentos de la narración.

Daisuke había tenido un gran amigo durante su época de estudios, Hiraoka Tsunejirō, con quien se reencontró debido a que este había regresado a Tokio al haber perdido su empleo. Este, hace algunos años, había contraído matrimonio con una joven llamada Michiyo, quien también fue amiga de Daisuke tiempo atrás. Una vez finalizado este reencuentro, se revela que el carácter de ambos ha cambiado mucho y, en resumen, no resulta ser muy afortunado.

Independientemente de ello, pasado un tiempo, Michiyo se toma la tarea de buscar a Daisuke requiriendo cierto apoyo económico debido a lo tenso de la situación económica por la que está pasando junto con Hiraoka. Como era de esperarse, la relación de la pareja no iba muy bien a partir de ello, aunado a que, tiempo atrás, Michiyo había perdido su primer embarazo a causa de una enfermedad.

Debido a que no contaba con independencia económica, a Daisuke no le resultaba sencillo ayudar a sus viejos amigos, pero trató de conseguir el dinero suficiente, incluso, pidiéndolo prestado a su hermano, quien se negó a colaborarle. En general, la situación familiar de Daisuke iba cada vez de mal en peor (tenía una relación muy compleja con su padre), pues era bastante irritante ya mantener a un hombre que, además, se rehusaba a casarse, a conseguir un trabajo o a hacer cualquier cosa determinante con su vida.

Así, en el transcurso de dicha temporada no sucede nada realmente concluyente, se dan algunos sucesos sin mayor importancia en sí, pero dentro de los cuales se puede determinar con enorme claridad los móviles que han llevado a Daisuke a tomar una posición tan pasiva frente a una existencia en un tiempo en el que no se sentía preparado para vivir, a fin de cuentas.

En cierto momento de la lectura se revela que el hecho de que Daisuke haga tantos esfuerzos por ayudar a Michiyo (no esperaba, realmente, ayudar a Hiraoka) en su crisis económica, corresponde a que estaba enamorado de ella desde antes de que se casara. En virtud de su desidia y de su aparente desinterés, por lo tanto, decidió incluso facilitar su matrimonio. Mas no le fue posible seguir ocultándose a sí mismo sus sentimientos hacia ella, a pesar de que ello implicaba enormes dificultades, al tratarse justamente de una mujer casada.

“Miraba en silencio la cara de Michiyo y observó cómo la sangre se fugaba de sus mejillas hasta dejarlas casi lívidas. Por primera vez, Daisuke fue consciente del peligro que suponía quedarse frente a ella un solo minuto más. Sus palabras, que nacían de una simpatía mutua y natural, les habían empujado hasta el borde de un precipicio. Era cuestión de segundos que sobrepasasen los límites fijados por la sociedad. Daisuke disponía de los recursos suficientes para retirarse a tiempo como si nada hubiera pasado si llegaba el caso e iban más allá de lo permitido. Siempre que leía novelas occidentales, le invadía la sospecha de que las relaciones amorosas eran demasiado abiertas, caprichosas y directas. Incluso en ocasiones excesivamente densas. En el caso de que uno pudiera leerlas en su idioma original, la percepción cambiaba, pero difícilmente podía traducirse eso al japonés. Por tanto, no tenía la más mínima intención de usar frases importadas en su relación con Michiyo. Entre ellos dos bastaban las palabras corrientes. El peligro no estaba ahí, sino en resbalar y cruzar la línea sin darse cuenta. Daisuke logró mantenerse en su lugar a duras penas”.

Mientras estas dudas asaltaban su cabeza, la familia de Daisuke hacía nuevamente un intento por conseguirle una esposa, y él se había sentido obligado a conocerla y a toda la parafernalia que significaba el posible matrimonio. Se describe a la mujer como una joven insulsa y sin gracia, sin conocimientos e intereses en particular, apenas con una imagen aceptable y, eso sí, pariente de una familia de prestigio, lo cual favorecería la posición económica de ambas familias.

“Siempre había mantenido la teoría de que el hombre estaba acabado cuando le daba más importancia a las patatas que a los diamantes. Si atraía hacia sí la cólera de su padre y sus peores augurios se hacían realidad, rompiéndose definitivamente sus lazos financieros, no le quedaría más remedio que renunciar a su diamante y dedicarse a roer patatas. Podía abandonarlo todo y solo le quedaría el amor que le llegaba de forma natural para compensarlo. Y el objeto de ese amor era la mujer de otro hombre”.

