¿Realmente hay vidas dañadas? Reseña de “Indigno de ser humano”, de Osamu Dazai

Terminé la lectura de Kokoro hace un tiempo y me topé con esta recomendación, y como me gustan los dramas y los ambientes depresivos, me animé a su lectura. Lenguaje sencillo, sin necesidad de adornos excesivos, pero con pasajes que invitan al lector a la introspección constantemente. Y sí, realmente es trágico. Aunque no sorprende el final, creo que uno siempre está esperando a ver qué es aquello tan terrible que hizo el protagonista para calificarse a sí mismo como “indigno de ser humano”.

Imagen del manga "Uzumaki" de Junji Ito.
Sobre su autor, Osamu Dazai, es la primera vez que lo leo (ya había comentado que apenas estoy explorando la literatura japonesa), y me parece apropiado y suficiente comentar en este momento que hay muchos apartes de su vida que se encuentran entremezclados en esta novela.

Me he enterado de que hay un cómic de la novela, este del artista Junji Ito, y una serie de anime llamada “Aoi Bongaku”, cuyos 4 primeros episodios están basados en esta novela (los 8 restantes en otras obras de literatura japonesa, incluyendo a Kokoro).

👀💗 Si vas a leer el libro:

Es una novela corta (se lee en una tarde) con un ambiente más bien invariable, impregnado de disertaciones que evocan la desesperanza, el miedo y la frustración en general, y cómo este tipo de situaciones pueden llegar a ser tremendamente caóticas, especialmente cuando hay de por medio seres humanos de carácter más bien débil y pusilánime.

Considero que lo importante en esta obra no reside realmente en el transcurso de la historia, que se va volviendo sumamente predecible durante la trama, sino que tiene sus raíces puestas en la manera de ver el mundo y de sentir de Yozo, el protagonista. Su propia percepción es lo que forma la narración (en primera persona), lo cual resulta fundamental para entender el fondo de la historia (la cual pasa a un segundo plano): no todas las personas percibimos las cosas del mismo modo.

Creo que es un libro curioso cuando quien lo lee ha sufrido de depresión. Es más fácil ponerse en los zapatos del otro (en este caso, de Yozo) cuando uno se ha enrollado en este tipo de espirales que cada vez depredan con más voracidad los pequeños atisbos de luz que da la existencia ocasionalmente; hay momentos en los que es más fácil huir con medidas pasajeras, en vez de dar la cara a nuestros demonios. Y hay muchas personas que no logran salir con vida.

Así, si el lector está interesado en el tema y gusta de una lectura sórdidamente pesimista, desesperanzadora y brutal, llena de disertaciones crudas sobre la existencia humana, podría tener un rato agradable.

👾 Si no vas a leer el libro, te lo cuento:

Probablemente haya lectores interesados más en el desarrollo de las historias y las aventuras de los protagonistas, por lo cual me queda muy claro que esta lectura no sería apta para cualquier público, pues, como ya he dicho, su esencia está en la manera en la que Yozo plasma su manera de ver las cosas.

“Me pregunto si soy feliz. Desde pequeño me han dicho muchas veces que soy afortunado; pero mis recuerdos son de haber vivido en el infierno. Esos que me tildaron de dichoso, al contrario, parecen haber sido incomparablemente más felices que yo”.

La novela recoge acontecimientos claves desde la niñez hasta la adultez de Yozo. Se califica a sí mismo como un niño enfermizo, que solía pasar numerosos meses en cama (es posible, incluso, que su personalidad pudiera ser fruto de alguna enfermedad); temeroso de la dureza del corazón humano, constantemente preocupado por agradar a los demás, en busca de una máscara perfecta para esconder sus verdaderos sentimientos de temor. Nunca se calificó a sí mismo como un ser desalmado o criminal, que es lo que uno podría esperar cuando se encuentra con el título del libro. Al contrario, se puede afirmar que era una persona muy empática y que podía captar cuando otros tenían vidas similares a la que él llevaba:

“Existe la palabra “marginados”, que denota a los infelices, a los fracasados y a los descarriados en la sociedad humana; pero yo creo que lo soy desde el momento en que nací. Por eso, cuando me cruzo con alguien calificado de “marginado”, de inmediato siento afecto por él. Un afecto que llena todo mi cuerpo de un arrobamiento de ternura”.

