¿Es destino o es decisión? – Reseña de “Una cuestión personal” de Kenzaburō Ōe

Introducción breve: Kenzaburō Ōe es un escritor japonés que ganó el nobel de literatura en el año 1994. Vamos ahora con el fondo del asunto, frente a lo cual sólo considero pertinente agregar que los acontecimientos aquí narrados provienen de situaciones personales que hicieron parte de la vida real del autor, esto con el nacimiento de su hijo, Hikari Oe, quien, a pesar de su discapacidad, se convirtió en compositor musical. Otras de sus obras también giran alrededor de este particular.

Es así como esta narración, publicada en 1964, parte de una situación que lleva al protagonista, a quien se le conoce como “Bird”, a replantearse toda su existencia, su sentido y su permanencia en la misma. Me permito hacer el adelanto porque no se pierde nada con ello: su esposa acaba de dar a luz a un hijo con una tremenda deformidad en la cabeza. Así, desde el principio, sale a relucir el hilo conductor de los sucesos, y este hace referencia a la manera en la que el individuo asume las condiciones complejas a las que se ve enfrentado en ciertos momentos de su vida.

Es curioso ver cómo el ser humano, dependiendo de sus debilidades, de sus costumbres, de su cultura y de su historia personal, entre otros, define sus propios métodos autodestructivo (unos más evidentes que otros, quizás). Es curioso explorar, a través de otros ojos, la importancia que tiene para cada cual los distintos ámbitos de la vida y las percepciones de los principios y la moral.

A propósito, este libro, además de captar de manera muy sincera una relación compleja con el alcohol, transmite una impresión muy clara acerca de la sensación que puede sentirse cuando, después de evitarlo, se vuelve a caer en la espiral y se teme inmensamente al resultado. Y más que eso, quedé tremendamente satisfecha al haberme encontrado aquí la mejor descripción de una resaca bastante bochornosa (así como en “Confesiones de una máscara” encontré la mejor descripción de una escena de masturbación), tanto así que puede uno sentirla en carne propia, junto con todo el dolor y la miseria que se puede llegar a sentir en esas ocasiones.

“Cuatro semanas más tarde, Bird se recuperó de una dolorosa borrachera de setecientas horas y descubrió en sí mismo, desgraciadamente sobrio, la desolación de una ciudad destrozada por la guerra. Era como un débil mental al que solo le quedara una mínima oportunidad de recuperarse, pero tenía que volver a ordenarlo todo, no solo a sí mismo sino también sus relaciones con el mundo exterior.”

No ahondaré en la relación de Bird con el sexo, pero considero que es un elemento importante para captar el sentido de la novela. Traer al discurso en qué momento el sexo puede ser un escape; cuando puede, quizás, tener una relevancia más de carácter moral –debido a la formalidad, y cómo resulta algo, en apariencia tan sencillo, trascender a varios aspectos de la cotidianidad.

De la mano de dichas consideraciones cotidianas que tendemos a normalizar (por el hecho de no sobrepensarlas innecesariamente) se presentan también nuestras ideas de escape –sean o no realizables. Bird, por ejemplo, hablaba constantemente de un viaje a África, el cual podía percibirse como un sueño, así como una fantasía de escape. Finalmente, esta idea fija resultó siendo definitoria en el momento en el que tuvo que tomar una de las decisiones más importantes de su vida, tanto así como para plantearse algunas consideraciones suicidas.

“El marido muerto soy yo, pensó Bird, y el verano que se avecina será fácil de soportar porque el cadáver de un marido muerto está tan helado como un árbol en invierno. Temblando, Bird susurró: «¡Pero yo no me suicidaré!», y se sumergió en las profundidades del sueño.”

