Puntos para el debate sobre la despenalización parcial del aborto en Colombia

Si bien la decisión tomada el día de ayer en sede de la sala plena de la Corte Constitucional en Colombia acerca de la despenalización parcial del aborto ha traído muchas opiniones diversas, este debate, de radical importancia para las mujeres, no es nuevo al interior de la sociedad. Da la impresión de que esta nunca fuera a estar lista para ello, como de que “no estamos listos para esa conversación”.

Una de las luchas más arduas del feminismo en esta época ha sido estructurada, precisamente, por la despenalización del aborto. El hecho de catalogar el aborto como un delito se entiende como una limitación de papá-Estado a la libre determinación de la mujer sobre su propio cuerpo y se inmiscuye desmesuradamente su poder de decisión, esto es, su autonomía, la cual tendría que entenderse como un derecho fundamental. Es interesante ver la argumentación de la Corte en 1994, luego en 2006 (cuando se admitieron las tres causales), y ahora quedamos expectantes a la de 2022.

Se encuentra, entonces, esta configuración liberal de garantizar el derecho de la mujer en contraposición al ideario de que “toda vida es sagrada”. No son desconocidos los argumentos de parte y parte, motivo por el cual me dispongo a poner de presente algunos puntos básicos para que tengan en cuenta dentro de sus discusiones. Seré breve:

1.    La sacralidad de la vida como criterio de doble moral:

Muchas cosas para tener en cuenta. La vida es un derecho fundamental, primero. Seguido de ello, hay que tener en cuenta que el homicidio es un tipo penal que no aplica para el nasciturus (el no nacido), pues este no ostenta, jurídicamente, la calidad de persona humana como tal, lo cual implica que no es preciso pensar en este tipo penal al hablar de un aborto. Si bien hay tipos penales que tutelan los derechos de la madre gestante, esta es una cuestión independiente.

La cuestión de la doble moral, entonces, la resalto debido a que la pretendida sacralidad de la vida se encuentra, en esta sociedad, como un concepto que sólo se usa cuando conviene. No es un secreto para nadie la indignidad de condiciones en la que viven miles de personas en nuestro país (hambre, inaccesibilidad al agua potable, analfabetización, acceso limitado a la educación y otros básicos para formar dignamente a los seres en la integridad que representan –o que deberían representar), además del irrespeto proclamado que nos ha acostumbrado a ser testigos de asesinatos, desplazamiento forzado, violaciones, entre otros.

Que la vida sea sagrada es un idealismo. No tenemos las condiciones para tal. Como sociedad no somos coherentes con ese amplísimo postulado. La carencia de coherencia es innegable.


2.    La prioridad de la mujer en el debate:

No podría criticar, de ninguna manera, el hecho de que los hombres, quienes también conforman la sociedad, tengan algo que decir al respecto, pues todos tenemos derecho a formarnos nuestra propia opinión. Lo verdaderamente cuestionable (y que, según he visto en muchas ocasiones) es que pretendan argumentar que, quienes estamos a favor de una causa como el aborto, estamos equivocadas (porque el discurso va en contra de la mujer) porque somos irresponsables, porque carecemos de principios o porque somos “asesinas”. La opinión del hombre no es más objetiva ni más fiable que la de la mujer, ni tiene más valor que esta, de ninguna manera.

Es una muestra muy clara del patriarcalismo que nos invade. Se habla, se reniega y se insulta, pero muchos son incapaces de reconocer que somos nosotras quienes, en realidad, debemos tener aquí la última palabra.

Son nuestros cuerpos los que están involucrados, es la maternidad la que está en escena; es ese rol que históricamente hemos llevado las mujeres, en vista de la marcada ausencia del hombre en su ejercicio de la paternidad y que, evidentemente, ha marcado la vida de las madres, muchas forzadas a continuar con un embarazo por miedo o por presión social, entre otros.

Quiero traer a colación el tipo penal del embarazo forzado, delito que se da en contextos de conflicto armado (art. 139C de la Ley 599 de 2000). ¿Por qué lo menciono? Para que, si es útil, consideren la idea de que el embarazo también ha sido usado como objeto de dominación por parte de la figura de poder que puede representar el hombre en conjunto con su virilidad, y que trata de imponer a la mujer, sujeto históricamente vulnerable, la procreación misma porque esta es su voluntad. ¿Será el conflicto armado el único contexto en el que se han dado estas conductas?

