Puntos para el debate sobre la despenalización parcial del aborto en Colombia

Si bien la decisión tomada el día de ayer en sede de la sala plena de la Corte Constitucional en Colombia acerca de la despenalización parcial del aborto ha traído muchas opiniones diversas, este debate, de radical importancia para las mujeres, no es nuevo al interior de la sociedad. Da la impresión de que esta nunca fuera a estar lista para ello, como de que “no estamos listos para esa conversación”.

Una de las luchas más arduas del feminismo en esta época ha sido estructurada, precisamente, por la despenalización del aborto. El hecho de catalogar el aborto como un delito se entiende como una limitación de papá-Estado a la libre determinación de la mujer sobre su propio cuerpo y se inmiscuye desmesuradamente su poder de decisión, esto es, su autonomía, la cual tendría que entenderse como un derecho fundamental. Es interesante ver la argumentación de la Corte en 1994, luego en 2006 (cuando se admitieron las tres causales), y ahora quedamos expectantes a la de 2022.

Se encuentra, entonces, esta configuración liberal de garantizar el derecho de la mujer en contraposición al ideario de que “toda vida es sagrada”. No son desconocidos los argumentos de parte y parte, motivo por el cual me dispongo a poner de presente algunos puntos básicos para que tengan en cuenta dentro de sus discusiones. Seré breve:

1.    La sacralidad de la vida como criterio de doble moral:

Muchas cosas para tener en cuenta. La vida es un derecho fundamental, primero. Seguido de ello, hay que tener en cuenta que el homicidio es un tipo penal que no aplica para el nasciturus (el no nacido), pues este no ostenta, jurídicamente, la calidad de persona humana como tal, lo cual implica que no es preciso pensar en este tipo penal al hablar de un aborto. Si bien hay tipos penales que tutelan los derechos de la madre gestante, esta es una cuestión independiente.

La cuestión de la doble moral, entonces, la resalto debido a que la pretendida sacralidad de la vida se encuentra, en esta sociedad, como un concepto que sólo se usa cuando conviene. No es un secreto para nadie la indignidad de condiciones en la que viven miles de personas en nuestro país (hambre, inaccesibilidad al agua potable, analfabetización, acceso limitado a la educación y otros básicos para formar dignamente a los seres en la integridad que representan –o que deberían representar), además del irrespeto proclamado que nos ha acostumbrado a ser testigos de asesinatos, desplazamiento forzado, violaciones, entre otros.

Que la vida sea sagrada es un idealismo. No tenemos las condiciones para tal. Como sociedad no somos coherentes con ese amplísimo postulado. La carencia de coherencia es innegable.


2.    La prioridad de la mujer en el debate:

No podría criticar, de ninguna manera, el hecho de que los hombres, quienes también conforman la sociedad, tengan algo que decir al respecto, pues todos tenemos derecho a formarnos nuestra propia opinión. Lo verdaderamente cuestionable (y que, según he visto en muchas ocasiones) es que pretendan argumentar que, quienes estamos a favor de una causa como el aborto, estamos equivocadas (porque el discurso va en contra de la mujer) porque somos irresponsables, porque carecemos de principios o porque somos “asesinas”. La opinión del hombre no es más objetiva ni más fiable que la de la mujer, ni tiene más valor que esta, de ninguna manera.

Es una muestra muy clara del patriarcalismo que nos invade. Se habla, se reniega y se insulta, pero muchos son incapaces de reconocer que somos nosotras quienes, en realidad, debemos tener aquí la última palabra.

Son nuestros cuerpos los que están involucrados, es la maternidad la que está en escena; es ese rol que históricamente hemos llevado las mujeres, en vista de la marcada ausencia del hombre en su ejercicio de la paternidad y que, evidentemente, ha marcado la vida de las madres, muchas forzadas a continuar con un embarazo por miedo o por presión social, entre otros.

Quiero traer a colación el tipo penal del embarazo forzado, delito que se da en contextos de conflicto armado (art. 139C de la Ley 599 de 2000). ¿Por qué lo menciono? Para que, si es útil, consideren la idea de que el embarazo también ha sido usado como objeto de dominación por parte de la figura de poder que puede representar el hombre en conjunto con su virilidad, y que trata de imponer a la mujer, sujeto históricamente vulnerable, la procreación misma porque esta es su voluntad. ¿Será el conflicto armado el único contexto en el que se han dado estas conductas?

 

3.    El arraigo primitivo al punitivismo:

Es particular ver cómo la sociedad tiende a encargar al Estado el castigo de montones de cosas que podrían prevenirse sin necesidad de acudir a amenazas de corte penal. El afán de castigar y penalizar cualquier conducta sólo demuestra la poca responsabilidad que el ser humano quiere tener sobre sí mismo, requiriendo amenazas para considerar la posibilidad de aplacar su comportamiento.

