Reseña de “Siddhartha”, de Herman Hesse

Llevaba más de diez años sin leer a Hesse, desde El lobo estepario. De este último me había llevado una muy buena impresión, así que, sin dudarlo, empecé a leer Siddhartha, pero debo admitir que no tenía ni la más mínima idea de que era este tipo de libro. Pero lo interesante es que, aunque yo esperaba algo totalmente diferente, me llevé la sorpresa más grata de la vida al encontrarme lo que podría tomar como una especie de biblia. Sí, así de grandioso fue.

Infructuoso sería detenerme en resumirles la historia, porque doy fe de que lo lineal aquí queda en un segundo plano. Es apenas la consecución en la línea del tiempo de cómo y en qué momento aprendió el protagonista cada cosa. Esto, evidentemente, le da sentido y lo diferencia de cualquier texto filosófico o religioso (en el sentido de que sólo se refieren al discurso y a la reflexión), pero tú aquí no vienes por la historia, sino por la sabiduría que te va llenando con cada aparte que lees, que cobra la apariencia casi un texto sagrado, pero que toca temas complejos de un modo muchísimo más digerible.

Así que, lo primero que quiero resaltar del relato es que es exageradamente fácil de leer. Eso me parece hermoso porque estamos ante un texto que puede ser de acceso para personas que no están muy acostumbradas a la lectura. Tiene algunos términos que, posiblemente, no se entenderán si el lector no tiene conocimientos básicos sobre el budismo, pero basta con googlear algunas referencias a deidades, conceptos clave (las cuatro nobles verdades, el sendero óctuple, etc.).

Siddhartha Gautama meditating-
Original picture taken by Sacca, CC BY-SA 3.0,
via Wikimedia Commons.
Para mi caso, supongo que el hecho de tener buen asidero teórico sobre el budismo y las religiones orientales me ha sido de gran ayuda para explotar la lectura al máximo, pero lo cierto es que no es necesario ser un experto para sacarle gran provecho a la lectura.

Como resumen ejecutivo, puedo contarles que la historia está basada en la vida de Siddhartha (¡ojo! no se trata de la vida de “Buda” -Siddharta Gautama-, pero sí tiene alguna relación), el hijo de un brahmán que, desde temprana edad, fue admirado por todos debido a su gran entendimiento y sabiduría. Este decidió, insatisfecho, optó por cambiar su rumbo varias veces en su vida buscando conocer la verdad última de la existencia, llegando a explorar y a entender, por medio de la propia vivencia, las cadenas que atan al ser humano y que son el origen del sufrimiento mismo.

“Solo una meta se perfilaba ante Siddhartha: quedarse vacío, despojarse de su sed, de sus deseos, de sus sueños, de sus penas y alegrías. Deseaba morir para sí mismo, no ser más él, hallar paz y tranquilidad en su corazón vacío, permanecer abierto al milagro despersonalizando el pensamiento. Cuando venciera y aniquilara a su Yo, cuando todos los impulsos y pasiones enmudecieran en su corazón, tendría que despertar lo Último, lo más íntimo del Ser, lo que ya no es el Yo, sino el gran Misterio”.

Así, recorriendo ese camino, se encontró con algunas personas a las que tomó por maestros (personas del común), de quienes tomó enseñanzas que le fueron muy valiosas en los distintos momentos de su vida y que, finalmente, le aportaron enormes conocimientos para llegar a esa tan anhelada verdad suprema. De especial importancia entre los personajes considero a Govinda, un hombre de gran nobleza y bondad; a Vasudeva, que me ha dejado encantada con su conocimiento del fluir de las aguas (que me recuerda un concepto que hace parte de mi propia filosofía de vida, y que encuentro íntimamente asociado también con el taoísmo) y a Kamala, figura a la que resalto porque, siendo una cortesana, Siddhartha la tomó como ejemplo para aprender acerca del “arte del amor” (haciendo referencia a un amor sexual, pero que es íntegro). Me quedo con este aparte, que me pareció muy significativo:

“—¿Por qué habría de temer a un samana, a un necio samana del bosque que solo ha vivido entre chacales y no tiene la menor idea de lo que es una mujer?

—¡Oh! El samana es fuerte y nada lo amedrenta. Podría forzarte, hermosa muchacha. Podría raptarte o hacerte daño.

—No, samana, no es eso lo que temo. ¿Acaso un samana o un brahmán han temido alguna vez que alguien pudiera asaltarlos y robarles su erudición, su piedad o sus pensamientos más profundos? No, pues forman parte de sí mismo y él da solo lo que quiere dar y a quien le place dárselo. Lo mismo ocurre con Kamala y los placeres del amor. Bella y encarnada es la boca de Kamala; pero intenta besarla contra su voluntad y no obtendrás de esa boca, que tantas delicias sabe prodigar, ni una sola gota de dulzura. Tienes facilidad para aprender, Siddhartha, pues aprende también esto: el amor se puede mendigar, comprar, recibir como regalo o recoger en la calle, ¡pero robarlo es imposible! Has elegido un camino equivocado. No, sería lamentable que un joven tan hermoso como tú empezara tan mal”.

Así, en medio de sus anécdotas y sus reflexiones, la narración de la vida de Siddhartha trae a colación temas como el sentido de la vida, la existencia misma, los placeres, los vicios, el dinero y los lujos, amistad y el amor en general. Me quedo con la idea de que sería muy provechoso darle una relectura durante cada cierto tiempo. Y bien, para quienes no saben acerca del budismo y les causa curiosidad aprender sobre su filosofía, este texto es excelente para llevarse una idea muy bien ilustrada sobre este.

© K. Sánchez (13/02/22)

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