Sobre el peso de las decisiones (reseña de “Daisuke”, de Natsume Sōseki)

Daisuke, segunda parte de la trilogía iniciada con Sanshiro (cuya reseña puse a disposición previamente), fue publicado un año después, esto es, en 1909. Ya algo acostumbrada al estilo de Soseki, tenía como muestra previa también a Kokoro. Por lo tanto, tenía bastante curiosidad por saber el estilo y la trama general de Daisuke.

Al conocer que se trataba de la segunda parte de la trilogía, pensé que, seguramente, tendría un estilo también gracioso, con brillitos de inocencia o la misma vivacidad; al menos, esperaba que las historias se conectaran por algún personaje en particular, en algún punto, pero no fue así, de ninguna manera. Lo único que tenían en común era que las historias se desarrollaban en Tokio y, quizás, que ambos protagonistas eran hombres bastante cobardes.

😎Recomendaciones para quien desee leer la obra:

  • No considero necesario leer primero Sanshiro, a pesar de que sea esta la primera parte de la trilogía. Como mencioné, son historias independientes.
  • A diferencia de Sanshiro (para quienes lo leyeron previamente), aquí no hay comentarios graciosos, no hay atisbos de inocencia o de inexperiencia, las referencias al arte y a la literatura son muy mínimas y ambos protagonistas son totalmente distintos. El enfoque en esta novela está orientado a las costumbres, la moral y las estructuras sociales.

(…) Fíjate, a Japón se le van a romper las tripas y las consecuencias de eso se verán en cada uno de sus individuos. Un pueblo así de oprimido por Occidente no tiene tiempo libre para cultivar su mente y por eso no puede hacer nada que merezca la pena. Recibe una educación despojada hasta de sus huesos, que obliga a tener las narices tan pegadas a la rueda del molino al que estamos enganchados que al final nos mareamos y acabamos por padecer todo tipo de crisis nerviosas. Intenta hablar con la gente. Normalmente son todos estúpidos. No han pensado nunca en nada más que en sí mismos, el día en el que viven, el instante preciso en que lo hacen. Están demasiado exhaustos para pensar en otra cosa y no es culpa suya. Por desgracia, el agotamiento del espíritu y el deterioro del cuerpo van de la mano. Y eso no es todo. El declive de la moral también se ha instalado entre nosotros. Mires donde mires en este país, no encontrarás ni un solo rincón glorioso, brillante. Son todo lugares sombríos. Por mucho que yo diga o haga, ¿cuál sería la diferencia con ese panorama? (…)”.

  • Es un libro lento. Toda la historia se encuentra centrada en la figura de Daisuke, el protagonista, en sus reflexiones, y se enfoca casi exclusivamente en describir su manera de ver la vida y la sociedad de la época, mientas la trama se desarrolla de modo que se puede considerar muy repetitivo.
  • Es importante conocer un poco el contexto del Japón de la época para que resulte más fácil comprender el pensamiento del protagonista. Una de las claves es conocer las generalidades de la era Meiji y el proceso de occidentalización de la región (tema que ya se trataba en Sanshiro), así como el debate entre la tradición y la modernidad.

Si bien con menos frecuencia que en Sanshiro, en esta novela también se hacen algunas referencias a cuestiones artísticas y literarias, aunque el enfoque de esta era más hacia 

👀Resumen de la trama:

Fue un libro que me costó trabajo leer. Lento, pesado, repetitivo. Los mismos dilemas de Daisuke todos los días, excesiva falta de acción y un estado de cosas que, aparentemente, era inmodificable; te hastía, te aburre, te hace pensar que todo será igual hasta el final. Pero esa atmósfera densa y monótona resultó ser fundamental para darle un impacto increíble al final del libro. Eso lo entendí con el suspiro que tuve con el punto final, sucedido por un silencio largo de esos que enmascaran un “¿qué carajo acabé de leer?”.

Dice la contraportada que Daisuke era un tipo “perezoso” o “atolondrado”, pero considero que son palabras muy alejadas de la realidad de la narración. Daisuke era un hombre de 30 años, hijo de una familia de comerciantes bastante adinerada y de renombre, que, contrariando la voluntad de su padre, no estaba interesado en contraer matrimonio. Habían hecho numerosos intentos por buscarle una mujer, pero este, como cosa normal de su temperamento, evadía siempre los posibles compromisos. Lo describo más como un sujeto con una sensibilidad exacerbada, ansioso, reflexivo, de modales muy refinados y basto conocimiento intelectual (gran influencia de occidente), incapaz de tomar posiciones radicales (en la vida real) frente a cualquier cosa.