A medida que crecía se encontraba cada vez con que el ser humano era peor de lo que imaginaba. Incluso narra haber sido víctima de abuso por parte de una criada cuando era niño. Aprendió entonces, desde una corta edad, a ocultar sus sentimientos y pensamientos reales haciendo reír a los demás con múltiples bromas intencionales (y le causaba un horrible pánico cuando sospechaban que todo era una actuación). Pero de este modo logró sobrellevar la vida en la niñez y en la adolescencia, siendo la pintura el único mensaje que traducía su realidad, a pesar de que nunca hizo públicas sus creaciones por miedo a levantar sospechas ante otros sobre su verdadero ser.

Quiso estudiar pintura en la universidad, pero al ser otro el designio de su padre, no tuvo problema en obedecer. Fue a Tokio entonces para hacer sus estudios universitarios y convertirse en funcionario. Así llegó la época de las malas decisiones, de esas que no tienen vuelta atrás: prostitutas, tabaco y alcohol, esto en compañía de un hombre llamado Horiki, también estudiante, que le enseñó este mundo y gozó a sus expensas.

De mucha importancia saber que, en muchas ocasiones, a las personas a las que les cuesta sentirse tranquilas para expresarse, relacionarse con otros y no sentir presión en el intento, les viene muy bien el alcohol debido a sus efectos desinhibitorios, que crean una atmósfera de alegría pasajera. Por la misma razón, estas son personas con alguna potencialidad para hacerse adictas, por ejemplo, al alcohol, el cual encontró en Yozo a una víctima perfecta.

A propósito de este tipo de conductas autodestructivas, Yozo resultó tomando todo el dinero que le daban sus padres para satisfacer sus deseos y, de paso, siendo usado por Horiki para el mismo fin. Siendo hijo de una familia bien acomodada, vivía en una posada con menos de lo necesario, y buscaba dinero sólo para comprar sake barato. La adicción era brutal e inminente.

Es también curioso conocer cómo transcurrió su vida con las mujeres. Muchas se enamoraban de él, quien parecía no darse cuenta o decidía ignorarlas conscientemente. No estaba hambriento de sentimientos de amor ni buscaba una relación de pareja, aunque hubo mujeres presentes en muchos acontecimientos importantes en su vida. Y las mujeres solían sentir hacia él algún tipo de cariño parecido a aquel que lleva a querer proteger a otros (un instinto maternal, podría ser).

Conoció a una mujer llamada Tsuneko, que, según su percepción, era tan miserable como él, y fue el único momento de su vida en el que sintió algo como el amor:

“Aunque esa mujer no dijo: “¡qué tristeza!”, su cuerpo estaba envuelto en una profunda tristeza silenciosa, una corriente de miseria de unos tres centímetros que circulaba sobre ella. Al acercarme a ella, mi cuerpo quedaba también envuelto en esa corriente, mezclándose con la de mi punzante melancolía “como una hoja muerta que se pudre en el fondo del agua”. Por fin me había librado del miedo y la angustia”.

Y en una noche que pasaron juntos decidieron suicidarse en conjunto lanzándose al mar en Kamakura (episodio con raíces autobiográficas). Tsuneko murió y a Yozo lo llevaron al hospital, lo cual generó un alborozo en la prensa local porque él venía de una familia de renombre. Cuenta haber llorado mucho después de lo sucedido, aunque tuvo suerte de que le diagnosticaran una dolencia pulmonar y le dejaran libre de asuntos judiciales luego de lo sucedido.

No siendo capaz de mantenerse por sí mismo, ya que su adicción no se lo permitía, encontró personas que lo mantuvieron. Así, su próxima relación con una mujer se dio debido a esta necesidad. Ya que tenía alguna habilidad para el dibujo, gracias a ella logró que publicaran algunas tiras cómicas obscenas de su autoría en periódicos de bajo rango. Entonces podía comprar su propio sake y seguir retorciéndose en su propia miseria diariamente:

“Por la ventana se veía una cometa atrapada entre los cables eléctricos, azotada y rasgada por el viento polvoriento de primavera; y aun así parecía aferrarse a los cables, agitándose como en movimientos afirmativos. Cada vez que la veía no podía evitar sonrojarme con una sonrosa amarga. Incluso se me aparecía entre sueños”.