Cada vez más seguro de que no deseaba este matrimonio, Daisuke decidió hablar con Michiyo y preguntarle si correspondía a sus sentimientos y, a su vez, pensar en si existía alguna alternativa posible para que lograran estar juntos. Así, en medio de una conversación muy emocional (hermosísima, a mi parecer 💖), ella admite amarle también y dice estar dispuesta a renunciar a su matrimonio para estar con él, a pesar de las consecuencias que esto pudiera generar (desde económicas hasta sociales). Decisión bastante valiente (y arriesgada) sabiendo el deshonor que podía significarles.

“Daisuke observó las lilas blancas y se abandonó al embriagador olor que inundaba la habitación. El aroma le traía a la memoria algunas escenas del pasado de Michiyo. Indisolublemente unido a ese pasado, estaba el suyo propio. Se mezclaban y confundían como bocanadas de humo.

—Hoy, por primera vez, vuelvo al pasado que nunca debería haber abandonado —dijo en voz alta.

Al ser capaz de decirlo, sintió una cierta paz que se apoderaba de todo su cuerpo, una paz como no había conocido en años. ¿Por qué no lo habría hecho antes?, se preguntó. ¿Por qué había tratado de resistirse todo ese tiempo a la naturaleza, al destino? En la lluvia, en las flores, en su pasado revivido, contempló una vida pura de paz no adulterada. No había espacio para el egoísmo en esa vida; no existía el interés ni en su cara ni en su cruz. No había pérdida ni ganancia ni una moralidad opresiva. Solo había libertad como nubes flotando en el espacio, una naturaleza que fluía como el agua. Todo era gozoso. Todo era bello”.

Lilas blancas  (Edouard Manet) Óleo sobre lienzo, 1883.
Es así como decide enfrentar a su padre y, a pesar de que ya todos daban por sentado el futuro matrimonio que habían tratado de convenir, rechaza la propuesta, a pesar de sentirse un poco compungido debido al estado de salud de su padre, lo cual le hacía más dificultoso mantenerse en su decisión, la cual era la primera decisión real que tomaba a lo largo de toda la novela (y de una buena cantidad de años de su vida) y que implicaba un deseo verdadero de afrontar el mundo en todas sus dimensiones.

Superado el primer obstáculo, el cual consistía en rechazar dicho matrimonio, el siguiente paso era revelarle a Hiraoka sus sentimientos y, convenciéndole de que en su matrimonio no había amor ni estima mutua, pedirle que la dejara libre para estar con él, pues sus sentimientos eran correspondidos. Después de varios días de angustia y ansiedad al no poder contactarse con él, finalmente se encuentran y tienen una conversación muy difícil al respecto (otra también digna de resaltar dentro de la obra por la pasionalidad y la nostalgia que la envuelve).

En conclusión, Hiraoka accede a entregarle a Michiyo, pero con la condición de que espere a que se recupere, pues debido a la tensión emocional que había estado padeciendo las últimas semanas, esta había caído gravemente enferma. A su vez, le pide que no vuelva a su casa y que desaparezca por completo de su vida y, así, tan pronto como Michiyo estuviera convaleciente, él se la enviaría.

A la mañana siguiente, después de pasar por fuertes episodios de agitación y de ansiedad debido a la incertidumbre, recibió una vista inesperada de su hermano. Este le extendió una carta (la cual no se presenta en la novela) firmada por Hiraoka, le preguntó si era verdad lo que se decía en la misma y si el sostenía algún tipo de relación con Michiyo. Al recibir una respuesta afirmativa, su hermano le informó que, en ese caso, su padre le enviaba como mensaje lo siguiente: «No quiero ver a Daisuke nunca más en mi vida. Puede ir donde quiera, hacer lo que quiera. Como contrapartida, nunca más volveré a tratarle como si fuera mi hijo y espero que él no me considere más su padre». Así las cosas, al ver que Daisuke no pedía perdón o negaba lo escrito en la carta, su hermano también le retiró sus afectos.