 

3.    El arraigo primitivo al punitivismo:

Es particular ver cómo la sociedad tiende a encargar al Estado el castigo de montones de cosas que podrían prevenirse sin necesidad de acudir a amenazas de corte penal. El afán de castigar y penalizar cualquier conducta sólo demuestra la poca responsabilidad que el ser humano quiere tener sobre sí mismo, requiriendo amenazas para considerar la posibilidad de aplacar su comportamiento.

Además, el contentillo que se les quiere dar a las masas mediante la penalización sin medidas (la pena de muerte, la creación de nuevos tipos penales o la agravación de algunos ya existentes) sólo constituye un arma del populismo punitivo que funciona a quienes desean acomodarse mejor en épocas de elecciones.

Ahora bien, recuerden que se trata de una despenalización parcial. Y tengan presente que los castigos nunca han sido disuasorios ni ejemplares.

 

4.    La absurda falta de educación sexual:

El primer paso para saber cómo actuar frente a determinado fenómeno consiste en conocerlo a cabalidad. En este contexto tenemos desde padres que no saben ilustrar a sus hijos acerca de la naturaleza del sexo (por falta de tacto, por tabú o porque no les interesa) hasta carencias en las instituciones educativas de programas integrales sobre el tema.

También se conocen muchos casos en los que resulta difícil (y se omite) enseñar a los niños las señales de alarma sobre posibles actos sexuales abusivos que puedan cometerse en su contra, porque los parientes, en ocasiones, suelen estar llenos de un miedo absurdo hasta a enseñarles a sus pequeños que tienen pene o vagina. El acceso carnal violento se empieza a prevenir desde la niñez.

Esa es una muestra de que el sexo sigue siendo un tabú en muchos casos. Hay padres que reprenden a sus hijos si encuentran que estos cargan condones, o humillan a sus hijas cuando se enteran de que estas usan algún método anticonceptivo. El diálogo a tempranas edades sobre el tema también es fundamental, pues es necesario enseñar la naturalidad del deseo y de las relaciones sexuales, lo cual conlleva asumir responsabilidades y conocer las consecuencias de nuestros actos.

 

5.    La falibilidad de los métodos anticonceptivos:

La puesta en escena del tema del aborto pone de manifiesto la fuerte ignorancia que existe sobre el tema hasta en personas que son “educadas”. Ningún método anticonceptivo es 100% efectivo, pero hay personas que dicen que, si una mujer no quiere hijos (recargando nuevamente a la mujer la responsabilidad) debería “cerrar las piernas” (pero muchos juzgan desde la posición en la que evaden su responsabilidad o su participación en el acto sexual).   

En muchas ocasiones los condones se rompen (incluso está el caso en que los sabotean intencionalmente), y hay casos también en los que la píldora del día después tampoco resulta eficaz. ¿Qué hay que tener en cuenta, entonces? Que en muchas ocasiones no es falta de voluntad o de responsabilidad por parte de la mujer (¡y qué desgracia tener que admitir que este sea un peso que carguemos sólo nosotras, cuando ni siquiera nuestras parejas sexuales suelen saber sobre nuestro ciclo menstrual!).

 

6.    El desconocimiento del cuerpo femenino y los múltiples efectos secundarios de los métodos anticonceptivos hormonales:

Reitero la desgracia que padecemos las mujeres al tener que asumir la responsabilidad por la planificación y todo lo que esta implica. Es tema largo que reduciré a que ni siquiera muchas de nosotras sabemos, a ciencia cierta, cómo funciona aquello de la ovulación; no sabemos que apenas son unos pocos días en los que somos susceptibles de quedar en embarazo, y nos vemos subyugadas, desde que iniciamos nuestra vida sexual, a acudir a un método de planificación hormonal que no conocemos del todo, pero con el que sabemos que estaremos más seguras, al menos lejos de un embarazo no deseado (si es que tenemos la fortuna de conocer y de acceder a edad adecuada a métodos anticonceptivos).