A pesar de que Daisuke tenía un título universitario, nunca había querido ejercer una profesión, no tenía tampoco una motivación precisa para hacerlo y, además, no le era necesario porque su padre se encargaba de otorgarle una asignación mensual para los gastos de su casa y de su vida diaria. Así, pasaba los días sumido en sus lecturas, dando vueltas en su cabeza a las mismas razones que le hacían abstenerse de conseguir un trabajo o de hacer su vida como un hombre casado. Ocasionalmente visitaba a su familia, teniendo una relación estrecha con su cuñada, quien resulta importante en algunos momentos de la narración.

Daisuke había tenido un gran amigo durante su época de estudios, Hiraoka Tsunejirō, con quien se reencontró debido a que este había regresado a Tokio al haber perdido su empleo. Este, hace algunos años, había contraído matrimonio con una joven llamada Michiyo, quien también fue amiga de Daisuke tiempo atrás. Una vez finalizado este reencuentro, se revela que el carácter de ambos ha cambiado mucho y, en resumen, no resulta ser muy afortunado.

Independientemente de ello, pasado un tiempo, Michiyo se toma la tarea de buscar a Daisuke requiriendo cierto apoyo económico debido a lo tenso de la situación económica por la que está pasando junto con Hiraoka. Como era de esperarse, la relación de la pareja no iba muy bien a partir de ello, aunado a que, tiempo atrás, Michiyo había perdido su primer embarazo a causa de una enfermedad.

Debido a que no contaba con independencia económica, a Daisuke no le resultaba sencillo ayudar a sus viejos amigos, pero trató de conseguir el dinero suficiente, incluso, pidiéndolo prestado a su hermano, quien se negó a colaborarle. En general, la situación familiar de Daisuke iba cada vez de mal en peor (tenía una relación muy compleja con su padre), pues era bastante irritante ya mantener a un hombre que, además, se rehusaba a casarse, a conseguir un trabajo o a hacer cualquier cosa determinante con su vida.

Así, en el transcurso de dicha temporada no sucede nada realmente concluyente, se dan algunos sucesos sin mayor importancia en sí, pero dentro de los cuales se puede determinar con enorme claridad los móviles que han llevado a Daisuke a tomar una posición tan pasiva frente a una existencia en un tiempo en el que no se sentía preparado para vivir, a fin de cuentas.

En cierto momento de la lectura se revela que el hecho de que Daisuke haga tantos esfuerzos por ayudar a Michiyo (no esperaba, realmente, ayudar a Hiraoka) en su crisis económica, corresponde a que estaba enamorado de ella desde antes de que se casara. En virtud de su desidia y de su aparente desinterés, por lo tanto, decidió incluso facilitar su matrimonio. Mas no le fue posible seguir ocultándose a sí mismo sus sentimientos hacia ella, a pesar de que ello implicaba enormes dificultades, al tratarse justamente de una mujer casada.

“Miraba en silencio la cara de Michiyo y observó cómo la sangre se fugaba de sus mejillas hasta dejarlas casi lívidas. Por primera vez, Daisuke fue consciente del peligro que suponía quedarse frente a ella un solo minuto más. Sus palabras, que nacían de una simpatía mutua y natural, les habían empujado hasta el borde de un precipicio. Era cuestión de segundos que sobrepasasen los límites fijados por la sociedad. Daisuke disponía de los recursos suficientes para retirarse a tiempo como si nada hubiera pasado si llegaba el caso e iban más allá de lo permitido. Siempre que leía novelas occidentales, le invadía la sospecha de que las relaciones amorosas eran demasiado abiertas, caprichosas y directas. Incluso en ocasiones excesivamente densas. En el caso de que uno pudiera leerlas en su idioma original, la percepción cambiaba, pero difícilmente podía traducirse eso al japonés. Por tanto, no tenía la más mínima intención de usar frases importadas en su relación con Michiyo. Entre ellos dos bastaban las palabras corrientes. El peligro no estaba ahí, sino en resbalar y cruzar la línea sin darse cuenta. Daisuke logró mantenerse en su lugar a duras penas”.

