“A nosotras, las mujeres, la civilización nos trata peor de lo que nos trataría la naturaleza. La naturaleza nos impone penas físicas que ustedes no han sabido aliviar, y la civilización ha desarrollado unos sentimientos que ustedes engañan sin cesar”.
Hace muchos
años ya, cuando tenía 15 años, leí una novela llamada Eugenia Grandet que encontré en la biblioteca de mi colegio. Era la
primera vez que leía a Balzac y, efectivamente, quedé prendada de su prosa desde
entonces. 15 años después habré leído unas 15 novelas suyas, y cada vez que
empiezo una nueva me brillan los ojitos. Y bien, justamente, ahora, a esta
edad, me he topado con La mujer de
treinta años para ver qué tenía que decir uno de mis autores favoritos al
respecto (el juego de números fue coincidencia: no suelo planear tan bien las
cosas).
Como hasta
hace poco tiempo inicié con este ejercicio de las reseñas para poner a prueba
mi memoria, no tengo mis impresiones sobre los libros anteriores de Balzac. Así
que veré cómo me va en este extraño intento por reseñar esta obra.
La comedia humana (Scartol, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons) |
👀💓 Si vas a leer el libro:
La mujer de treinta años es, como bien se imagina, una obra
en la que la protagonista es una mujer. En esta novela se evidencia que Balzac
tenía una gran intuición y conocimiento del sexo femenino y de sus más
profundos sentimientos, de lo cual hace gala tremendamente aquí, sobre todo en
cuanto al tema de la maternidad y el amor. También el lector se encuentra con
la lucha interna de la protagonista frente a las “leyes de la sociedad” y a las
“leyes internas”, pues Julie, la protagonista, pasa por diversas tragedias que
le llevan a cuestionarse su moralidad y su modo de actuar y de sentir en cada
etapa de su vida.
El manejo de
todas estas cuestiones es impecable, afirmación desde la cual recomiendo la
lectura para quienes tengan interés en lo ya mencionado. Y bien, para el lector
a quien le atraiga la tragedia también tendrá un buen ejemplar para
entretenerse.
Aunque debo
admitir que, entre lo que he leído de Balzac, no tiene un índice tan alto de
este componente como otras (diría que se lleva un 6/10). Puede que mi
percepción sea errada o yo no esté demasiado sensible estos días. Pero no puedo
dejar de admirar la fuerte carga emocional que expresa en los estados anímicos
de Julie y de Helene, elemento muy presente a lo largo de la obra y que la
permea de emocionalidad constantemente.
“¿Quiere usted que estos árboles produzcan su follaje sin la savia que los hace crecer? ¡El alma también tiene su savia! Y en mí, la savia se ha secado en sus fuentes”.
Me quedo
también con la impresión de que es una novela de alto contenido moral, pues
hace mucha referencia al deber y al honor, tanto a nivel personal como a nivel
social. Es cierto que Julie no tiene creencias religiosas, pero esto no
interfiere de ninguna manera con su sentido del deber ni con el estricto
cumplimiento de las leyes del mundo (a pesar de que estuvieran muy alejadas de
sus propias convicciones).
Eso, se
puede decir, está perfectamente plasmado hasta la primera parte del libro. Es
que mi mente dividió el libro en dos partes: la historia de Julie hasta sus 30
años, aproximadamente, y luego, la historia de Helene, su hija. Si bien en esta
segunda parte se entremezclan bastante las historias de estas dos mujeres, lo
cierto es que Julie pasa a un segundo plano. Pero la novela finaliza
centrándose nuevamente en ella.
Esto lo
traigo a colación porque todas aquellas virtudes con las que se adornaba a
Julie durante esta primera etapa de su vida se desdibujan un poco después. Cuando
el relato se centra en Helene, es fácil darse cuenta de que “algo” ha sucedido
con su madre, pues uno como lector puede llegar a calificar negativamente
muchas de las cosas que hizo para con su hija.
Pero es
momento de que el potencial lector juzgue por sí mismo, mientras me dirijo a
reseñar el libro para aquellos que sólo tengan curiosidad.