Así, en una atmósfera saturada de una angustia indecible que se venía incubando desde los últimos tres o cuatro capítulos, que no da un espacio para respirar y en la cual se desemboca luego de esa pasividad que había caracterizado la mayor parte del libro, el derrumbe de todos los acontecimientos se da, entonces, de una de las maneras más catastróficas posibles y arrastra con cualquier atisbo de esperanza que se pudo haber engendrado. Daisuke fue entonces expulsado de su familia, viéndose obligado a asumir la vida sin sentido que siempre estuvo tratando de esquivar. Además de ello, la traición de Hiraoka, además de lo que en sí significaba, también el final inconcluso debido a que no se cuenta qué sucedió finalmente con Michiyo, pues este no pudo volver a verla ni supo nada más de ella.

El final de la obra tiene una fuerza increíble (tanto que todavía me da vueltas en la cabeza), desde la forma hasta el fondo; preciosísimo, envolvente, tremendamente descriptivo de un estado mental no tiene un nombre exacto:

“Daisuke caminaba a toda prisa bajo el sol abrasador. Estaba a punto de echar a correr. El sol golpeaba inmisericorde su cabeza. El polvo seco de la calle cubría sus pies desnudos como si fueran cenizas. Sentía como si le estuvieran quemando. Caminaba y no dejaba de repetirse: «Me estoy quemando, me estoy quemando».

(…)

De pronto, se fijó en un buzón rojo. El color saltó al interior de su cabeza y allí empezó a girar. Junto al letrero de una tienda de paraguas, colgaban expuestos cuatro parasoles también de color rojo, uno encima de otro. Ese rojo saltó una vez más dentro de su cabeza y se arremolinó en un tumulto. En un cruce, un hombre vendía globos rojos. El tranvía giró de repente y los globos le siguieron hasta meterse en su cabeza. Un coche rojo de Correos pasó junto al tranvía en dirección contraria y su cabeza también lo absorbió. La cortina de un estanco por el que pasaron era roja. Había un anuncio de rebajas de color rojo. El poste de la electricidad era rojo. Una tras otra, todas las señales estaban pintadas de rojo. Al final, el mundo entero se volvió de color rojo y, con él en el centro, empezó a girar y girar a su alrededor desprendiendo enormes llamaradas de fuego. Daisuke decidió que seguiría allí hasta que su cabeza se hubiera consumido por completo”.

Así, mientas me quemo lentamente 🔥 no saco de mi cabeza la idea de lo importante que es para el ser humano habituarse a tomar decisiones y, si bien es importante ser observador pasivo en muchos momentos respecto a sí mismo, el papel activo es determinante para materializar todas las reflexiones a las que se llega, so pena de llegar a estados como la desidia o la falta de carácter. 

Si bien los escenarios posibles son múltiples y nunca se tiene certeza absoluta frente a la mayoría de asuntos que nos competen, el afrontamiento es la única experiencia válida para calificar lo que se conoce, lo que se pretende conocer y, en últimas, para moldearse y modificarse a uno mismo indefinidamente.

Pronto iniciaré con La puerta, novela que finaliza la trilogía. Voy a darme un respiro con algo de Kawabata mientrasme siento preparada para retomar. 

© K. Sánchez (14/04/22)

Reseña de “Último día de un condenado a muerte”, de Víctor Hugo

“Pues sí, ¡procurador del rey! ¡Y la constitución! ¡Y la libertad de prensa! Sin embargo, convendrá en que es odioso que un poeta quiera suprimir la pena de muerte. ¡Seguro que durante el antiguo régimen iban a permitir publicar un libro contra la tortura…! Pero después de la toma de la Bastilla, se puede escribir de todo. Los libros hacen un mal terrible”.

Una horca en París evoca el Día Mundial contra la
Pena de Muerte
(Diario de León, 11/10/11).
Di con esta lectura apenas como iniciación a la obra de Víctor Hugo. Si bien tengo entendido que la temática que aquí aborda es bandera en todos sus escritos, me siento satisfecha de haberle conocido de este modo, especialmente en razón de las afinidades teóricas (académicas) que tiene este discurso con mis intereses y conocimientos.

Es un libro realmente corto. Se encuentra dividido en dos partes:

1. La condena.

Se narra la historia, en primera persona, de un hombre joven, bien educado, con una familia formada y de una posición relativamente bien acomodada, quien fue condenado a muerte, aparentemente, por un homicidio. De acuerdo con esto, debía morir en la horca.

