Me ha resultado un tanto complejo pensar en la estructura de mi reseña para esta ocasión, teniendo en cuenta, primero, en qué tan satisfactoria me pareció su lectura. Había recibido buena retroalimentación en general de Kazuo Ishiguro (Nobel de 2017), así que tenía altísimas expectativas para iniciar.
Como un
pequeño marco general, puedo comentarles que el libro es de carácter
anecdótico. El protagonista, Mr. Stevens, quien es un mayordomo de, en
promedio, unos cincuenta años, se dedica a contar al lector las anécdotas más
notorias de su vida para, de este modo, dar a conocer su carácter entre líneas
y, así, contar qué fue de su vida al haberla dedicado enteramente a esta labor,
funcionando siempre como el hombre de confianza que se sacrifica para ver
brillar a otro hombre, dejando su existencia de lado como una sombra, que
apenas se dibuja en torno a dicha figura principal y que le da sentido a su
existencia.
Así, sirvió
durante la mayor parte de su vida a Lord Darlington, un diplomático inglés que
estuvo encargado de cuestiones de gran importancia después de la segunda guerra
mundial para tratar de conciliar un poco el orden a nivel internacional y que,
entre todo ese rollo, no logró salvar su reputación entre tantos devaneos que
tuvo con los nazis.
Dentro de
este contexto se mueve la historia de nuestro protagonista, quien trae a
colación todo tipo de recuerdos mientras emprende un viaje por carretera con la
excusa de buscar a la antigua ama de llaves de Darlington Hall, Miss Kenton
(ahora Miss Benn, pues contrajo matrimonio), creyendo haber visto en sus cartas
una leve esperanza de que retornara a la mansión para que, con nuevo amo en
casa después de la muerte de Lord Darlington, le colaborare para sostener la
buena marcha del lugar.
Claro lo
anterior, voy con las siguientes recomendaciones dentro de mis apreciaciones
torpemente estructuradas:
😍Si eres “novato” y vas a leer “Los restos del
día”: la primera
recomendación para leer este libro es que, primero, ya seas un lector, al
menos, medianamente experimentado. Si no estás acostumbrado a leer, si lees
sólo cuando te vas a ir a dormir (para llamar el sueño), si no tienes mucho
bagaje en general en cuestiones literarias, estoy totalmente segura de que este
libro NO te va a gustar.
Aquí no hay
dramas, no hay historias frenéticas, no hay saltos locos entre tramas, no hay
personajes fáciles, no hay temáticas pasionales o historias ávidas que te enreden
y te tengan los ojos pegados al libro con desespero. Aquí, si te desesperas, es
porque no sientes que avanzas. El libro, como está dotado de un carácter
anecdótico, da esa impresión (y es que, así es) de que todo es tremendamente
plano y sin mucho movimiento. Y hay muchas cosas que sólo se dicen entre líneas,
correspondiendo al carácter del protagonista.
Es un libro
que está entretejido con un trasfondo que da para reflexionar acerca de temáticas
muy variadas en cuanto a la experiencia vital que se adquiere con la madurez
(porque, además, es un libro que sólo recoge experiencias de la adultez del protagonista),
como lo son cuestiones relacionadas con el propósito de la vida y el
establecimiento de prioridades, la generación de los conceptos estructurantes
de la propia personalidad, el manejo de las relaciones interpersonales, entre
otros.Escena de la adaptación cinematográfica de 1993
(dirigida por James Ivory)
Por último,
se encuentra también en ese escenario de fondo, como ya lo mencioné, algunas de
todas esas reflexiones entre líneas que se dan a propósito de la posguerra y
que, si bien nunca se señalan de modo directo, se entienden si se sabe leer
también de este modo.
Con lo
anterior es suficiente para sentirse atraído o decepcionado. Así, sácalo de tu
lista de lectura si no es esto lo que estás buscando.
😎Si eres “experimentado” y vas a leer “Los
restos del día”: lo
que hay que decir es que, siguiendo este orden, si no clasificas como lector novato
(sea por edad o por experiencia), entonces, por descarte, quedaste en esta
categoría. Siendo así, parto del hecho de que, cuando uno conoce sus gustos y
alcances literarios, sabe si se puede sentir satisfecho con un libro de
carácter anecdótico y que carece totalmente de una trama convulsiva o de esas
que se quedan con uno porque “lo atrapan”.