Alainauzas, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons
Entre tanto se mueve el centro de la narración, el cual, si bien es la excusa para iniciarla, puede verse como un factor no definitorio. Es el protagonista quien, a partir de su carácter y su individualidad, le da las diferentes tonalidades al universo en el que está viviendo y, finalmente, opta por asumir las consecuencias de sus decisiones. Muy bonita me ha parecido la siguiente comparación que Bird suele hacer para referirse a su hijo:

“Mi hijo tiene la cabeza vendada como Apollinaire cuando fue herido en el campo de batalla. Mi hijo fue herido en un campo de batalla oscuro y silencioso que nunca he visto, como Apollinaire, y ahora grita sin sonidos…

De pronto, Bird comenzó a llorar. La cabeza vendada, como Apollinaire: la imagen simplificó y orientó sus sentimientos. Se dio cuenta de que estaba convirtiéndose en una gelatina sentimental; pero al mismo tiempo se sentía justificado: incluso descubrió cierta dulzura en las lágrimas.

Como Apollinaire, mi hijo fue herido en un campo de batalla oscuro y silencioso que no conozco, y ha llegado con la cabeza vendada. Tendré que enterrarlo como a un soldado muerto en combate.

Bird continuó llorando.”

Como último escenario que pongo a disposición, quiero hacer énfasis en cómo las situaciones exteriores pueden llegar a tener una injerencia incalculable cuando, justamente, se pasa por momentos en los que es difícil captar un sentido único de la realidad. Incluso, percibí el ambiente medianamente surreal en la primera parte del libro, cuando Bird aún no había asumido el shock de la noticia recibida, y el ambiente de hospital, además, evocó en mi la sensación que tuve al leer “Encuentros secretos”, de Kobo Abe.

“—Soy obstetra. En nuestro hospital no hay especialistas en cerebro. Pero los síntomas son clarísimos: una hernia cerebral, sin la menor duda. Desde luego, sabríamos algo más si hubiésemos extraído un poco de líquido espinal de la protuberancia craneal. Pero hay riesgo de perforar el cráneo y entonces sí que habría problemas. Por eso le llevamos al hospital universitario sin tocarlo. Soy obstetra, pero me considero afortunado de haber encontrado un caso así… Espero poder presenciar la autopsia. Dará su consentimiento para la autopsia, ¿no? Probablemente en este momento le apene hablar de autopsia, pero, en fin, mírelo desde este punto de vista: el progreso de la medicina es acumulativo. La autopsia de su hijo puede permitirnos saber lo necesario para salvar al próximo bebé con hernia cerebral. Además, si me permite ser sincero, creo que el bebé estará mejor muerto, y lo mismo le ocurrirá a usted y a su mujer. Algunas personas son extrañamente optimistas en este tipo de casos, pero créame, cuanto antes muera el niño mejor para todos. No lo sé, quizá sea la diferencia de generaciones. Yo nací en 1935. ¿Y usted?”

A su vez, el ambiente de confusión que el autor genera, hace que resulte mucho más sencillo compartir la vulnerabilidad del protagonista, quien, prácticamente, queda anulado por lo desconcertante del asunto, tanto así como para dar la impresión de que se trata de una persona pusilánime, cobarde e indiferente, lo cual va tomando ciertos matices a medida que se avanza en la lectura.

De este modo, puedo asegurar que adentrarse en esta historia resulta curioso para evaluar la propia empatía hacia personas en situaciones de vulnerabilidad, así como la manera en la que solemos actuar ante situaciones que demandan cierta agitación moral y que, a la vez, nos exigen acciones inmediatas. Ser consciente de la debilidad propia, del continuo ciclado de nuestros sentimientos y emociones, y de la manera en la que todo este sustento es básico para un proceso tan interesante como el “tomar una decisión”, puede conllevar una enorme diferencia para que consideremos la existencia de un destino inevitable o el papel de una voluntad que, aunque no necesariamente incólume, sí puede ser debidamente asumida.

© K. Sánchez (23/03/06)

La inherente miseria humana y el papel de la fatalidad – Reseña de “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes”, de Tatiana Tibuleac

Esta lectura (de Tatiana Țîbuleac, novela escrita en 2016) tiene mezcladas una buena cantidad de cosas complicadas y súper. Ofrece, además d...