Así, cuenta desde el momento en el que fue sentenciado hasta que llega al centro de la plaza, justo antes de su ejecución pública. Se tiene entonces una narración supremamente directa y cruda, mas no se deja extrañar en ningún momento la elegancia de la prosa.

“¡Pues bien! Tengamos coraje frente a la muerte, tomemos esta espantosa idea con ambas manos y mirémosla a la cara. Pidámosle cuentas de lo que es, sepamos lo que nos reclama, démosle la vuelta en todos los sentidos, deletreemos el enigma, y miremos de antemano nuestra tumba.

Me parece que, en cuanto se cierren mis ojos, veré una inmensa claridad y abismos de luz por los cuales mi espíritu rodará sin fin. Me parece que el cielo será luminoso por su propia esencia, que los astros serán en él manchas oscuras, y que en lugar de ser, como son para los ojos vivos, lentejuelas de oro sobre terciopelo negro, parecerán puntos negros sobre un telón dorado.

O acaso, miserable de mí, será un horrible abismo, profundo, con paredes tapizadas de tinieblas, por el cual caeré sin cesar mientras veo formas removerse en la sombra”.

Así (a pesar de lo inverosímil que resulta que haya escrito esto en el momento antes de su muerte, lo cual puedo calificar como un error), en el recorrido que hace de sus días, pone de manifiesto el carácter inhumano de la pena de muerte en general, así como de la crueldad en los tratos que recibían quienes eran condenados al encierro y a trabajos forzados. En el intermedio, además de buscar hacer sentir al lector la irracionalidad de tales decisiones, entrelaza una cantidad de disertaciones llenas de angustia y contradicciones que reflejan la alteración profunda por la que pasa el protagonista:

¡Ay! ¿Qué hace la muerte con nuestra alma? ¿Qué naturaleza le deja? ¿Qué puede darle, qué puede quitarle? ¿Dónde la pone? ¿Le presta ojos de carne de vez en cuando, para mirar hacia la tierra y llorar?

Debo admitir que, si bien todo el texto está lleno de referencias desesperanzadoras y crueles, el final me llegó a envolver de tal manera que sentí mucha ansiedad desde que le transportan del centro penitenciario hasta que llega al centro de La Greve (la plaza) para el momento de su ejecución (¡me estaba ahogando!). Me gustó el impacto emocional de esa parte final (a pesar de que no narran el momento preciso de la ejecución, y eso era algo que yo esperaba con ansias).

Y bien, en resumen, esta es la parte sensibilizadora de la obra, pero es la menos importante…

2. El prefacio: el discurso contra la pena de muerte.

…porque aquí es donde reside la fuerza del discurso, incluyendo dentro de este, a grandes rasgos (apenas para que tenga un buen punto entre lo general y lo específico), un ataque muy bien fundamentado a la sociedad y al sistema penal de la Francia de la época, haciendo una apología al abolicionismo de la pena de muerte y, de fondo, a una “transformación completa de la penalidad” con un enfoque con raíz humanista, haciendo apreciaciones muy importantes acerca de todo el contexto. En síntesis:

“Declara, pues, o más bien reconoce abiertamente, que Último día de un condenado a muerte no es otra cosa que un alegato, directo o indirecto, como se quiera, a favor de la abolición de la pena de muerte. Lo que lo ha llevado a escribirlo, lo que quisiera que la posteridad viese en su obra, si alguna vez se ocupa de algo tan simple, no es la defensa especial, y siempre fácil, y siempre transitoria, de tal o cual acusado en concreto, sino la defensa general y permanente de todos los acusados presentes y futuros; es la cuestión de derecho más importante para la humanidad, alegada y defendida a viva voz ante la sociedad, que constituye la gran corte de casación; es este fin supremo de no recibir, abhorrescere a sanguine, establecido para siempre ante cualquier proceso criminal; es la sombra y la cuestión fatal que palpita oscura en el fondo de todas las causas capitales bajo el triple espesor del pathos, con los que se cubre la sangrienta retórica de las gentes del rey; es la cuestión de vida y muerte, digo yo, desvestida, desnuda, despojada de los sonoros enredos del tribunal, brutalmente actualizada, y colocada donde es necesario verla, donde es necesario que esté, donde está de verdad, en su verdadero ámbito, en su ámbito de horror, no en el tribunal, sino en el patíbulo, no entre los jueces, sino con los verdugos”.