Además, el contentillo que se les quiere dar a las masas mediante la penalización sin medidas (la pena de muerte, la creación de nuevos tipos penales o la agravación de algunos ya existentes) sólo constituye un arma del populismo punitivo que funciona a quienes desean acomodarse mejor en épocas de elecciones.

Ahora bien, recuerden que se trata de una despenalización parcial. Y tengan presente que los castigos nunca han sido disuasorios ni ejemplares.

 

4.    La absurda falta de educación sexual:

El primer paso para saber cómo actuar frente a determinado fenómeno consiste en conocerlo a cabalidad. En este contexto tenemos desde padres que no saben ilustrar a sus hijos acerca de la naturaleza del sexo (por falta de tacto, por tabú o porque no les interesa) hasta carencias en las instituciones educativas de programas integrales sobre el tema.

También se conocen muchos casos en los que resulta difícil (y se omite) enseñar a los niños las señales de alarma sobre posibles actos sexuales abusivos que puedan cometerse en su contra, porque los parientes, en ocasiones, suelen estar llenos de un miedo absurdo hasta a enseñarles a sus pequeños que tienen pene o vagina. El acceso carnal violento se empieza a prevenir desde la niñez.

Esa es una muestra de que el sexo sigue siendo un tabú en muchos casos. Hay padres que reprenden a sus hijos si encuentran que estos cargan condones, o humillan a sus hijas cuando se enteran de que estas usan algún método anticonceptivo. El diálogo a tempranas edades sobre el tema también es fundamental, pues es necesario enseñar la naturalidad del deseo y de las relaciones sexuales, lo cual conlleva asumir responsabilidades y conocer las consecuencias de nuestros actos.

 

5.    La falibilidad de los métodos anticonceptivos:

La puesta en escena del tema del aborto pone de manifiesto la fuerte ignorancia que existe sobre el tema hasta en personas que son “educadas”. Ningún método anticonceptivo es 100% efectivo, pero hay personas que dicen que, si una mujer no quiere hijos (recargando nuevamente a la mujer la responsabilidad) debería “cerrar las piernas” (pero muchos juzgan desde la posición en la que evaden su responsabilidad o su participación en el acto sexual).   

En muchas ocasiones los condones se rompen (incluso está el caso en que los sabotean intencionalmente), y hay casos también en los que la píldora del día después tampoco resulta eficaz. ¿Qué hay que tener en cuenta, entonces? Que en muchas ocasiones no es falta de voluntad o de responsabilidad por parte de la mujer (¡y qué desgracia tener que admitir que este sea un peso que carguemos sólo nosotras, cuando ni siquiera nuestras parejas sexuales suelen saber sobre nuestro ciclo menstrual!).

 

6.    El desconocimiento del cuerpo femenino y los múltiples efectos secundarios de los métodos anticonceptivos hormonales:

Reitero la desgracia que padecemos las mujeres al tener que asumir la responsabilidad por la planificación y todo lo que esta implica. Es tema largo que reduciré a que ni siquiera muchas de nosotras sabemos, a ciencia cierta, cómo funciona aquello de la ovulación; no sabemos que apenas son unos pocos días en los que somos susceptibles de quedar en embarazo, y nos vemos subyugadas, desde que iniciamos nuestra vida sexual, a acudir a un método de planificación hormonal que no conocemos del todo, pero con el que sabemos que estaremos más seguras, al menos lejos de un embarazo no deseado (si es que tenemos la fortuna de conocer y de acceder a edad adecuada a métodos anticonceptivos).

Muchos desajustes a nivel hormonal, los cuales tienen consecuencias a nivel físico y mental, se dan a propósito del uso de anticonceptivos hormonales. Soportamos depresión, ansiedad, aumento de peso, cambios en el estado de ánimo, síndrome premenstrual, sangrados anormales, entre otros, que nos hemos visto forzadas a normalizar, mientras que, por lo general, nuestras parejas sexuales no se dan por enteradas. ¡Cargamos con mucho, mujeres!

 

7.    El temor impertinente a que se acuda al aborto como “método anticonceptivo”:

Supongo que las personas que tienen esta percepción imaginan que acudir al misoprostol como método abortivo equivale a tomar una píldora anticonceptiva. Sólo pongo de presente que tomar la decisión de someterse a un aborto es doloroso, porque, sea cual sea la ideología, principios o creencias de la mujer, siempre se está ante diferentes perspectivas y ante lo que implica ese “podría ser”.

Las implicaciones físicas que tiene un aborto son también bastante fuertes, pues, además de tomar una decisión y someterse a un procedimiento (ya suficiente carga moral), este genera suficientes malestares, y puede llegar a tener consecuencias complejas si no se realiza bajo el acompañamiento de un profesional en la materia. No voy a repetir lo que ya sabemos acerca de la cantidad de mujeres que mueren tratando de practicarse abortos clandestinos.