Mientras estas dudas asaltaban su cabeza, la familia de Daisuke hacía nuevamente un intento por conseguirle una esposa, y él se había sentido obligado a conocerla y a toda la parafernalia que significaba el posible matrimonio. Se describe a la mujer como una joven insulsa y sin gracia, sin conocimientos e intereses en particular, apenas con una imagen aceptable y, eso sí, pariente de una familia de prestigio, lo cual favorecería la posición económica de ambas familias.

“Siempre había mantenido la teoría de que el hombre estaba acabado cuando le daba más importancia a las patatas que a los diamantes. Si atraía hacia sí la cólera de su padre y sus peores augurios se hacían realidad, rompiéndose definitivamente sus lazos financieros, no le quedaría más remedio que renunciar a su diamante y dedicarse a roer patatas. Podía abandonarlo todo y solo le quedaría el amor que le llegaba de forma natural para compensarlo. Y el objeto de ese amor era la mujer de otro hombre”.

Cada vez más seguro de que no deseaba este matrimonio, Daisuke decidió hablar con Michiyo y preguntarle si correspondía a sus sentimientos y, a su vez, pensar en si existía alguna alternativa posible para que lograran estar juntos. Así, en medio de una conversación muy emocional (hermosísima, a mi parecer 💖), ella admite amarle también y dice estar dispuesta a renunciar a su matrimonio para estar con él, a pesar de las consecuencias que esto pudiera generar (desde económicas hasta sociales). Decisión bastante valiente (y arriesgada) sabiendo el deshonor que podía significarles.

“Daisuke observó las lilas blancas y se abandonó al embriagador olor que inundaba la habitación. El aroma le traía a la memoria algunas escenas del pasado de Michiyo. Indisolublemente unido a ese pasado, estaba el suyo propio. Se mezclaban y confundían como bocanadas de humo.

—Hoy, por primera vez, vuelvo al pasado que nunca debería haber abandonado —dijo en voz alta.

Al ser capaz de decirlo, sintió una cierta paz que se apoderaba de todo su cuerpo, una paz como no había conocido en años. ¿Por qué no lo habría hecho antes?, se preguntó. ¿Por qué había tratado de resistirse todo ese tiempo a la naturaleza, al destino? En la lluvia, en las flores, en su pasado revivido, contempló una vida pura de paz no adulterada. No había espacio para el egoísmo en esa vida; no existía el interés ni en su cara ni en su cruz. No había pérdida ni ganancia ni una moralidad opresiva. Solo había libertad como nubes flotando en el espacio, una naturaleza que fluía como el agua. Todo era gozoso. Todo era bello”.

Lilas blancas  (Edouard Manet) Óleo sobre lienzo, 1883.
Es así como decide enfrentar a su padre y, a pesar de que ya todos daban por sentado el futuro matrimonio que habían tratado de convenir, rechaza la propuesta, a pesar de sentirse un poco compungido debido al estado de salud de su padre, lo cual le hacía más dificultoso mantenerse en su decisión, la cual era la primera decisión real que tomaba a lo largo de toda la novela (y de una buena cantidad de años de su vida) y que implicaba un deseo verdadero de afrontar el mundo en todas sus dimensiones.

Superado el primer obstáculo, el cual consistía en rechazar dicho matrimonio, el siguiente paso era revelarle a Hiraoka sus sentimientos y, convenciéndole de que en su matrimonio no había amor ni estima mutua, pedirle que la dejara libre para estar con él, pues sus sentimientos eran correspondidos. Después de varios días de angustia y ansiedad al no poder contactarse con él, finalmente se encuentran y tienen una conversación muy difícil al respecto (otra también digna de resaltar dentro de la obra por la pasionalidad y la nostalgia que la envuelve).

En conclusión, Hiraoka accede a entregarle a Michiyo, pero con la condición de que espere a que se recupere, pues debido a la tensión emocional que había estado padeciendo las últimas semanas, esta había caído gravemente enferma. A su vez, le pide que no vuelva a su casa y que desaparezca por completo de su vida y, así, tan pronto como Michiyo estuviera convaleciente, él se la enviaría.