Así, para quien esté interesado y no desee pasar por la primera parte del libro, perfectamente puede venir a esta y obtener toda su esencia. Además de lo que ya mencioné, el autor también hace referencia a fenómenos como, por ejemplo, la trascendencia de la pena más allá del individuo procesado, la insensibilidad del pueblo frente a la tortura y la muerte (para el que no constituía nada más allá de un buen espectáculo) y de los operadores de la justicia penal, y, en general, apreciaciones muy interesantes acerca del castigo, lo cual hace de Víctor Hugo una figura literaria digna de resaltar en cuanto al derecho penal en la revolución francesa y el abolicionismo de la pena de muerte (contra el cual, aún hoy en día, seguimos luchando).

© K. Sánchez (11/04/22) 

Reseña de “El verano” de Albert Camus

Hasta el momento no me había encontrado con una obra de Camus que estuviera dotada de un carácter manifiestamente personal. En los textos que conforman este libro, escritos a mediados del año 1950, Camus hace referencia a muchas impresiones que tiene, para el momento de plasmarlo en letras, acerca de lugares, pensamientos y experiencias en su pasado, enlazadas de modo encantador con el absurdo que representa su filosofía, y que dota a sus disertaciones de un ánimo que se mueve constantemente entre lo reflexivo, lo artístico y la nostalgia.

Como es de esperarse, constantes alusiones a Grecia y a su mitología (que, tengo que admitir, me quedo corta en muchas ocasiones porque no tengo suficiente recorrido al respecto). Reconozco que una de las fuerzas más grandes que tienen estos textos está muy relacionada con los paisajes descritos (impresión particular) y, especialmente, con la significación simbólica del verano.

Todos estos textos tienen un no-se-qué que me resulta muy encantador, ya que encontré contrastes que me resultaron en emociones muy vívidas en demasiados momentos de la lectura:

El Minotauro o el alto de Orán (1949), Pequeña guía para ciudades sin pasado (1947) y Retorno a Tipasa (1953) son los textos en los que se denota un mayor énfasis en lo que evocan ciertos lugares para el autor, teniendo en cuenta las experiencias de lo ya vivido en comparación con lo actual.

De Prometeo en los infiernos (1946) y El exilio de Helena (1948) no puedo decir mucho a fondo, pues, como mencioné, es trascendental para su entera compresión tener claridad en cuanto a muchos puntos de la mitología griega.

El enigma (1950) –mi favorito de la colección- y El mar, aún más cerca (1953) son textos que, primero, alabo ¡porque tienen una prosa bellísima! El encanto de la sensibilidad absurda, llena de aparentes contradicciones en sí misma, dotada de un carácter excesivamente humano, me resultó fascinante.

“En la medida en que es posible, a mí me hubiera gustado ser, por el contrario, un escritor objetivo. Llamo objetivo a un autor que se propone temas sin tomarse jamás a sí mismo como objeto. Pero el furor contemporáneo de confundir al escritor con su tema sería incapaz de admitir esa relativa libertad del autor. Así se convierte uno en profeta del absurdo. Y, sin embargo, ¿he hecho yo otra cosa que razonar sobre una idea que he encontrado en las calles de mi tiempo? Que haya alimentado esa idea (y que una parte de mí siga alimentándola), con toda mi generación, no hace falta decirlo. Simplemente, he tomado respecto a ella la distancia necesaria para tratarla y discernir su lógica. Cuanto he podido escribir desde entonces lo muestra suficientemente. Pero es más cómodo explotar una fórmula que un matiz. Se ha elegido la fórmula: aquí estoy, igual de absurdo que antes”.

© K. Sánchez (06/04/22)

De los medios elegidos y de los fines posibles (reseña de “El gran Gatsby”, de Francis Scott Fitzgerald)

El gran Gatbsy era uno de esos libros que tenía en mi lista de pendientes hace muchos años. Al terminar la lectura, después de ese limbo en el que uno queda después de leer ciertos libros, sólo pude recriminarme el hecho de no haberlo leído antes.

