Siguiendo con mi ciclo experimental de literatura japonesa, en la que apenas estoy incursionando, me llamó la atención la lectura de Kokoro (traducido como “corazón” al español), obra de Natsume Soseki (1867-2916), el cual es uno de los escritores de más renombre en la historia de dicho país. Y es que es imposible ponerlo en duda, dado que su imagen apareció en los billetes de 1000 yenes:
Portrait of Kinnosuke Natsume (pen name: Sōseki Natsume) |
Es importante resaltar la influencia que tuvo la literatura inglesa en su obra, esto debido a que estudió Lengua Inglesa en Londres, y donde adquirió algunas experiencias que marcaron el estilo y el fondo de su producción literaria. También es importante tener en cuenta que esta obra está ambientada en la era Meiji (esto es, la “Era del culto a las reglas”).
Si vas a leer el
libro 💗:
En este caso, no puedo hacer ningún tipo de
incursión abusiva en la trama. Puedo decir que la historia se divide en tres
partes, pues, inicialmente, el narrador de la historia, un joven universitario
que vive en Tokio y es mantenido por sus padres, conoce a un hombre al que
denominará como “Sensei” a partir de ese entonces, a quien empezó a frecuentar
(diría yo que obsesivamente) debido a su carácter enigmático,
independientemente de que éste le tratare de modo un tanto soso y despectivo en
ocasiones.
En la segunda parte de la historia, el narrador
relata algunos sucesos en relación con una enfermedad que su padre padece, así
como el ambiente que se empieza a vislumbrar a partir de haberse graduado de la
universidad. El papel que juegan en la psique del narrador algunas
conversaciones sostenidas con su Sensei empiezan a tener mayor relevancia.
Y en la tercera parte, Sensei se decide a
contar su historia, la cual es la base del libro en estricto sentido, pues luego
de este relato no se menciona lo sucedido finalmente con el narrador principal.
Es aquí donde el nombre del libro cobra sentido y donde esa sensación de
inconcreción dispuesta a lo largo de la obra llega a su cumbre y estalla.
Si no vas a leer el
libro 👹:
En este caso, comenzaré la reseña del libro a
partir de la tercera parte, esto es, cuando Sensei se dispone, finalmente, a
contar su historia al narrador principal por medio de una carta, luego de haber
evadido siempre, durante su amistad, tratar cualquier tema que tuviera que ver
con su pasado.
Sensei decide acceder a este desahogo, según lo
entendí, para evitar que su joven amigo incurriera en errores similares a los
que él cometió en su juventud y que, desgraciadamente, cubrieron el resto de su
vida de una amarga sombra de la cual nunca se pudo deshacer. Esa es la segunda
razón por la cual decide contar su historia: porque nunca había tenido la
ocasión de contársela a nadie, y ya no había nada que perder debido a que había
tomado la decisión de suicidarse una vez enviada la carta.
Tengo que confesar que, durante la primera y
segunda parte del libro, me resultó un poco difícil compaginarme con el libro,
pues se denota bastante el carácter sobrio y reservado del narrador (notoria
influencia de la tradición), que manejaba una prosa sin ningún tipo de adorno.
Iba siempre al punto (capítulos cortos) y no se vislumbraba pista alguna sobre
el nudo de la historia.
Así, al iniciar la tercera parte y ver que
Sensei tenía el propósito de suicidarse, hay una motivación más clara para
continuar la lectura. Y bien, trataré de contar la historia de Sensei
resumidamente.
La personalidad de Sensei estuvo muy marcada
por dos episodios clave: primero, una traición sufrida a raíz de la ambición de
un tío suyo y de su familia, quienes, a la muerte de sus padres, trataron de
quedarse con la mayor parte de sus bienes (y lo lograron). Al darse cuenta del
verdadero propósito de sus parientes, Sensei, que ya estaba estudiando en la
universidad, empezó a adquirir un carácter bastante desconfiado. Finalmente,
decidió enfrentar a sus parientes y tomó decisiones drásticas: pidió el dinero
que le quedaba de su herencia y decidió no volverlos a ver nunca. Resalto este
párrafo en el que expresa su sentir después de lo sucedido al respecto:
El segundo episodio clave de su vida tiene su
inicio en el momento en el que decide ir a vivir a la casa de la viuda de un
militar (Okusan), quien tenía una joven hija (Ojyosan), mientras culminaba sus
estudios en la universidad. Se adaptó a la vida con las dos mujeres, lo cual le
brindó cierta sensación de tranquilidad, y resultó enamorándose de Ojyosan (al
estilo japonés de la época, claro, es decir, sin decir absolutamente nada a
nadie ni mostrar una sola gota de emoción), pero decidió mantenerlo en secreto
debido a que se le dificultaba leer el comportamiento tanto de la madre como de
la hija.
