Reseña de “La puerta” de Natsume Sōseki (y opinión de la trilogía que cierra con esta novela)

Llevaba varios meses leyendo la trilogía de este autor, que iniciaba con “Sanshiro”, continuaba con “Daisuke” y finalizaba con La puerta. Voy a iniciar haciendo con la reseña acerca de “La puerta” y, después, daré mi opinión acerca del conjunto que conformaron las tres novelas.

Utagawa Hiroshige, CC0, via Wikimedia Commons
“La puerta” tiene un carácter muy distinto a sus antecesoras. Esta vez el protagonista es un hombre llamado Sosuke, de mediana edad (se podría decir que es de la misma edad o un poco mayor que Daisuke, el protagonista de la segunda novela), casado y que lleva una vida más que modesta. Tiene problemas económicos, debe luchar para que su pobre salario le alcance para lo necesario, y vive en un estado de constante desesperación, nostalgia y frustración. Se trata de la materialización de un personaje que, a pesar de que no es viejo, no espera absolutamente nada de su vida, pues ha perdido todas las expectativas que pudiere haber tenido de la misma.

A diferencia de las novelas que le preceden, en esta no se hacen referencias de carácter artístico, político o intelectual: el ambiente fue creado a propósito de adentrar al lector en la misma burbuja en la que Sosuke se refugió, junto con su esposa, cuando determinó que su vida no tenía un propósito establecido, sin darle espacio siquiera para albergar ningún tipo de resentimiento, esto es, lejos de todo aquello que pudiera darle una percepción de lo que sucedía afuera, a ese mundo que le había rechazado. Nuestro protagonista, esta vez, es un exiliado de las alas de la sociedad, a pesar de que en su juventud contó con condiciones muy favorables para haber logrado algún tipo de felicidad.

“El hecho de que hubieran logrado disfrutar de cierta paz se debía exclusivamente al poder curativo del tiempo, esa bendición de la naturaleza. Y si en alguna ocasión sucedía que escuchaban una voz a lo lejos que les acusaba de haber cometido un pecado, esa voz era tan tenue, tan distante, tan ajena a sus intereses cotidianos, que la impresión que producía en ellos no podía ser nombrada con palabras tan terribles como sufrimiento o miedo. Por otro lado, como no tenían fe para reconocer a Dios o como para alcanzar a Buda, mantenían su mirada fija el uno en el otro. Atrapados en su mutuo abrazo, formaban un círculo que les protegía del exterior. De esa manera, su vida diaria acabó por encontrar cierto equilibrio en medio de una atmósfera de melancolía. En ella saboreaban una especie de dulce tristeza. Ninguno de los dos sabía gran cosa de arte o filosofía, de modo que disfrutaban de esa fruta agridulce sin darse cuenta realmente de lo que tenían, sin regocijarse”.

El lapso en el que se desarrolla la historia es bastante corto, y la misma no ofrece muchas situaciones de importancia trascendental. Apenas dos, si no me equivoco: un factible reencuentro que pone de cabeza el mundo de Sosuke y amenaza con destruir la relativa tranquilidad que trataba de mantener, y la decisión que toma a partir de ello para tratar de encontrarse a sí mismo. Por lo demás, el resto de la historia contextualiza al lector en las situaciones que se han dado para que Sosuke sea la persona que se nos presenta en el momento en que se desarrolla la trama.

Dentro de esta historia que se presenta sobre las circunstancias previas, la que considero más importante y que, en realidad, considero la columna vertebral de la trama, es la relación de Sosuke y su esposa, Oyone (lo cual también es algo completamente nuevo en relación con las dos historias anteriores). A pesar de la vida tan simple que lleva la pareja y del modo en que la sociedad los ha relegado, su amor (que puede ser calificado como simple o desabrido, incluso) les da un respiro a pesar de las dificultades y les mantiene incólumes ante las constantes desdichas que les acechan.

La pareja afrontó situaciones muy complejas y, aún en este rezago de la sociedad, pasaron por la pérdida de varios hijos, dificultades en sus familiares, enfermedades y su desesperanza ya acostumbrada. Y es justo el mismo amor y el aprecio de Sosuke hacia Oyone lo que llevó a este, finalmente, a asumir ciertas dificultades en soledad, para evitar generarle mayores desdichas a ella (a pesar de que era una mujer muy serena y sensata).

“Al darse cuenta de su estado, se compadeció de sí mismo, sin poder dejar de escuchar el paso de las horas en el reloj del salón. En un principio fueron unas cuantas campanadas en rápida sucesión. Más tarde escuchó solo una: el ruido sordo de una única campanada que parecía arrastrarse eternamente por la casa como si se tratara de la cola de un cometa arrastrado por todo el universo. El eco resonó largo tiempo en sus oídos. Más tarde, el reloj dio las dos con su sonido melancólico. Tumbado en la cama, decidió que debía encontrar la manera de tomar las riendas de su vida. Casi sin darse cuenta, el reloj estaba dando las tres. Poco después fueron las cuatro, las cinco, las seis… A lo largo de aquella noche tuvo la impresión de estar entrando a formar parte de un mundo mucho más extenso. El cielo se expandía y se contraía como una pelota colgada de una cuerda elástica. Y, como las olas, la tierra se movía adelante y atrás en el espacio, describiendo un formidable arco. Eran cerca de las siete cuando despertó repentinamente de su sueño. Vio el rostro sonriente de Oyone, que estaba arrodillada a su lado, al igual que todas las mañanas, mientras un sol radiante ahuyentaba de sus ojos el oscuro mundo de los sueños”.