 

8.    El aborto como privilegio de clase:

Por último, si bien las condiciones en las que se dictaminó la despenalización parcial del aborto lo hacen más asequible para todas las mujeres en el territorio colombiano, se requiere de políticas públicas específicas para que este derecho pueda ser garantizado en términos prácticos, sin trabas institucionales; sin esperar tres meses para que la EPS atienda el caso, tiempos largos que pueden afectar nuestra salud física y mental si no estamos en condiciones para dar a luz.

Por otra parte, es innegable que, en vista de las condiciones del sistema de salud, será más fácil el acceso al aborto para aquellas mujeres con cierta capacidad económica (que puedan costearse un médico particular, dado el caso). A su vez, será una opción plausible para aquellas mujeres que cuentan una educación más liberal y más íntegra. Hay muchas que no saben lo que es el feminismo y que, incluso, hasta le temen; hay muchas que no han sido tocadas en su vida diaria por esta lucha.

No considero que el confesionalismo sea el enemigo, pero sí la ciega adoración. No está mal tener un guía espiritual, pero sí es peligroso no cuestionarle. La iglesia católica, estamento descaradamente patriarcal, está enfurecida porque nos extienden un derecho a las mujeres (esta iglesia que no permite sacerdotisas, por ejemplo), y sigue engalanándose en el uso desmesurado del poder que implica inmiscuirse en la conciencia de sus seguidores.

Cabe resaltar que, habiendo puesto de manifiesto lo anterior, este escrito no tiene un propósito de parcializar o convencer a nadie de ninguna posición en particular. La invitación sólo consiste en tener en cuenta que la opinión propia no es absoluta, que no es dado imponer una moral en particular a todos los sujetos (quienes contamos con libertad de autodeterminación); que, independientemente de que estemos o no de acuerdo con el actuar de otras personas, la idea de limitar ciertas conductas penalizándolas no constituye ningún tipo de garantía.

Celebro el debate y que se reconozca a la mujer el poder de decisión en cuanto a asuntos que le competen directamente, y que históricamente ha sido cercenado por la pretendida autosuficiencia del patriarcalismo que nos ha invadido hasta la médula.

Seguiremos pasando por tiempos complicados y seguiremos siendo juzgadas por la puesta en práctica de nuestra libre determinación en estos casos. Siempre habrá quien nos irrespete o quien nos quiera convencer de lo contrario, pero también habrá quién nos apoye en este tipo de circunstancias.

Cada día estamos menos solas y, en casos como este, mujeres, debemos tener el carácter suficiente para hacer valer nuestras decisiones, las cuales, desde siempre, nos han tratado de imponer desde afuera. Tengamos valor, eduquémonos y fortalezcamos nuestro criterio. No temamos a ejercer el papel más activo sobre nuestras propias vidas.

© K. Sánchez (22/02/22)

Reseña de “El demonio del movimiento y otros relatos de la zona oscura”, colección de cuentos de Stefan Grabinski

A pesar de que soy asidua lectora y me considero una buena conocedora del género del terror en la literatura, admito que no conocía a Stefan Grabinski, escritor polaco de inicios del siglo XX, otro de esos muchísimos casos de escritores que, a pesar de su talento, mueren desconocidos, abandonados y en extrema pobreza, dudando de la genialidad de sus creaciones y hasta de su misma cordura:

“(…) Porque, como es sabido, el ideal está en la muerte. El peso de la obra oprime al creador; los pensamientos plenamente realizados pueden volverse amenazantes y vengativos, sobre todo, cuando los pensamientos son descabellados. Abandonados a su suerte, sin ningún punto de apoyo en la realidad, pueden llegar a ser fatales para su creador” (fragmento de “El amo de la zona”).

Polski: skan książki PL (1919) - CBN Polona 
Conocí el libro porque fue publicado por en la colección “Gótica” de Valdemar, que es de mis favoritas; vi entonces su portada y con el nombre me bastó para tener curiosidad inmediatamente por su contenido.

El libro consta de dos partes. La primera contiene nueve historias que están enfocadas, haciendo honor al título, en cuestiones relativas a la física y a los posibles misterios del mundo del movimiento. La mayoría de historias de esta parte del libro (si no todas) se relacionan con trenes, lo cual me pareció supremamente novedoso en relación con la ficción en el terror. Conocía, por ejemplo, en cuestiones de ciencias físicas y literatura de horror, a Leopoldo Lugones y su colección de cuentos denominada “Las fuerzas extrañas”, la cual, debo reconocer, tuve que abandonar porque llegaba a ser agobiante por la cantidad de terminología y conceptos que, para una persona que no tiene conocimientos previos en física y otras ciencias, no llegan a ser del todo comprensibles. Difícilmente deslumbraba algunos de sus panoramas en mi imaginación.

