Reseña de “Último día de un condenado a muerte”, de Víctor Hugo

“Pues sí, ¡procurador del rey! ¡Y la constitución! ¡Y la libertad de prensa! Sin embargo, convendrá en que es odioso que un poeta quiera suprimir la pena de muerte. ¡Seguro que durante el antiguo régimen iban a permitir publicar un libro contra la tortura…! Pero después de la toma de la Bastilla, se puede escribir de todo. Los libros hacen un mal terrible”.

Una horca en París evoca el Día Mundial contra la
Pena de Muerte
(Diario de León, 11/10/11).
Di con esta lectura apenas como iniciación a la obra de Víctor Hugo. Si bien tengo entendido que la temática que aquí aborda es bandera en todos sus escritos, me siento satisfecha de haberle conocido de este modo, especialmente en razón de las afinidades teóricas (académicas) que tiene este discurso con mis intereses y conocimientos.

Es un libro realmente corto. Se encuentra dividido en dos partes:

1. La condena.

Se narra la historia, en primera persona, de un hombre joven, bien educado, con una familia formada y de una posición relativamente bien acomodada, quien fue condenado a muerte, aparentemente, por un homicidio. De acuerdo con esto, debía morir en la horca.

Así, cuenta desde el momento en el que fue sentenciado hasta que llega al centro de la plaza, justo antes de su ejecución pública. Se tiene entonces una narración supremamente directa y cruda, mas no se deja extrañar en ningún momento la elegancia de la prosa.

“¡Pues bien! Tengamos coraje frente a la muerte, tomemos esta espantosa idea con ambas manos y mirémosla a la cara. Pidámosle cuentas de lo que es, sepamos lo que nos reclama, démosle la vuelta en todos los sentidos, deletreemos el enigma, y miremos de antemano nuestra tumba.

Me parece que, en cuanto se cierren mis ojos, veré una inmensa claridad y abismos de luz por los cuales mi espíritu rodará sin fin. Me parece que el cielo será luminoso por su propia esencia, que los astros serán en él manchas oscuras, y que en lugar de ser, como son para los ojos vivos, lentejuelas de oro sobre terciopelo negro, parecerán puntos negros sobre un telón dorado.

O acaso, miserable de mí, será un horrible abismo, profundo, con paredes tapizadas de tinieblas, por el cual caeré sin cesar mientras veo formas removerse en la sombra”.

Así (a pesar de lo inverosímil que resulta que haya escrito esto en el momento antes de su muerte, lo cual puedo calificar como un error), en el recorrido que hace de sus días, pone de manifiesto el carácter inhumano de la pena de muerte en general, así como de la crueldad en los tratos que recibían quienes eran condenados al encierro y a trabajos forzados. En el intermedio, además de buscar hacer sentir al lector la irracionalidad de tales decisiones, entrelaza una cantidad de disertaciones llenas de angustia y contradicciones que reflejan la alteración profunda por la que pasa el protagonista:

¡Ay! ¿Qué hace la muerte con nuestra alma? ¿Qué naturaleza le deja? ¿Qué puede darle, qué puede quitarle? ¿Dónde la pone? ¿Le presta ojos de carne de vez en cuando, para mirar hacia la tierra y llorar?

Debo admitir que, si bien todo el texto está lleno de referencias desesperanzadoras y crueles, el final me llegó a envolver de tal manera que sentí mucha ansiedad desde que le transportan del centro penitenciario hasta que llega al centro de La Greve (la plaza) para el momento de su ejecución (¡me estaba ahogando!). Me gustó el impacto emocional de esa parte final (a pesar de que no narran el momento preciso de la ejecución, y eso era algo que yo esperaba con ansias).

Y bien, en resumen, esta es la parte sensibilizadora de la obra, pero es la menos importante…

2. El prefacio: el discurso contra la pena de muerte.

…porque aquí es donde reside la fuerza del discurso, incluyendo dentro de este, a grandes rasgos (apenas para que tenga un buen punto entre lo general y lo específico), un ataque muy bien fundamentado a la sociedad y al sistema penal de la Francia de la época, haciendo una apología al abolicionismo de la pena de muerte y, de fondo, a una “transformación completa de la penalidad” con un enfoque con raíz humanista, haciendo apreciaciones muy importantes acerca de todo el contexto. En síntesis:

“Declara, pues, o más bien reconoce abiertamente, que Último día de un condenado a muerte no es otra cosa que un alegato, directo o indirecto, como se quiera, a favor de la abolición de la pena de muerte. Lo que lo ha llevado a escribirlo, lo que quisiera que la posteridad viese en su obra, si alguna vez se ocupa de algo tan simple, no es la defensa especial, y siempre fácil, y siempre transitoria, de tal o cual acusado en concreto, sino la defensa general y permanente de todos los acusados presentes y futuros; es la cuestión de derecho más importante para la humanidad, alegada y defendida a viva voz ante la sociedad, que constituye la gran corte de casación; es este fin supremo de no recibir, abhorrescere a sanguine, establecido para siempre ante cualquier proceso criminal; es la sombra y la cuestión fatal que palpita oscura en el fondo de todas las causas capitales bajo el triple espesor del pathos, con los que se cubre la sangrienta retórica de las gentes del rey; es la cuestión de vida y muerte, digo yo, desvestida, desnuda, despojada de los sonoros enredos del tribunal, brutalmente actualizada, y colocada donde es necesario verla, donde es necesario que esté, donde está de verdad, en su verdadero ámbito, en su ámbito de horror, no en el tribunal, sino en el patíbulo, no entre los jueces, sino con los verdugos”.

Así, para quien esté interesado y no desee pasar por la primera parte del libro, perfectamente puede venir a esta y obtener toda su esencia. Además de lo que ya mencioné, el autor también hace referencia a fenómenos como, por ejemplo, la trascendencia de la pena más allá del individuo procesado, la insensibilidad del pueblo frente a la tortura y la muerte (para el que no constituía nada más allá de un buen espectáculo) y de los operadores de la justicia penal, y, en general, apreciaciones muy interesantes acerca del castigo, lo cual hace de Víctor Hugo una figura literaria digna de resaltar en cuanto al derecho penal en la revolución francesa y el abolicionismo de la pena de muerte (contra el cual, aún hoy en día, seguimos luchando).

© K. Sánchez (11/04/22) 

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