En este momento entra en escena un amigo de la
infancia de Sensei, a quien se le llamará K a lo largo de la historia. K es
descrito como una persona de unos ideales bastante ascéticos, al haber sido
criado por un monje budista, y que era guiado por sus propósitos de “esfuerzo y
abstinencia”. Siempre fue admirado por Sensei, quien lo consideraba una persona
de gran inteligencia y de una moral muy elevada.
Sensei se entera de que K, quien también está
cursando sus estudios en la universidad en esta época, ha tenido algunas
dificultades familiares y percibe en él un aspecto algo enfermizo y que, a la
larga, podría resultar perjudicial para su salud. Por lo tanto, lo convence
para que vaya a vivir con él a la casa de Okusan, esto con el objetivo de
mejorar su estado de ánimo y suavizar un tanto su carácter.
Una vez instalados ambos en la misma casa,
Sensei se da cuenta de que, si bien su propósito inicial empieza a dar frutos
(pues ahora se relaciona más con las mujeres de la casa y ya no se encuentra
tan ensimismado como de costumbre), nace también una preocupación: siente celos
de K, pues sospecha que está tratando muy íntimamente con Ojyosan, su
enamorada.
Es así como la historia se ve teñida en su
totalidad por una sensación de ansiedad y angustia latente que no se separará
tampoco del lector hasta el final del libro. Sensei empieza a luchar con sus
pensamientos y a reproducir ideas en su cabeza en relación con los celos que
siente, y es allí donde se manifiesta del todo su carácter ansioso, así como
esa conciencia de su cobardía y de su carácter pusilánime, lo cual seguramente
estaba ligado a la decepción que le generó el episodio de la traición de su
tío.
No era capaz de manifestar sus sentimientos por
Ojyosan a K, ni a Okusan. Estaba encerrado y no lograba proceder de ningún
modo, y su relación con K era cada día más tensa a pesar de que nunca tuvieron
ningún tipo de discusión o malentendido. Por su parte, K conservaba su
impasibilidad de siempre, lo cual exasperaba más a Sensei, quien, por orden de
su carácter desconfiado, creía que le estaban ocultando algo.
En medio de esta situación, K se sinceró con
Sensei y le confesó sus sentimientos: estaba enamorado de Ojyosan y sentía una
enorme angustia por ello, pues esto contrariaba sus principios morales, lo cual
le generaba un terrible malestar. Si bien Sensei ya estaba lo suficientemente
trastornado, entró en pánico al haber escuchado esta confesión. Tuvo una extraña
discusión extraña con K, luego de la cual manifestó haberse sentido como un
canalla, pues trató de disuadirle de que esta situación ponía en riesgo su
propia moral.
Seguidamente, decidió actuar rápido y hablar
con Okusan para pedirle la mano de Ojyosan. Esta aceptó inmediatamente. Ahora
la dificultad residía en contarle esta novedad a K, a quien nunca le había
dicho nada sobre sus sentimientos por Ojyosan.
Resulta que Okusan se adelantó y le comentó
primero a K sobre el compromiso. Según esta, K no se mostró sorprendido y tomó
la noticia de modo muy tranquilo, como era de esperarse en él. Sensei se sintió
avergonzado por no habérselo comentado antes directamente, y aspiraba hablar
con él pronto. Desgraciadamente, aquí viene el segundo acontecimiento clave en
la vida de Sensei: antes de poder hablar con K, este se suicidó.
El suicidio de K dejó a Sensei de una pieza. Se
debatía entre el sentimiento de culpa debido a que, probablemente, este se
habría quitado la vida al conocer de su compromiso con Ojyosan, o en razón de
la discusión que tuvieron previamente sobre la falta a sus principios morales,
o por motivos que tal vez eran ajenos a este y que nunca podría llegar a
conocer. A continuación, transcribo la nota que K le dejó a su amigo antes de
ponerle fin a su vida:
Confieso que esta última frase me puso la piel
de gallina. No es difícil darse cuenta de que K vivía seriamente trastornado,
tal vez debido a su exigente carácter, al no considerar que encajara
completamente en los elevados ideales espirituales que habían dirigido su vida.