👾Si no vas a leer el libro:
El relato
inicia con un padre soltero y su joven hija, que acuden a una especie de
espectáculo antes de que Napoleón partiera a campaña. Allí, el padre se percata
de los sentimientos de su hija hacia el general d’Aiglemont, y le advierte de
que no era un buen hombre para ella. A pesar de sus advertencias, Julie contrae
matrimonio con él. Su padre muere poco tiempo después de este acontecimiento,
pero no se dan detalles al respecto.
Una vez
iniciada la vida matrimonial, Julie se da cuenta de que no era nada parecido a
lo que ella esperaba (un fenómeno similar al sucedido con Madame Bovary, lo cual relaté en la correspondiente reseña, sólo
que las dos mujeres tenían personalidades muy distintas), lo cual le generó una
enorme tristeza y desencanto por la vida en general:
“Una vez sola, por la noche, en la habitación a
donde me habían llevado con ceremonia, pensé en alguna travesura para intrigar
a Víctor; y mientras lo esperaba sentía en el corazón unas palpitaciones
semejantes a las que sufría antiguamente, durante el día solemne del 31 de
diciembre, cuando entraba a escondidas en el salón donde se amontonaban los
regalos. Cuando entró mi marido, y me buscó, la risa ahogada que dejé escapar
bajo las muselinas que me envolvían fue el último estallido de aquella dulce
alegría que animara nuestros juegos infantiles…”
Entonces la
vida de Julie cambió radicalmente, e inmediatamente se empezó a notar en su semblante
y en su comportamiento. Siendo una mujer hermosa y con gran aptitud para el
canto, no se relacionaba en sociedad ni acudía a bailes y a otro tipo de
entretenciones comunes en el París de esa época. Su marido no era ajeno a esto
y, así, pasó de amarla ardientemente a aburrirse de ella. No tardó en tener un
amorío con otra mujer, ni Julie tardó en darse cuenta.
Dado este
escenario, el siguiente momento importante de su vida es cuando se introduce al
relato la figura de Lord Grenville (quien era médico), personaje que estaba
enamorado de Madame d’Aiglemont desde hacía buen tiempo, pero nunca había sido
digno siquiera de una mirada suya. Este conoció a su marido debido a cuestiones
de política y, en un momento, decidió ofrecerle ayuda para curar a su mujer,
puesto que se atribuía que, según su comportamiento y su semblante, debía tener
una seria enfermedad. Julie también aceptó.
Reconozco que
en este punto esperaba encontrar, tal vez, algún cambio en la mentalidad de
Julie que la llevara a tener un amorío con Lord Grenville, pues a estas alturas
de la historia se notan los constantes dilemas morales que tiene la
protagonista frente a lo que la sociedad exige de la mujer en contraposición a
lo que ella misma quiere. Pero no fue así. Julie permaneció fiel a su
matrimonio (no se puede decir que haya sido fiel a su marido) sólo por el
influjo de las convenciones sociales. No pasó absolutamente nada entre ellos,
aunque ambos se profesaban un amor inmenso.
Así, al ver
el peligro que conllevaba el estar cerca de su amado, decidió separarse de él.
Le dijo que nunca más volviera a verla, pero que se llevara la seguridad de que
le sería fiel, pues ella no correspondía a su marido en ningún modo, esto a
pesar de que a los ojos de la sociedad se comportara como una buena mujer e,
incluso, gracias a ella su esposo hubiere llegado a alcanzar la fortuna que
tuvo. Ese mismo orgullo la llevó a salir a flote en ese momento.
“Entonces resolvió luchar con su rival, mostrarse
ante la sociedad, brillar en ella, fingir un amor por su marido que ya no podía
sentir, seducirlo; después, cuando lo hubiera sometido a su poder mediante
estos artificios, ser coqueta con él, tal como esas amantes caprichosas que se
complacen en torturar a sus enamorados. Aquel odioso manejo era el único
remedio posible para sus males. Así se haría dueña de sus sufrimientos, los
ordenaría a su gusto, y los haría más escasos subyugando a su marido, domándolo
bajo un despotismo terrible. No tuvo ya ningún remordimiento en imponerle una
vida difícil”.