Muchos desajustes a nivel hormonal, los cuales tienen consecuencias a nivel físico y mental, se dan a propósito del uso de anticonceptivos hormonales. Soportamos depresión, ansiedad, aumento de peso, cambios en el estado de ánimo, síndrome premenstrual, sangrados anormales, entre otros, que nos hemos visto forzadas a normalizar, mientras que, por lo general, nuestras parejas sexuales no se dan por enteradas. ¡Cargamos con mucho, mujeres!

 

7.    El temor impertinente a que se acuda al aborto como “método anticonceptivo”:

Supongo que las personas que tienen esta percepción imaginan que acudir al misoprostol como método abortivo equivale a tomar una píldora anticonceptiva. Sólo pongo de presente que tomar la decisión de someterse a un aborto es doloroso, porque, sea cual sea la ideología, principios o creencias de la mujer, siempre se está ante diferentes perspectivas y ante lo que implica ese “podría ser”.

Las implicaciones físicas que tiene un aborto son también bastante fuertes, pues, además de tomar una decisión y someterse a un procedimiento (ya suficiente carga moral), este genera suficientes malestares, y puede llegar a tener consecuencias complejas si no se realiza bajo el acompañamiento de un profesional en la materia. No voy a repetir lo que ya sabemos acerca de la cantidad de mujeres que mueren tratando de practicarse abortos clandestinos.

 

8.    El aborto como privilegio de clase:

Por último, si bien las condiciones en las que se dictaminó la despenalización parcial del aborto lo hacen más asequible para todas las mujeres en el territorio colombiano, se requiere de políticas públicas específicas para que este derecho pueda ser garantizado en términos prácticos, sin trabas institucionales; sin esperar tres meses para que la EPS atienda el caso, tiempos largos que pueden afectar nuestra salud física y mental si no estamos en condiciones para dar a luz.

Por otra parte, es innegable que, en vista de las condiciones del sistema de salud, será más fácil el acceso al aborto para aquellas mujeres con cierta capacidad económica (que puedan costearse un médico particular, dado el caso). A su vez, será una opción plausible para aquellas mujeres que cuentan una educación más liberal y más íntegra. Hay muchas que no saben lo que es el feminismo y que, incluso, hasta le temen; hay muchas que no han sido tocadas en su vida diaria por esta lucha.

No considero que el confesionalismo sea el enemigo, pero sí la ciega adoración. No está mal tener un guía espiritual, pero sí es peligroso no cuestionarle. La iglesia católica, estamento descaradamente patriarcal, está enfurecida porque nos extienden un derecho a las mujeres (esta iglesia que no permite sacerdotisas, por ejemplo), y sigue engalanándose en el uso desmesurado del poder que implica inmiscuirse en la conciencia de sus seguidores.

Cabe resaltar que, habiendo puesto de manifiesto lo anterior, este escrito no tiene un propósito de parcializar o convencer a nadie de ninguna posición en particular. La invitación sólo consiste en tener en cuenta que la opinión propia no es absoluta, que no es dado imponer una moral en particular a todos los sujetos (quienes contamos con libertad de autodeterminación); que, independientemente de que estemos o no de acuerdo con el actuar de otras personas, la idea de limitar ciertas conductas penalizándolas no constituye ningún tipo de garantía.

Celebro el debate y que se reconozca a la mujer el poder de decisión en cuanto a asuntos que le competen directamente, y que históricamente ha sido cercenado por la pretendida autosuficiencia del patriarcalismo que nos ha invadido hasta la médula.

Seguiremos pasando por tiempos complicados y seguiremos siendo juzgadas por la puesta en práctica de nuestra libre determinación en estos casos. Siempre habrá quien nos irrespete o quien nos quiera convencer de lo contrario, pero también habrá quién nos apoye en este tipo de circunstancias.

Cada día estamos menos solas y, en casos como este, mujeres, debemos tener el carácter suficiente para hacer valer nuestras decisiones, las cuales, desde siempre, nos han tratado de imponer desde afuera. Tengamos valor, eduquémonos y fortalezcamos nuestro criterio. No temamos a ejercer el papel más activo sobre nuestras propias vidas.

© K. Sánchez (22/02/22)

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