Se trata de una novela que gira en torno a los contrastes: entre los personajes, entre las clases sociales, entre las zonas geográficas, entre los comportamientos, las maneras de pensar, los propósitos de vida, la fragilidad de los vínculos, etc. Así, es muy notorio como los personajes se encuentran muy bien marcados y delimitados, partiendo, en mi opinión, desde su clase social.

Se distingue perfectamente la dificultad imperante en relación con el racismo en los Estados Unidos de inicios/mediados del siglo XX, haciéndose referencia en algún aparte a cierta hipótesis extraña al respecto. Es manifiesto también el modo en que se ilustra con suficiencia el machismo y los roles de género, así que es muy fácil encontrar una cantidad de estereotipos a lo largo de la historia, como lo analizaré más adelante. Importante tampoco dejar fuera del análisis el contexto económico general, en el cual se marcaba ya la depresión del 29 y la relevancia de fenómenos como el contrabandismo.

Encontré en esta novela un hilo muy marcado por el individualismo y la ideación materialista de sus personajes en general. Quedé impregnada de la sensación de que todos estaban avocados a vivir vidas muy ligeras, recayendo en la base de que el dinero y las posesiones materiales pueden satisfacer cualquier existencia burda y vacía, sin ningún sentido de responsabilidad o verdadera empatía hacia los demás. Del único personaje del que se podría hacer un análisis medianamente distinto sería del narrador, que es de quien se escuchan algunas reflexiones, pero que pasa a ser simplemente el vehículo para contar la historia de nuestros personajes principales. De todo este contexto se espera entonces, fácilmente, que se desprenda mucha posesividad y violencia en las relaciones que se establecen.

👀 Resumen cortito de la historia:

Nick Carraway, narrador, sobre los años 20, decide hacer su vida en Long Island, en una casita más bien humilde. Su vecino tenía una mansión esplendorosa y ofrecía fiestas increíbles cada fin de semana, a las que iba cualquier cantidad de personajes. Pero nadie tenía conocimiento realmente de quién era Gatsby, el anfitrión de tan lujosos y extravagantes eventos, que ni siquiera parecía tener interés en el desarrollo de los mismos; existían muchas habladurías respecto a su historia y al origen de su riqueza.

Ahora, Nick tenía también otros vecinos: su prima Daisy y su esposo, Tom Buchanan, un atleta proveniente de una familia adinerada. Nick no tardó en darse cuenta de que Tom tenía un romance con la señora Myrtle Wilson, quien, a su vez, era esposa de un mecánico. Al frecuentar la casa de Daisy, Nick conoció a la joven Jordan Baker, con quien tuvo un romance más bien discreto a lo largo de la novela.

Gatbsy buscó entonces entablar contacto con su vecino, Nick, al enterarse de que este era primo de Daisy: sólo quería que le ayudara a volver a hablar con ella, pues, hacía algunos años, antes de que él se fuera para la guerra, ellos se habían enamorado, pero su familia no le permitió establecer una relación con un simple soldado. Por lo tanto, un muchacho de cuna humilde como Gatsby, al ver que le arrebataban la posibilidad de ser feliz junto a Daisy, decidió partir para buscar cómo lograr convertirse en un hombre realmente digno de ella.

Al regresar, entonces, la encontró ya casada, e incluso con una pequeña hija. Fue así como se estableció en la mansión más maravillosa de todo Long Island, se adornó con todas las riquezas y extravagancias posibles para llamar la atención de su amada y, justo por este motivo, ofrecía el tipo de fiestas al que ya me referí: todo para volver a verla, para volver a hablar con ella y ofrecerle todo lo que ahora tenía, sólo para poder estar con ella.

Escena de la adaptación cinematográfica de 2013.
Nick accedió a facilitar el primer encuentro entre Gatsby y Daisy, invitándoles a tomar el té en su casa (sin que ella supiera de la presencia de Gatsby, claro). Después de un encuentro lleno de nostalgia e incomodidad, Daisy accedió a visitar su mansión. Allí demuestra con exagerada suficiencia que se encontraba maravillada con todas las cosas que poseía Gatsby (tanto así que llega a llorar sobre sus camisas porque eran “hermosas”). Y, sí, ella también le fue entonces infiel a Tom.