Así, cuando la trama llega a su punto álgido, el protagonista se percata de su pobreza espiritual (que le atormentaba, seguramente, más que la económica) y de su falta de carácter y piensa, entonces, en la idea de la puerta y de si, en algún momento de su vida, logrará cruzar ese umbral para encontrarse consigo mismo y descubrir, quizás, un camino para soportar su existencia humana.

😵 ¿Cómo se enlaza, entonces, la trilogía?

Es sorprendente lo diferentes que son entre sí las tres narraciones, pero lo más curioso es que este factor es el que las une, precisamente. No hay personajes en común en ninguna de las historias (era algo que yo estaba esperando), ni paisajes o algún punto en particular. Considero que es una sucesión de maneras de ver la vida, que podrían tomarse a partir de la edad, las decisiones y el paso del tiempo.

Sanshiro, la primera historia, presentaba un ambiente lleno de gracia e inocencia: el joven de provincia que va a Tokio para iniciar sus estudios universitarios, y empieza a conocer un mundo que no tenía idea de que existía, y que estaba impregnado de relaciones sociales y de personas que eran muy difíciles de entender para la simpleza y la pureza del protagonista. El escenario, que estaba muy bien dotado de apuntes de corte literario y artístico. Y la percepción y el primer acercamiento que tiene Sanshiro con las mujeres y el amor, que le resulta tan complejo en su abordaje, esencialmente por la joven de la cual se enamora. En resumen, fue una historia encantadora y muy tranquila, y su final, si bien puede dejar un sinsabor, es bastante realista y, a mi parecer, “adecuado”.

Descriptor básico de la primera novela: inocencia 💖

Viene luego Daisuke, de lectura mucho más compleja porque el abordaje se da esta vez desde la profunda individualidad del protagonista y sus constantes cavilaciones respecto al tema social y económico, pasando así, esta vez, a dejar el trasfondo artístico de Sanshiro para inmiscuirse más en cuestiones filosóficas y existencialistas. Se puede decir, entonces, que es una segunda etapa: la mediana edad, en la cual el personaje principal ya ha asumido un carácter propio para plantarse frente al mundo que le rodea y a las imposiciones que se le tratan de destinar en virtud de su rol. Aquí ya no hay apuntes graciosos, todo parece un desierto. En cuanto a las relaciones con el género femenino, esta vez el asunto es más difícil porque, de por medio, hay una mujer casada. El punto álgido de la novela hace referencia a las decisiones y a la manera de asumirlas. El final, en esta ocasión, resultó tremendamente trágico, bochornoso y desesperanzador.

Descriptor básico de la segunda novela: angustia 😰

Y se cierra la trilogía con La puerta, que nos ofrece una narración de menor complejidad que las dos anteriores (fluye con mucha más facilidad y, así mismo, los personajes son mucho más “simples”, de algún modo), y que puede tomarse como la siguiente fase de la vida. Se trata también de un hombre de mediana edad, mas este nos trae la novedad de que está casado, creándose así un nuevo panorama frente a las relaciones con el género femenino a comparación de las dos lecturas anteriores.

Como mencioné, curiosamente, esta relación es el punto central de la trama, pues es un factor que moldea el actuar de Sosuke, el protagonista. Referencias artísticas, literarias, políticas o filosóficas ya no hay: esta vez se llena el ambiente de la misma falta de interés y presunta ignorancia a la que voluntariamente se ha sometido el protagonista para soportar su existencia. El final no resultó como los dos anteriores, tampoco. Podría ser, tal vez, una suerte de “final feliz” que, de todas maneras, te deja la inquietud de “esto no será para siempre”.

La tormenta que había amenazado con caerle encima se había alejado sin rozarle siquiera, pero tenía la impresión de que en el futuro se vería obligado a enfrentarse a situaciones parecidas. El destino se la tenía guardada. Era su obligación capear el temporal, ese era su destino y tenía que acostumbrarse a convivir con él”.


Descriptor básico de la tercera novela: frustración 😔

Ahora, bien podría decirse que la relación de Sosuke y Oyone sería, en algún universo, el resultado de que Daisuke y Michiyo hubiesen logrado concretar su relación, pues, al fin y al cabo, en ambas parejas se da la situación de la “deshonra”, la cual conlleva(ría) el exilio de los amantes y el rechazo de la sociedad debido a sus acciones.

También puedo decir que el carácter de los tres protagonistas tiene un factor común que es su falta de carácter. Todos con cierta carga de cobardía que les impide tomar decisiones y enfrentar la vida en muchos aspectos, convirtiéndose en víctimas de su propia pusilanimidad (que trata de disfrazarse con una “falta de interés” también en las tres novelas).

En conclusión, teniendo en cuenta los factores que mencioné, la lectura de esta trilogía da mucho que pensar respecto a la individualidad del ser humano partiendo de las circunstancias que le rodean y del escenario en el que tiene que desenvolverse. Independientemente de sus situaciones iniciales, de su patrimonio, de la favorabilidad de su posición social, de sus intereses (o desintereses) y de su personalidad, las decisiones que toma cada cual y la manera en la que se perciben y se manejan las relaciones sociales. Hombres muy diferentes pueden cruzarse en puntos muy similares, independientemente de lo anterior, siendo la individualidad misma y la capacidad para hacerse, rehacerse y entender la existencia lo determinante para cada final posible.

© K. Sánchez (09/06/22)

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