Caso contrario y muy gratificante el haber encontrado en Grabinski una lectura que, independientemente de estar enfocada en la física del movimiento, no deja perder al lector en ningún momento. Me agradó enormemente haber encontrado una temática que no había visto trabajar antes con tanta insistencia, con tanta gracia y con un nivel de desarrollo tan sólido (a pesar de lo fantástico); siempre considero valioso apreciar el contexto y, para el caso, me causa gran admiración que la velocidad y el movimiento de los trenes, imperantes para el desarrollo en el contexto de la vida del autor, hayan sido causa de curiosidad y de inquietud tan grande para generar este tipo de historias.

Así, mediante esta cuestión principal, Grabinski hace mezclas interesantes con temas de tipo sobrenatural, parapsicológico y hasta eróticos (buena jugada, por ejemplo, en “En el compartimento”), y juega de modo muy interesante con cuestiones como puertas interdimensionales (como en “El tren encantado”) y algunos fenómenos relativos a la temporalidad. Incluso hace muchas disertaciones en cuanto a la vida del ser humano y a la percepción que tiene de sí mismo, a la vida después de la muerte (como en “Última Tule”), y también llega a cuestiones como la locura y otras típicas en el plano del horror.

Destaco como mis favoritos, justamente por su fuerte contenido de nostalgia trágica y reflexiva, “El demonio del movimiento”, que fue una muy buena introducción como primera historia de la colección, “El pasajero perpetuo” y “La vía muerta”:

“Allí, no muy lejos, los trenes pasan veloces, las locomotoras corren hacia el ancho y hermoso mundo; aquí, la obtusa frontera de un montículo cubierto de hierba. Es la añoranza que siente un desfavorecido. ¿Lo comprende usted? Una añoranza sin la esperanza de su cumplimiento conduce a un resentimiento que se va reconcentrando hasta que la fuerza del deseo logra imponerse a la realidad complaciente… del privilegio. Nacen energías ocultas; las fuerzas destructoras se van acumulando a lo largo de los años” (fragmento de “La vía muerta”).

En cuanto a la segunda parte del libro, ya con otros centros temáticos, allí se encuentran ocho relatos ya en la vida fuera de los trenes, pero manteniendo el resto de sus inquietudes intactas.

En “Estrabismo” y en “Saturnin Sektor” (ambos espectaculares) tenemos una historia muy original sobre un doppelgänger; en “Gases” hay una historia de brujería; “El amo de la zona” combina cuestiones de temporalidad con algunas criaturas monstruosas, así como “La venganza de los elementales”; “La mirada”, básicamente, habla sobre un trastorno obsesivo de orígenes cuestionables y, por su parte, “El cuento del enterrador” narra la vida de un personaje digno de ser temido. Dejo para el final “La amante de Szamota” porque quería resaltar que, según me he enterado, cuenta con una adaptación cinematográfica llamada “Evil streets”, de 1998 (no la he visto).

Por último, no puedo dejar de destacar la sutileza de la prosa de Grabinski, que no llega en ningún momento a ser vulgar, independientemente de que trate de temas un tanto complejos en ocasiones:

“En un reflejo desesperado, se arrojó a la ventana para saltar por ella. Pero una legión de manos resbaladizas y frías le agarraron por la cintura, le clavaron los ganchos de sus manos en la cabeza, le rodearon el cuello. Wrześmian forcejeó varias veces. Unas uñas se incrustaron a su garganta, otros labios se adhirieron a su sien…

Se tambaleó, apoyó la espalda sobre el marco de la ventana, se inclinó hacia atrás… Sus temblorosos brazos estirados se abrieron en un gesto de sacrificio, y en sus pálidos labios apareció una sonrisa de realización; ya estaba muerto” (fragmento de “El amo de la zona”).

Lleno de fragmentos esplendorosos escondidos en las grietas de ficciones especulativas, algo místicas y siempre empapadas de melancolía:

“Eran las cuatro de la madrugada. Las apariciones nocturnas sobrevolaban en procesión la ciudad, preparándose de mala gana para el viaje de vuelta. Los fantasmas diabólicos plegaban con tristeza sus fantásticas alas, mientras los pensativos ángeles de la guarda, inclinados sobre las camas de los niños, les daban besos de despedida en sus pequeñas frentes” (fragmento de “La venganza de los elementales”).

© K. Sánchez (18/02/22).