Tanta cercanía sólo podía generar problemas. Daisy y Gatbsy se tornaron demasiado evidentes con su romance, de lo cual claramente se enteró Tom. Este, indignado, propició un escenario bastante incómodo en el que decidió enfrentarles y saca a la luz el secreto de que Gatsby tenía tal fortuna sólo debido a nexos con el contrabando. Daisy no se define frente al asunto.

Camino de regreso, Daisy volvía junto a Gatsby conduciendo su auto, en un estado de alteración que le lleva a atropellar a una mujer en el camino, la cual murió después del accidente: Myrtle Wilson, amante de su esposo. Según comentó a Nick, este estaba dispuesto a asumir toda la culpa para que Daisy no sufriera las consecuencias. De todos modos, Tom hizo lo suyo y, de alguna manera, el señor Wilson, al enterarse de que el auto que atropelló a su mujer era de Gatsby, dedujo que este era su amante y decidió inmediatamente asesinarle, suicidándose inmediatamente después.

😎Personajes a resaltar:

Jay Gatsby 💕(que no es su nombre real –antes fue James Gatz): un sujeto de cuna humilde, con una infancia y adolescencia bastante dura en temas económicos. Aparentemente vive tratando de superar dicha situación y tener una vida cómoda. Considero que su porcentaje de autoestima a raíz de esta causa era enorme, cosa que haya llegado a enceguecerse tanto como para buscar, por cualquier medio posible, enriquecerse SÓLO para ser “el indicado” para Daisy.

Así, hizo todo lo que estuvo a su alcance para conseguir la riqueza que deseaba, pero no para él sino para complacerla a ella. Eso, en sí, puede que sea absurdo, pero hay que reconocer que, de una u otra manera, lo logró, y lo logró con creces. Era su meta y, por ese sólo hecho, no considero que sea dado criticarla.

“Cuando fui a despedirme vi que la expresión de perplejidad había vuelto a la cara de Gatsby, como si acabara de sentir una duda levísima acerca de la calidad de su felicidad presente. ¡Casi cinco años! Incluso aquella tarde tuvo que haber algún momento en que Daisy no estuviera a la altura de sus sueños, no tanto por culpa de la propia Daisy, sino por la colosal vitalidad de su propia ilusión. Su ilusión iba más allá de Daisy, más allá de todo. Y a esa ilusión se había entregado Gatsby con una pasión creadora, aumentándola incesantemente, engalanándola con cualquier pluma que cogiera al vuelo. No hay fuego ni frío que pueda desafiar a lo que un hombre guarda entre los fantasmas de su corazón”.

Daisy Fay Buchanan 😒: el personaje que más odié de toda la novela. Una mujer extremadamente egoísta, pusilánime e irresponsable, quien sólo tenía interés manifiesto en el dinero, el prestigio y no asumir absolutamente nada por su propia cuenta; persona inconsecuente e inestable, a quien su esposo trata como un trofeo. El nivel de descaro en el actuar de este personaje es indescriptible. Era de esperarse que no iba a ir al funeral de Gatsby, pero, de todas maneras, eso no deja de doler.

“Mientras expresábamos nuestra admiración, Gatsby siguió sacando camisas y el suave y suntuoso montón fue cobrando altura: camisas a rayas y con arabescos y estampados de color coral, verde manzana, lavanda y naranja claro, con monogramas de un tono añil. De repente, entre ruidos ahogados, Daisy hundió la cara en las camisas y empezó a llorar sin consuelo.

—Son unas camisas tan maravillosas —sollozó, y los pliegues, la tela, le apagaban la voz—. Lloro porque nunca había visto unas… unas camisas tan maravillosas”.

Tom Buchanan 😬: otro personaje sumamente odioso y, a mi parecer, muy icónico debido al estereotipo que representa: el macho, deportista, racista, blanco, alto y que, por ese mismo hecho, creía que podía pasar por encima de todo y de todos, y, entre tanto, que las mujeres también hacían parte de su dominio. Concreta la idea de la materialización de la mujer y la exhibe con orgullo.

“No podía perdonarlo ni demostrarle simpatía, pero entendí que, para él, lo que había hecho estaba completamente justificado. Sólo era desconsideración y confusión: Tom y Daisy eran personas desconsideradas. Destrozaban cosas y personas y luego se refugiaban detrás de su dinero o de su inmensa desconsideración, o de lo que los unía, fuera lo que fuera, y dejaban que otros limpiaran la suciedad que ellos dejaban…”.