No es difícil aquí denotar la decepción que le embargaba de sí mismo y suponer
que había vivido en una depresión constante.
El suicidio de K generó entonces un problema
aún mayor que la desconfianza: el sentimiento de culpabilidad. Sentir que por
cobardía faltó a su propio honor al no confesar sus sentimientos por Ojyosan a
su amigo, y aceptar que debido a su egoísmo prefirió actuar en aras de
conseguir su objetivo, a pesar de que para ello tuviera que pasar por encima de
su amigo. Escribe lo siguiente al respecto:
De todos modos, la boda con Ojyosan se llevó a
cabo y los tres se fueron a vivir a una nueva casa para olvidar los
acontecimientos de los últimos días. El paso del tiempo sólo acrecentaba más la
pena de Sensei, quien nunca fue capaz de deshacerse del peso con el que cargaba
al sentirse responsable por la muerte de su amigo. Se volvió más taciturno y
sombrío con el transcurso de los años, siendo siempre para Ojyosan un misterio
aquello que le atormentaba (pues, tal como dice Sensei en su testamento, no
estaba de acuerdo con la idea de poner esta carga también sobre su esposa ni
mancharla con esta confesión y pidió que nunca se le contara nada al respecto
después de conocida su historia). Trató de refugiarse también en el alcohol y
en los libros, pero de ningún modo encontró alivio para la culpa que generó
dentro de sí la muerte de K.
Y así, después de tratar de lidiar con su vida
de algún modo y de sobreponerse a esos aplastantes sentimientos, terminó por
darse por vencido:
También considero importante mencionar que, en
varios momentos del libro, se hace referencia al seppuku (suicidio ritual) practicado en aquella época, esto para
aliviar deshonras cometidas en algún momento (por ejemplo, se menciona el suicidio
del artista Watanabe Kazan y del general Nogi) así como la idea del junshi (la inmolación del siervo junto a
su señor, puesto que en el escenario del libro sucedió la muerte del Emperador).
Podría significar la causa última por la cual Sensei decidió terminar con su
vida, seguramente.Retrato de Su Wu, del artista Watanabe Kazan (1793-1841).
¿Y mi opinión? 🤓
Las últimas dos horas que destiné a finalizar
la lectura del libro transcurrieron en una angustia terrible y, aún después de
haber concluido, quedé con una sensación de desasosiego increíble (cosa que me
recordó un poco a cuando terminé la lectura de La muerte de Iván Ilitch), y esa sensación extraña de no poder (ni
querer) expresar ese sentimiento final. Sólo queda una inclinación natural a
pensar y a quedarse en las razones de la historia (que no puedo decir que sea
justamente un deseo).
Considero que un lector que haya experimentado
fuertes sentimientos de ansiedad y de angustia en su vida diaria (sí, no soy la
excepción) puede compaginarse fácilmente con la lectura, pues desde el comienzo
da algunas luces de misterio y de “encubrimiento” intencional que, tal como una
premonición, señalan que esto no va a
terminar en nada bueno.
Eso fue precisamente lo que me encantó del
libro: pude sentir esa zozobra hasta la médula. Y bueno, todo se encuentra tan
bien entretejido en cuanto a la personalidad de Sensei, que resulta fácil
entonces entender la lentitud de las dos primeras partes de la historia, y uno
llega a comprender que esta situación podría haberle sucedido a cualquiera que
tuviere una mínima debilidad en su carácter. Y sí, porque a mi parecer todo el
entramado de la historia se va dando por ese debate entre el hacer y el
no-hacer que denota la pusilanimidad de Sensei, y esa inseguridad de fondo que
le hace dudar de los demás y hasta de sí mismo, hasta perder de algún modo el
sentido más claro de la realidad.
Y es que eso es bonito. Sentirse identificado
en la propia debilidad con otros seres (ficticios o no) es una muestra
suficiente de humanidad, y esto nos recuerda que, en muchas ocasiones,
independientemente de nuestras intenciones, cada acción que realizamos puede
tener mayor trascendencia de la que estamos dispuestos a aceptar.
© K. Sánchez (11/08/21)
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