Reseña de “Siddhartha”, de Herman Hesse

Llevaba más de diez años sin leer a Hesse, desde El lobo estepario. De este último me había llevado una muy buena impresión, así que, sin dudarlo, empecé a leer Siddhartha, pero debo admitir que no tenía ni la más mínima idea de que era este tipo de libro. Pero lo interesante es que, aunque yo esperaba algo totalmente diferente, me llevé la sorpresa más grata de la vida al encontrarme lo que podría tomar como una especie de biblia. Sí, así de grandioso fue.

Infructuoso sería detenerme en resumirles la historia, porque doy fe de que lo lineal aquí queda en un segundo plano. Es apenas la consecución en la línea del tiempo de cómo y en qué momento aprendió el protagonista cada cosa. Esto, evidentemente, le da sentido y lo diferencia de cualquier texto filosófico o religioso (en el sentido de que sólo se refieren al discurso y a la reflexión), pero tú aquí no vienes por la historia, sino por la sabiduría que te va llenando con cada aparte que lees, que cobra la apariencia casi un texto sagrado, pero que toca temas complejos de un modo muchísimo más digerible.

Así que, lo primero que quiero resaltar del relato es que es exageradamente fácil de leer. Eso me parece hermoso porque estamos ante un texto que puede ser de acceso para personas que no están muy acostumbradas a la lectura. Tiene algunos términos que, posiblemente, no se entenderán si el lector no tiene conocimientos básicos sobre el budismo, pero basta con googlear algunas referencias a deidades, conceptos clave (las cuatro nobles verdades, el sendero óctuple, etc.).

Siddhartha Gautama meditating-
Original picture taken by Sacca, CC BY-SA 3.0,
via Wikimedia Commons.
Para mi caso, supongo que el hecho de tener buen asidero teórico sobre el budismo y las religiones orientales me ha sido de gran ayuda para explotar la lectura al máximo, pero lo cierto es que no es necesario ser un experto para sacarle gran provecho a la lectura.

Como resumen ejecutivo, puedo contarles que la historia está basada en la vida de Siddhartha (¡ojo! no se trata de la vida de “Buda” -Siddharta Gautama-, pero sí tiene alguna relación), el hijo de un brahmán que, desde temprana edad, fue admirado por todos debido a su gran entendimiento y sabiduría. Este decidió, insatisfecho, optó por cambiar su rumbo varias veces en su vida buscando conocer la verdad última de la existencia, llegando a explorar y a entender, por medio de la propia vivencia, las cadenas que atan al ser humano y que son el origen del sufrimiento mismo.

“Solo una meta se perfilaba ante Siddhartha: quedarse vacío, despojarse de su sed, de sus deseos, de sus sueños, de sus penas y alegrías. Deseaba morir para sí mismo, no ser más él, hallar paz y tranquilidad en su corazón vacío, permanecer abierto al milagro despersonalizando el pensamiento. Cuando venciera y aniquilara a su Yo, cuando todos los impulsos y pasiones enmudecieran en su corazón, tendría que despertar lo Último, lo más íntimo del Ser, lo que ya no es el Yo, sino el gran Misterio”.

Así, recorriendo ese camino, se encontró con algunas personas a las que tomó por maestros (personas del común), de quienes tomó enseñanzas que le fueron muy valiosas en los distintos momentos de su vida y que, finalmente, le aportaron enormes conocimientos para llegar a esa tan anhelada verdad suprema. De especial importancia entre los personajes considero a Govinda, un hombre de gran nobleza y bondad; a Vasudeva, que me ha dejado encantada con su conocimiento del fluir de las aguas (que me recuerda un concepto que hace parte de mi propia filosofía de vida, y que encuentro íntimamente asociado también con el taoísmo) y a Kamala, figura a la que resalto porque, siendo una cortesana, Siddhartha la tomó como ejemplo para aprender acerca del “arte del amor” (haciendo referencia a un amor sexual, pero que es íntegro). Me quedo con este aparte, que me pareció muy significativo:

“—¿Por qué habría de temer a un samana, a un necio samana del bosque que solo ha vivido entre chacales y no tiene la menor idea de lo que es una mujer?

—¡Oh! El samana es fuerte y nada lo amedrenta. Podría forzarte, hermosa muchacha. Podría raptarte o hacerte daño.

—No, samana, no es eso lo que temo. ¿Acaso un samana o un brahmán han temido alguna vez que alguien pudiera asaltarlos y robarles su erudición, su piedad o sus pensamientos más profundos? No, pues forman parte de sí mismo y él da solo lo que quiere dar y a quien le place dárselo. Lo mismo ocurre con Kamala y los placeres del amor. Bella y encarnada es la boca de Kamala; pero intenta besarla contra su voluntad y no obtendrás de esa boca, que tantas delicias sabe prodigar, ni una sola gota de dulzura. Tienes facilidad para aprender, Siddhartha, pues aprende también esto: el amor se puede mendigar, comprar, recibir como regalo o recoger en la calle, ¡pero robarlo es imposible! Has elegido un camino equivocado. No, sería lamentable que un joven tan hermoso como tú empezara tan mal”.