Tuvo otra relación importante con una mujer llamada Yoshiko, a quien se describe como una mujer joven, ingenua y muy confiada (tanto que nunca llegó a dudar siquiera de Yozo). Y así, un pequeño relámpago de felicidad le iluminó brevemente: quiso casarse con ella y tratar de buscar así “la felicidad”. Así lo hizo, a pesar de lo complicado que fuera en la práctica.

Aparece nuevamente Horiki buscando dinero para beber y, como es evidente, Yozo no es de esas personas que puedan decir no, lo cual es más impensable si se trata de alcohol. Este aparecía y desaparecía constantemente, mas esta vez Yozo se atreve a pensar lo siguiente:

“Tuve un sobresalto. En el fondo, Horiki no me trataba como a un ser humano sino como a un deshonrado que escapó a la muerte, un fantasma imbécil, un cadáver viviente; y su amistad sólo consistía en utilizarme al máximo para sus placeres. Por supuesto, estos pensamientos no fueron nada agradables; pero, pensándolo bien, era comprensible que Horiki me viese de esa manera, ya que desde niño era indigno de ser humano, y quizá fuera muy razonable que hasta él me despreciara”.

Así es. También es típico de perfiles de baja autoestima justificar a las personas que les maltratan. Y bien, a falta de tragedias y malos ratos, para completar este recorrido lleno de desgracias, un hombre violó a Yoshiko en su propia casa, mientras él estaba presente, bebiendo con Horiki. Es también de no creer su reacción, pues no hizo absolutamente nada, además de sentarse a llorar y seguir bebiendo.

Después de la deshonra cometida, el matrimonio empezó a decaer, pues Yoshiko vivía ahora fundida en sobresaltos y temores permanentes, e incluso se sentía atemorizada en presencia de Yozo; ya no sonreía y andaba muy ensimismada, como avergonzada. Yozo, a su vez, se refiere a este momento como decisivo en su vida, relatando que a partir de ello perdió totalmente la seguridad en sí mismo y su temor hacia la humanidad creció de un modo insuperable.

Días después trató de suicidarse con una sobredosis de medicamentos, pero no lo consiguió. Y no había pasado mucho tiempo cuando empezó a vomitar sangre. Se preocupó por su salud y fue a una farmacia cercana, cuya dueña era una mujer lisiada que, también, se sintió atraída por ese no-sé-qué que tenía Yozo y que tan útil era para endulzar a las mujeres. Le recetó entonces algunos medicamentos, indicándole que no volviera a beber y que, a cambio, podría inyectarse morfina.

Error evidente y ya se vislumbraba más próximo el muro de este callejón sin salida: efectivamente, Yozo dejó el licor y se hizo adicto a la morfina. A pesar de que cada día necesitaba más, la mujer de la farmacia conseguía las que él le pedía, y ya su deuda era enorme con ella. Como último recurso, escribió una carta a su padre buscando dinero, pero nunca recibió respuesta.

Y la historia se cierra aquí cuando lo llevan al manicomio. Fue retirado por uno de sus hermanos después de la muerte de su padre. Yozo hace referencia a que éste había sido el causante de todo su sufrimiento (aunque no se hacen referencias explícitas a esto durante toda la narración). Fue llevado a vivir a una casa a las afueras de un pueblo, con una mujer mayor a su servicio. Cuenta, entonces, haber perdido cualquier deseo de luchar o de sufrir a partir de todo aquello:

“En mi existencia ya no existe la felicidad o el sufrimiento. Todo pasa. Esa es la única verdad en toda mi vida, transcurrida en el interminable infierno de la sociedad humana. Todo pasa. Este año cumpliré veintisiete. Tengo ya tantas canas que aparento haber pasado los cuarenta”.

No se dice nada acerca de su muerte ni de lo sucedido a partir de ello. Sólo queda el vacío en el corazón de quien lo lee, de quien medita largamente en las constantes confesiones del autor; de aquel a quien no le puede quedar más que la plena certeza de que, probablemente, en este mundo hay vidas que, por alguna razón, están dañadas 💔

© K. Sánchez (22/10/21)

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