A la mañana siguiente, después de pasar por fuertes episodios de agitación y de ansiedad debido a la incertidumbre, recibió una vista inesperada de su hermano. Este le extendió una carta (la cual no se presenta en la novela) firmada por Hiraoka, le preguntó si era verdad lo que se decía en la misma y si el sostenía algún tipo de relación con Michiyo. Al recibir una respuesta afirmativa, su hermano le informó que, en ese caso, su padre le enviaba como mensaje lo siguiente: «No quiero ver a Daisuke nunca más en mi vida. Puede ir donde quiera, hacer lo que quiera. Como contrapartida, nunca más volveré a tratarle como si fuera mi hijo y espero que él no me considere más su padre». Así las cosas, al ver que Daisuke no pedía perdón o negaba lo escrito en la carta, su hermano también le retiró sus afectos.

Así, en una atmósfera saturada de una angustia indecible que se venía incubando desde los últimos tres o cuatro capítulos, que no da un espacio para respirar y en la cual se desemboca luego de esa pasividad que había caracterizado la mayor parte del libro, el derrumbe de todos los acontecimientos se da, entonces, de una de las maneras más catastróficas posibles y arrastra con cualquier atisbo de esperanza que se pudo haber engendrado. Daisuke fue entonces expulsado de su familia, viéndose obligado a asumir la vida sin sentido que siempre estuvo tratando de esquivar. Además de ello, la traición de Hiraoka, además de lo que en sí significaba, también el final inconcluso debido a que no se cuenta qué sucedió finalmente con Michiyo, pues este no pudo volver a verla ni supo nada más de ella.

El final de la obra tiene una fuerza increíble (tanto que todavía me da vueltas en la cabeza), desde la forma hasta el fondo; preciosísimo, envolvente, tremendamente descriptivo de un estado mental no tiene un nombre exacto:

“Daisuke caminaba a toda prisa bajo el sol abrasador. Estaba a punto de echar a correr. El sol golpeaba inmisericorde su cabeza. El polvo seco de la calle cubría sus pies desnudos como si fueran cenizas. Sentía como si le estuvieran quemando. Caminaba y no dejaba de repetirse: «Me estoy quemando, me estoy quemando».

(…)

De pronto, se fijó en un buzón rojo. El color saltó al interior de su cabeza y allí empezó a girar. Junto al letrero de una tienda de paraguas, colgaban expuestos cuatro parasoles también de color rojo, uno encima de otro. Ese rojo saltó una vez más dentro de su cabeza y se arremolinó en un tumulto. En un cruce, un hombre vendía globos rojos. El tranvía giró de repente y los globos le siguieron hasta meterse en su cabeza. Un coche rojo de Correos pasó junto al tranvía en dirección contraria y su cabeza también lo absorbió. La cortina de un estanco por el que pasaron era roja. Había un anuncio de rebajas de color rojo. El poste de la electricidad era rojo. Una tras otra, todas las señales estaban pintadas de rojo. Al final, el mundo entero se volvió de color rojo y, con él en el centro, empezó a girar y girar a su alrededor desprendiendo enormes llamaradas de fuego. Daisuke decidió que seguiría allí hasta que su cabeza se hubiera consumido por completo”.

Así, mientas me quemo lentamente 🔥 no saco de mi cabeza la idea de lo importante que es para el ser humano habituarse a tomar decisiones y, si bien es importante ser observador pasivo en muchos momentos respecto a sí mismo, el papel activo es determinante para materializar todas las reflexiones a las que se llega, so pena de llegar a estados como la desidia o la falta de carácter. 

Si bien los escenarios posibles son múltiples y nunca se tiene certeza absoluta frente a la mayoría de asuntos que nos competen, el afrontamiento es la única experiencia válida para calificar lo que se conoce, lo que se pretende conocer y, en últimas, para moldearse y modificarse a uno mismo indefinidamente.

Pronto iniciaré con La puerta, novela que finaliza la trilogía. Voy a darme un respiro con algo de Kawabata mientrasme siento preparada para retomar. 

© K. Sánchez (14/04/22)

1 comentario:

  1. He leído tu reseña y te felicito, por lo descrito y tus comentarios.

    ResponderEliminar

La inherente miseria humana y el papel de la fatalidad – Reseña de “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes”, de Tatiana Tibuleac

Esta lectura (de Tatiana Țîbuleac, novela escrita en 2016) tiene mezcladas una buena cantidad de cosas complicadas y súper. Ofrece, además d...