Así, en medio de sus anécdotas y sus reflexiones, la narración de la vida de Siddhartha trae a colación temas como el sentido de la vida, la existencia misma, los placeres, los vicios, el dinero y los lujos, amistad y el amor en general. Me quedo con la idea de que sería muy provechoso darle una relectura durante cada cierto tiempo. Y bien, para quienes no saben acerca del budismo y les causa curiosidad aprender sobre su filosofía, este texto es excelente para llevarse una idea muy bien ilustrada sobre este.

© K. Sánchez (13/02/22)

Reseña de “Sanshiro”, de Natsume Sōseki

Luego de haber leído Kokoro (una de mis lecturas favoritas del año anterior), me prometí volver a leer a Sōseki este año. Y quise continuar conociendo al autor con una trilogía, la cual inicia con Sanshiro, que fue publicada en el año 1908.

Photo by Bicanski on Pixnio

Para describir el libro en términos generales, cabe resaltar que es una lectura muy llevadera (en tercera persona) y de fácil avance (terminología muy sencilla y una narrativa que, si bien no es sobria, no puede catalogarse como pretenciosa). Cuenta lo acontecido a Sanshiro, joven campesino que se mudó a Tokio para iniciar sus estudios universitarios en literatura, desde el momento en el que abordó el tren para llegar a la gran ciudad, hasta, probablemente, dos o tres años a partir de la fecha (sólo lo deduzco).

Se basa, entonces, en sucesos que pueden ser considerados como triviales, dependiendo del enfoque que se dé a la lectura. El factor que encuentro más destacable del libro está en la gran cantidad de referencias a la pintura, la literatura, la estética y la filosofía las cuales dotan de enorme vitalidad, buen juicio y altísima calidad artística al texto.

“—Pues bien, notarás que uso la palabra «expresión» —continuó Haraguchi—, pero lo cierto es que un artista no pinta lo que está dentro, no pinta el corazón. Pinta lo que el corazón pone en funcionamiento. Mientras observa todo lo que transcurre ante él, puede saber lo que hay encerrado en lo más recóndito de su modelo. Podemos dar esto como válido, supongo. Un pintor tiene que resignarse al hecho de que todo lo que no puede ver en escena está más allá del alcance de su responsabilidad. Por eso pintamos solo la carne. Sea cual sea la carne que pinte el artista, si no es capaz de mostrar el espíritu que hay en su interior, está muerto, no tiene ninguna validez como pintor. Ahora piensa en los ojos de Mineko, por ejemplo. Cuando los pinto, no estoy intentando hacer un retrato de su corazón, solo los estoy pintando como ojos. Estoy pintando estos ojos porque me gustan. Estoy pintando todo lo que veo de ellos —la forma, la sombra en los pliegues de los párpados, la profundidad de sus pupilas—, sin dejar nada fuera. Como resultado, casi por pura coincidencia, una especie de expresión cobra forma en el lienzo. Si no lo hace, significa que mezclé mal los colores o que capté mal la forma, una de dos, porque ese color y esa forma son en sí mismos una forma de expresión”.

Aunado a ello, la manera que encuentra para enlazar sus consideraciones y una sátira dotada de destacable inocencia, lo cual le da enorme gracia a los comentarios audaces que van apareciendo en las discusiones de los intelectuales que aparecen en la novela, así como en los pensamientos de Sanshiro y de todo el contexto de su interacción en este nuevo universo, como un muchacho que apenas entra a conocer al “mundo” y se rodea de una cantidad de estímulos que no puede procesar en su totalidad.

Sin haberse hecho una descripción estricta de la personalidad de Sanshiro, el texto da a entender perfectamente, de acuerdo con la narración de su proceder ante cada suceso (sus expresiones y modales, la manera en la que hablaba, cómo se dirigía a cada persona, sus cavilaciones, sus preocupaciones y pensamientos constantes, sus cambios a lo largo del tiempo, etc.). Me quedo con la impresión de un joven sumamente inocente, honrado, de gran ternura, tímido y nervioso, que, si bien no se afanaba por encajar en la sociedad, sí se esforzaba constantemente por entender el mundo en el que se había visto abocado a vivir. A propósito del primer acontecimiento que se relata:

“La mujer le dirigió entonces una larga y serena mirada, y cuando habló lo hizo con la mayor calma:

—Es usted todo un cobarde, ¿lo sabe?

Una sonrisa condescendiente cruzó su semblante.

Sanshiro se sintió como si le hubieran arrojado contra el andén y le hubieran pateado. Pero lo peor aún estaba por llegar: al meterse en el tren, sus orejas comenzaron a arderle violentamente. Se sentó muy quieto, tratando de encogerse lo más posible.