Myrtle Wilson: la amante de Tom Buchanan, que, en lo poco que se cuenta, también fue víctima de maltrato físico por parte de este. Su esposo, George Wilson, también era una persona sumamente inestable y posesiva, quien perdió la cabeza cuando se enteró de su infidelidad.

Jordan Baker: la joven golfista, amiga de Daisy, que resultó saliendo con Nick y, efectivamente, cansándose de él. Se mostraba un poco más reflexiva e inteligente que su amiga, aunque también con ciertos tintes superficiales que, finalmente, terminaron siendo manifiestos. Una de las conversaciones que más recuerdo de la novela fue la siguiente, que tuvo con Nick:

“—Pero fuiste tú el que me dejó —dijo Jordan de improviso—. Me dejaste por teléfono. Ya no me importas lo más mínimo, pero aquello fue para mí una nueva experiencia, y durante un tiempo me sentí un poco desorientada.

Nos estrechamos la mano.

—Ah, ¿te acuerdas —añadió— de una conversación que tuvimos una vez sobre conducir un coche?

—No, no me acuerdo.

—¿No dijiste que un mal conductor sólo está seguro hasta que se encuentra con otro mal conductor? Bueno, pues yo me encontré con otro mal conductor, ¿no? Quiero decir que, si me equivoqué tanto, fue por mi propio descuido. Creía que eras una persona bastante honesta y sincera. Creía que ese era tu orgullo secreto.

—Tengo treinta años —dije—. He rebasado en cinco años la edad de mentirme a mí mismo y llamarle a eso honor.

No me contestó. Enfadado, medio enamorado de ella y tremendamente dolorido, di media vuelta y me fui”.

Nick Carraway: no podría defender la idea de que sea el personaje con mayor juicio entre los demás, pero tengo que rescatar muchas de sus reflexiones, de su sensibilidad y de sus motivaciones para realizar interacciones dentro de la historia. Apreciaba realmente a Gatsby (a pesar de que le costara tanto confiar en él y en su extraña historia) y le consideraba su amigo, y se comportó de acuerdo con ello.

Creo que, teniendo este contexto, me es dado justificar lo que anteriormente señalé y hacer énfasis en que el vacío era una constante en la vida de todos estos personajes. Si bien la figura de narrador daba un poco más para que a Nick se le considerara como el más “cuerdo” de todos, este tampoco se salva de lo inevitable.

Entiendo que esta trama pueda parecer simplista o predecible a algunos, pero me quedo con la impresión de que es una novela escrita con una finura inigualable. Me agrada (a pesar de que me enoja) el cliché de los personajes y los estereotipos que representan (y que, ay, ¡por favor! esto todavía es muy vigente), y me resultó una lectura muy hermosa y bien dotada de sensibilidad. Así, sería ese el parámetro a revisar, primero (además del contexto que resumí previamente), antes de saber si este libro puede agradar al lector.

Y bien, como decía, me quedo con el trasfondo que hace, incesantemente, referencia a los fines y las metas que cada cual se plantea. Pusilánimes, insensibles, determinados o crueles, tenemos la potestad de elegir, abandonar, retomar y usar los medios que deseemos para llegar a cualquier “luz verde” que consagremos en nuestro horizonte.

“Y, allí, pensando en el viejo mundo desconocido, me acordé del asombro de Gatsby cuando descubrió la luz verde al final del embarcadero de Daisy. Había hecho un largo camino hasta aquel césped azul y su sueño debió de parecerle tan cercano que difícilmente podía escapársele. No sabía que ya lo había dejado atrás, en algún sitio, más allá de la ciudad, en la vasta tiniebla, donde los oscuros campos de la república se extienden en la noche.

Gatsby creía en la luz verde, el futuro orgiástico que año tras año retrocede ante nosotros. Se nos escapa ahora, pero no importa, mañana correremos más, alargaremos más los brazos y llegarán más lejos… Y una buena mañana…

Así seguimos, golpeándonos, barcas contracorriente, devueltos sin cesar al pasado”.

Unos versos de esta canción son citados en la novela :)

© K. Sánchez (04/03/22).

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