El lector
experimentado se conoce lo suficiente para saber a dónde orientarse, tal como
creía saberlo sobre sí mismo Mr. Stevens, nuestro protagonista, siguiendo con
total firmeza y rectitud su camino y construyendo su destino a partir de lo
que, según él, consideró como su concepto de “dignidad” (el cual es, a mi
parecer, el hilo conductor de la lectura), el cual, seguramente, se encuentra
también condicionado por el servilismo.
Esa
dignidad que recoge uno como lector le lleva también a conocer si es uno adepto
del estilo literario japonés (si se hace el esfuerzo de reunirlo como una
generalidad) y tener la claridad de qué tan atrayente y edificante le resulta,
pues es algo que resulta siendo crucial en su esencia. Si bien Ishiguro nació
en Japón, fue criado en Inglaterra y, a mi parecer, encuentro como un punto muy
interesante esa mezcla de estilos.
En cuanto a
forma este libro está lleno de sutileza, está dotado de gran exquisitez en sus
formas; muy marcado ese carácter estético en el que, a pesar de la importancia
del fondo, enmarca de modo magistral las
formas y los paisajes, llegando casi a dejar de lado la emocionalidad (se
encuentra raramente entre líneas, justo porque es la sensación que se quiere
dar sobre la personalidad de Mr. Stevens- motivo por el cual no podría
considerar esa sensación de distanciamiento del narrador como un error), y
logra, a pesar de lo dificultosa que podría resultar la caracterización del
protagonista, desarrollarlo con una destreza incomparable. La finura de esta
narración es asombrosa.
En cuanto
el manejo de las temáticas, resalto también el uso que se dio del contexto y de
los personajes, muy bien elegidos, para hacer que la esencia de la novela
estuviese dirigida, sin saturar, del escenario propio de la posguerra,
soltando, de vez en cuando, ciertas posiciones acerca de la misma que resultan
también, por sí solas, muy enriquecedoras. Ya en el primer punto de mi reseña
resalté algunas de las cuestiones globales que trata el libro, además de esta.Dyrham Park, uno de los sitios del rodaje de
la adaptación cinematográfica de 1993 (Becks)
Así, en
cuanto al universo interno del protagonista, que es el único personaje al que
uno como lector trata de develar permanentemente, a pesar de lo esquivo que
resulta y de la escasa empatía que produce por lo plano de su emocionalidad: es
el típico hombre que, quizás, en virtud de una educación patriarcalista y
basada en esa “dignidad” que ya mencioné, se queda prendado de un rol
asistencial que, si bien tiene en razón de su profesión, se convierte en el
pilar fundamental de su propia personalidad.
Todo lo que
puede analizarse a este respecto es lo que da las claves para entender a este
personaje tan interesante, a pesar de una simpleza muy poco colorida y tan poco
atractiva, pero con la que, quizás, muchos sujetos podrían llegar a sentirse
identificados en cierta medida.
Así, luego
de toda esa conducción (literalmente), entre detalles que a veces pueden resultar
nimios y aburridos y después de todo ese sacrificio en aras de la “dignidad” de
la profesión, luego del encuentro con Miss Kenton (el cual constituyó el fin
último de Mr. Stevens) la narración encuentra su punto álgido con la reflexión
final del protagonista.
Así,
después de un recorrido por anécdotas particulares, no lineales como tal, se
concluye con un planteamiento existencial, dando paso a una posición particular
en la cual, al favorecerse todo ese panorama de “mirar hacia atrás”, se ponen
de manifiesto algunas cuestiones relacionadas con la manera de desenvolverse en
la propia existencia, desde la vista, justamente, de la persona que se ve en la
obligación de comenzar a vivir su vejez, asumiendo todas las consecuencias del
recorrido hecho durante todos los años previos.
Sin spoilers, creo que con lo anterior resulta fácil saber si se agrega o se elimina de la lista de lectura. De todos modos, para efectos de curiosidad, pueden acudir a la adaptación cinematográfica (aquí les dejo el tráiler) realizada en 1993, dirigida por James Ivory, con Anthony Hopkins y Emma Thompson como actores principales.
© K. Sánchez (24/05/22)