(…)

¿Quién era aquella mujer en realidad? ¿Era necesario que hubiera mujeres como ella en el mundo? ¿Era posible que existiera una mujer ser como esa, tan serena, tan segura? ¿Sería analfabeta, quizás? ¿Había estado insinuándosele o actuaba así por pura inocencia? Nunca lo sabría porque no había llegado con ella tan lejos como le hubiera sido posible. Y tendría que haberlo hecho. ¡Tendría que haber intentado ir un poco más allá! Pero en el momento crucial había tenido miedo… Cuando se separaron, ella le había llamado cobarde, y eso le había sacudido del mismo modo que si ella hubiera arrojado de golpe una luz esclarecedora sobre sus veintitrés años de debilidad, desenmascarándolos. ¡Nadie, ni siquiera su madre, podría haber dado en la diana con más precisión!”

Debo destacar también que, partiendo de lo que ya enuncié, el día a día de Sanshiro se ve muy influenciado por la presencia de los personajes que aparecieron en su vida, de uno u otro modo, durante el relato. Eso, y la poca habilidad que tenía Sanshiro para socializar, para leer a las personas, acostumbrado, quizás, a la simpleza de la vida campesina.

Especialmente trascendente la figura de Yojiro Sasaki, también estudiante de la universidad, y que fue su amigo durante todo el relato. Lo ayudó a introducirse un poco en la sociedad, le presentó bastantes personas, lo introdujo a nuevos ambientes y lo metió en problemas, también. Se puede decir que le dio cierto “picante” a su vida en Tokio y en la universidad.

Al mismo nivel (o, quizás, un poco más relevante), la presencia de Mineko, mujer de la cual se enamoró inocente y perdidamente, fue una de las piedras angulares del libro. A saber, era una joven casadera bellísima, muy cotizada y de buena familia, con una personalidad que, entre amable y enigmática, logró llamar tanto su atención debido a su comportamiento indescifrable, que, de un momento a otro y sin que este se diera cuenta, ya no se podía sacar su imagen de la cabeza.

“Se guardó el dinero en la pechera de su abrigo. Cuando retiró la mano, sostenía un pañuelo negro. Se lo llevó hacia el rostro, mirando fijamente a Sanshiro. Quizá estaba inhalando algo de la tela. De repente, se lo ofreció. Sostuvo el pañuelo ante el rostro de Sanshiro. Desprendía un penetrante aroma.

—Heliotropo —dijo ella suavemente.

Sanshiro echó hacia atrás la cabeza. La botella de Heliotropo. La noche en Yonchome. Stray sheep. Stray sheep. En el cielo el sol estaba alto y brillaba.

—He oído que vas a casarte”.

No dejo de lado el papel de Haraguchi (artista, y quien pintaba cuadros con Mineko como modelo), de Nonomiya y del profesor Hirota, este último de una gracia increíble y que siempre llamó mucho la atención de Sanshiro:

“Con esto, el profesor Hirota dijo todo lo que tenía que decir. Empezó a emitir más y más nubes de humo mientras miraba orgullosamente al vacío. Como decía Yojiro, uno podía saber de qué humor estaba el profesor por la forma en que le salía el humo de las fosas nasales. Cuando salía espeso y en línea recta, es que su capacidad de elucubración filosófica había llegado hasta sus más altas cumbres; cuando, por el contrario, el humo se le derramaba lentamente bigote abajo, eso significaba que tenía el espíritu en calma —y que había peligro de que diera rienda suelta a su ingenio contra ti, haciéndote víctima de sus afilados dardos—. Cuando el humo se quedaba bajo su nariz y parecía resistirse a abandonar incluso su bigote, entonces es que el profesor se encontraba en un estado de ánimo meditativo, o quizás es que sentía algún tipo de inspiración poética. Lo más terrible de todo era cuando se le montaban remolinos alrededor de las ventanas de la nariz, porque eso significaba que de un momento a otro te echaría una reprimenda de las que hacen historia. Como Yojiro era la fuente de esta información, Sanshiro no se la había tomado muy en serio. Pero dada la naturaleza de la ocasión, observó cuidadosamente la forma en que emergía el humo de las narices del profesor. No descubrió en la forma del penacho de tabaco ninguno de los subtipos perfectamente diferenciados de los que le había hablado Yojiro. En lugar de eso, parecía como si el humo le saliera en una mezcla de cada una de las modalidades antes explicadas”.

Es una lectura muy entretenida y tranquila. A pesar de ello, no creo que sea algo para tomarse a la ligera en una última lectura, porque, si bien no contiene dramas o historias que tengan un carácter especialmente profundo en apariencia, sí considero muy relevantes los apuntes que hacía el autor en relación con la sociedad y el contexto en el que se desenvolvía la historia, pues son los que dotan a la novela de gran sabiduría, así como de un carácter fresco y que denota un enorme entendimiento del comportamiento humano.

