Reseña de “El rumor del oleaje” de Yukio Mishima

Me siento conforme por el hecho de que esta vez, por fin, no me encontré con un drama tremendamente trágico ni nada por el estilo. Esta novela, del año 1954, es perfecta cuando uno busca refugiarse en un ambiente tranquilo y tradicionalista, encontrando en la totalidad de la obra muchas referencias a cualidades de las personas y paisajes hermosamente pintados con la pluma.

Siendo que no se está ante una historia compleja, con giros inesperados o difícil de seguir, no resumiré la historia como tal. El escenario de esta es la isla de Utajima, la cual se retrata como un espacio bastante alejado de la civilización, de sus avances tecnológicos y, también, de los dramas propios de la misma.

Se relata, entonces, la vida de un joven humilde que dedicaba su vida a trabajar como pescador para obtener el sustento para mantener a su madre y a su hermano. Era un tipo bastante simple, de esos que no pueden esconder absolutamente nada y que, por tal motivo, ganan fácilmente la confianza de otros.

Tampoco, a su corta edad, había tenido intereses románticos. Pero llega a la isla la hija de un hombre adinerado y le causa curiosidad. Él era consciente de que, debido a su posición social, no era posible que ella se fijara en él.

Así se configura uno de los elementos más importantes de la novela, pues él, al percibir todo aquello, nuevo para él, acude a orar al templo y hace la siguiente petición:

“—Dios del mar, te pido que el mar esté sereno, que la pesca abunde y que nuestro pueblo sea cada vez más próspero. Todavía soy joven, pero con el tiempo llegaré a ser un pescador más. Permíteme tener un gran conocimiento de las cosas del mar, de los peces, los barcos, los fenómenos atmosféricos… de todo. Dótame de una habilidad superior en todo… Por favor, protege a mi bondadosa madre y a mi hermano, que todavía es un niño. Cuando llegue la temporada del buceo y mi madre se sumerja, te ruego que la protejas de los numerosos peligros… Y ahora me gustaría hacerte una petición diferente… Concede algún día, incluso a una persona como yo, una novia hermosa y de buen corazón… digamos una chica como la hija de Terukichi Miyata, que acaba de volver…”

Joseph Mallord William Turner, Public domain, via Wikimedia Commons
La fe que el protagonista tiene en los dioses, de la cual nunca duda, es trascendental en el desarrollo de la historia. A su vez, también la persistencia del joven en sus propósitos, su paciencia y su valentía, llevaron a que el desarrollo de la historia fuera bastante exitoso.

También la mayoría de los personajes, a pesar de lo parco de sus descripciones, se encontraban definidos por alguna buena cualidad (a excepción de uno, que es quien ocupa el lugar de “chico malo” y cuya figura da paso a que el cuento tenga algo más de sustancia). Aquí lo importante no es el universo interno de ninguno de los personajes, sino el valor que representa a cada cual y que se ve reflejado en sus acciones.

Muy bello también observar la relación de los mismos con el entorno, y que llena de sentido el título de la obra. A cada sensación de inquietud, de desasosiego o de tristeza, seguía un episodio en el que el personaje acudía a la orilla del mar para, de algún modo, volver a centrarse y reunir valor suficiente para continuar con su camino.

En resumen, la historia que trae este libro no contiene ningún tipo de complejidad innecesaria, y está permeada por las costumbres y tradiciones de los habitantes del lugar, los cuales tienen una profunda relación con su entorno. Podría decirse que el mismo mar les dotó, en su mayoría, de las cualidades que sólo él mismo posee, y que se transmiten al lector en la atmósfera que logra producir.

© K. Sánchez (08/12/21)

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