Reseña de “El demonio del movimiento y otros relatos de la zona oscura”, colección de cuentos de Stefan Grabinski

A pesar de que soy asidua lectora y me considero una buena conocedora del género del terror en la literatura, admito que no conocía a Stefan Grabinski, escritor polaco de inicios del siglo XX, otro de esos muchísimos casos de escritores que, a pesar de su talento, mueren desconocidos, abandonados y en extrema pobreza, dudando de la genialidad de sus creaciones y hasta de su misma cordura:

“(…) Porque, como es sabido, el ideal está en la muerte. El peso de la obra oprime al creador; los pensamientos plenamente realizados pueden volverse amenazantes y vengativos, sobre todo, cuando los pensamientos son descabellados. Abandonados a su suerte, sin ningún punto de apoyo en la realidad, pueden llegar a ser fatales para su creador” (fragmento de “El amo de la zona”).

Polski: skan książki PL (1919) - CBN Polona 
Conocí el libro porque fue publicado por en la colección “Gótica” de Valdemar, que es de mis favoritas; vi entonces su portada y con el nombre me bastó para tener curiosidad inmediatamente por su contenido.

El libro consta de dos partes. La primera contiene nueve historias que están enfocadas, haciendo honor al título, en cuestiones relativas a la física y a los posibles misterios del mundo del movimiento. La mayoría de historias de esta parte del libro (si no todas) se relacionan con trenes, lo cual me pareció supremamente novedoso en relación con la ficción en el terror. Conocía, por ejemplo, en cuestiones de ciencias físicas y literatura de horror, a Leopoldo Lugones y su colección de cuentos denominada “Las fuerzas extrañas”, la cual, debo reconocer, tuve que abandonar porque llegaba a ser agobiante por la cantidad de terminología y conceptos que, para una persona que no tiene conocimientos previos en física y otras ciencias, no llegan a ser del todo comprensibles. Difícilmente deslumbraba algunos de sus panoramas en mi imaginación.

Caso contrario y muy gratificante el haber encontrado en Grabinski una lectura que, independientemente de estar enfocada en la física del movimiento, no deja perder al lector en ningún momento. Me agradó enormemente haber encontrado una temática que no había visto trabajar antes con tanta insistencia, con tanta gracia y con un nivel de desarrollo tan sólido (a pesar de lo fantástico); siempre considero valioso apreciar el contexto y, para el caso, me causa gran admiración que la velocidad y el movimiento de los trenes, imperantes para el desarrollo en el contexto de la vida del autor, hayan sido causa de curiosidad y de inquietud tan grande para generar este tipo de historias.

Así, mediante esta cuestión principal, Grabinski hace mezclas interesantes con temas de tipo sobrenatural, parapsicológico y hasta eróticos (buena jugada, por ejemplo, en “En el compartimento”), y juega de modo muy interesante con cuestiones como puertas interdimensionales (como en “El tren encantado”) y algunos fenómenos relativos a la temporalidad. Incluso hace muchas disertaciones en cuanto a la vida del ser humano y a la percepción que tiene de sí mismo, a la vida después de la muerte (como en “Última Tule”), y también llega a cuestiones como la locura y otras típicas en el plano del horror.

Destaco como mis favoritos, justamente por su fuerte contenido de nostalgia trágica y reflexiva, “El demonio del movimiento”, que fue una muy buena introducción como primera historia de la colección, “El pasajero perpetuo” y “La vía muerta”:

“Allí, no muy lejos, los trenes pasan veloces, las locomotoras corren hacia el ancho y hermoso mundo; aquí, la obtusa frontera de un montículo cubierto de hierba. Es la añoranza que siente un desfavorecido. ¿Lo comprende usted? Una añoranza sin la esperanza de su cumplimiento conduce a un resentimiento que se va reconcentrando hasta que la fuerza del deseo logra imponerse a la realidad complaciente… del privilegio. Nacen energías ocultas; las fuerzas destructoras se van acumulando a lo largo de los años” (fragmento de “La vía muerta”).

En cuanto a la segunda parte del libro, ya con otros centros temáticos, allí se encuentran ocho relatos ya en la vida fuera de los trenes, pero manteniendo el resto de sus inquietudes intactas.

En “Estrabismo” y en “Saturnin Sektor” (ambos espectaculares) tenemos una historia muy original sobre un doppelgänger; en “Gases” hay una historia de brujería; “El amo de la zona” combina cuestiones de temporalidad con algunas criaturas monstruosas, así como “La venganza de los elementales”; “La mirada”, básicamente, habla sobre un trastorno obsesivo de orígenes cuestionables y, por su parte, “El cuento del enterrador” narra la vida de un personaje digno de ser temido. Dejo para el final “La amante de Szamota” porque quería resaltar que, según me he enterado, cuenta con una adaptación cinematográfica llamada “Evil streets”, de 1998 (no la he visto).

Por último, no puedo dejar de destacar la sutileza de la prosa de Grabinski, que no llega en ningún momento a ser vulgar, independientemente de que trate de temas un tanto complejos en ocasiones:

“En un reflejo desesperado, se arrojó a la ventana para saltar por ella. Pero una legión de manos resbaladizas y frías le agarraron por la cintura, le clavaron los ganchos de sus manos en la cabeza, le rodearon el cuello. Wrześmian forcejeó varias veces. Unas uñas se incrustaron a su garganta, otros labios se adhirieron a su sien…

Se tambaleó, apoyó la espalda sobre el marco de la ventana, se inclinó hacia atrás… Sus temblorosos brazos estirados se abrieron en un gesto de sacrificio, y en sus pálidos labios apareció una sonrisa de realización; ya estaba muerto” (fragmento de “El amo de la zona”).

Lleno de fragmentos esplendorosos escondidos en las grietas de ficciones especulativas, algo místicas y siempre empapadas de melancolía:

“Eran las cuatro de la madrugada. Las apariciones nocturnas sobrevolaban en procesión la ciudad, preparándose de mala gana para el viaje de vuelta. Los fantasmas diabólicos plegaban con tristeza sus fantásticas alas, mientras los pensativos ángeles de la guarda, inclinados sobre las camas de los niños, les daban besos de despedida en sus pequeñas frentes” (fragmento de “La venganza de los elementales”).

© K. Sánchez (18/02/22).

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