© K. Sánchez (08/02/22)

Reseña de “El Aleph” (colección de cuentos de Jorge Luis Borges)

Yo había tratado de leer a Borges cuando tenía 16 años, pero no me molesta admitir que no me sentí preparada para ello (así como más recientemente me sucedió con el Ulises de James Joyce). Excesivas referencias que no me eran familiares ni conocidas, que me sonaban supremamente lejanas, y una prosa que no me resultaba del todo digerible. Abandoné.

Más de diez años después volví a intentarlo y, aunque no me separo totalmente de lo que dije anteriormente, al menos fui capaz de entender, al menos globalmente, todas las temáticas aquí tratadas, y de quedar con la sensación de “bueno, esta vez entendí un poco más”.

Sé que mi esfuerzo por hacer una reseña es totalmente en vano, pero no puedo dejar que esta ocasión pase sin que conste al menos un recuerdo por escrito de la impresión que me ha dejado esta vez, quizás, con el objetivo de comparar a futuro lo que he captado cuando haga una relectura (definitivamente, es uno de esos libros que quiero releer, y no por el simple placer de degustar la prosa, sino porque soy consciente del cambio de significados que puedo obtener tiempo después por el contenido más simbólico y trascendental que en el texto se irradia permanentemente).

MoRDi CuaC, CC BY-SA 2.0, via Wikimedia Commons
La edición que tuve el gusto de leer está conformada por 17 cuentos. La entrada del libro con “El inmortal” es espectacular. Este cuento contiene, quizás, la mayoría de los elementos y conceptos que luego se examinarán desde diferentes perspectivas en los siguiente, y así ya uno sabe en qué terreno se está metiendo. La historia es asombrosa, tanto por los elementos fantásticos con los que cuenta, así como por la manera en la que logra aterrizarlos para que esa misma fantasía se sienta como toda una realidad.

Como no me voy a detener en cada uno de los relatos, ya que me parece carente de sentido hacer una narración plana de estos relatos, sí me gustaría destacar que, desde mi lectura, sentí profunda conexión y admiración en cuanto a las ideas que, sin cesar, se van construyendo en uno como lector al cierre de cada texto. Conceptos como la temporalidad y su trascendencia, muy orientados hacia la idea del tiempo cíclico en contraposición con el lineal; otras contraposiciones relativas a dios y a la religión, a lo global y a lo individual, a la objetividad y a la subjetividad, al todo y a la nada, a la realidad y a la fantasía.

Resalto también la estrategia del cambio de perspectivas que se vio en cuentos como “Deutsches Requiem” y “La casa de Asterión”; la relevancia del elemento arquitectónico en “El inmortal”, “Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto”, “El Aleph” y, nuevamente, en “La casa de Asterión”; la imperfección de la palabra para expresar lo absoluto en “El Zahir”, “La escritura del dios” y, evidentemente, en “El Aleph”; el envidiable manejo de la historia y la cultura en relatos como “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, “Los teólogos”, “La busca de Averroes” y “El hombre en el umbral” y, como último elemento, para no alagar la lista, el amplio conocimiento del sujeto desolado y atormentado por la incertidumbre, como se puede ver también en “El inmortal”, “La casa de Asterión” y “La espera”.

Y bien, el cierre de la colección se concreta magistralmente con “El Aleph”. Así como en “El inmortal”, se traen a colación muchas semillitas que se dejaron plantadas a lo largo del texto y aquí se le pone la cereza al pastel. Como construcción literaria me pareció completísimo, tiene tonalidades muy diversas; evoca una cantidad de emociones distintas; tiene algo de sátira, de romance, de filosofía, de ciencia, de historia. Me quedé con un parrafito que leí con total apasionamiento y que guardaré con mucho cariño (hasta lo transcribí y amé leerlo en voz alta).

No me puedo quedar sin decir que, justo después de esta lectura, inicié con Siddhartha de Herman Hesse y me he sentido más que satisfecha debido a que encuentro maravillosamente representada la idea del Aleph en la Unidad que se maneja en este último; esa carencia de expresión del absoluto por medio de la palabra, esa manera en la que se desdibujan los límites de la existencia para formar aquello que nos trasciende…

Posdata: agradezco enormemente a mi compañero de lectura, quien me ayudó mucho a aterrizar gran cantidad de elementos que encontré en este libro, así como a expandirlo a perspectivas y comparaciones de las que inicialmente no me percaté :)

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Esta lectura (de Tatiana Țîbuleac, novela escrita en 2016) tiene mezcladas una buena cantidad de cosas complicadas y súper. Ofrece, además d...