En este
punto había, tal vez, alguna esperanza para Julie, quien, además, tuvo una hija
llamada Helene. Pero no tardó en deshacerse ese leve atisbo de felicidad. Hubo
un desgraciado acontecimiento en el que Lord Grenville, a pesar de la
advertencia de Julie, volvió a verla, y ese fue el último día de la vida de su
enamorado, pues este, por salvar su honor, se escondió fuera del tocador de
Julie y amaneció sin vida. Víctor nunca supo lo que sucedió. Y sí, durante
buena parte de la novela uno se hace a la idea de que es un hombre bastante
torpe.
Luego de la
muerte de su amor, Julie se aisló en una propiedad sola con su hija y su estado
de salud decayó nuevamente, por obvias razones. Considero este uno de los
momentos más importantes del relato, pues aquí Julie se cuestiona nuevamente su
moral y aquella extraña costumbre de seguir las leyes de la sociedad, pero,
adicionalmente, inicia su aversión hacia su propia hija, pues ella era
consciente de que uno de los motivos para no haber cedido a escaparse con
Grenville era su papel como madre. La vida de Julie se tiñe de negro.
“El grande, el verdadero dolor, sería pues un
mal lo bastante mortífero para abrazar a un tiempo el pasado, el presente y el
futuro, no dejar entera ninguna parte de la vida, desnaturalizar el pensamiento
para siempre, inscribirse inalterablemente en los labios y la frente, aflojar o
romper los resortes del placer, poniendo en el alma un principio de desagrado
por cualquier cosa de este mundo (…)
Aunque se sentía joven, la masa de sus días sin
gozo le caía sobre el alma, se la aplastaba, y la envejecía antes de tiempo. Con
un grito de desesperación, preguntaba al mundo qué le daba a cambio del amor
que la había ayudado a vivir y que había perdido”.
Aquí incluso
hay un relato de cómo un sacerdote trató de convencerla para convertirse a la
religión, sin éxito alguno al considerar que no había esperanza en un sujeto
como ella, a quien siempre se retrató como una mujer muy racional y objetiva,
consciente del destino y de la sociedad en la que se desenvolvía.
Durante esta
época conoció a otro hombre, tal vez su segundo amor, el diplomático
Vandenesse, quien estaba absolutamente asombrado de ella y la amó conociendo su
pasado, su constante sentimiento de culpa y esa viveza mental que poseía a
pesar de las circunstancias.
Según se
entiende, tuvo un hijo de Vandenesse. Aquí llega otro momento importante en la
novela, pues es cuando Balzac introduce a la historia la importancia de los
treinta años en una mujer. Destina varias hojas a hacer una descripción muy
precisa de esto, pero puedo resumirlo burdamente al decir que, en su concepto,
la mujer antes de los 30 es inocente e inexperta, y así tiene ciertos encantos
en correspondencia con esta etapa, en la que apenas vislumbra una mínima parte
de la vida. Mas una vez superada esta edad, se está ante una mujer que tiene
experiencia, que ya ha aprendido muchas cosas con el matrimonio, que ya no
idealiza, que ve la vida desde una perspectiva muy particular según lo vivido y
que tiene lo suficiente para formarse un concepto del mundo y de la vida, lo
cual la hace particularmente vivaz y complementa su belleza, esto a pesar del
paso de los años.
Aquí se ve
a una Julie feliz, plena y enamorada. Y aparece en escena Helene, una niña de
unos 7 años que, por el contrario, parece muy desdichada. Tiene un hermano al
que envidia debido a que su madre le prefiere (evidentemente, al ser hijo del
ser amado). Y en una salida al campo se presenta un acontecimiento que marcará
la vida de las dos mujeres: Helene empuja a su hermano menor y, sin intención,
le lanza por una pendiente y cae a un río, donde se ahoga y muere.
La historia
tiene entonces un vuelco y aquí se da más protagonismo a Helene. La aversión
que su madre tenía hacia ella se incrementó y, según parece, se volvió sumamente
fría y dura con ella. Es entonces cuando se ve desfigurado ese carácter tan
firme y tan correcto con el que se había presentado anteriormente, pues, si
bien el relato se paraliza durante varios años, solo queda al lector el trabajo
de deducción.
Es como si
sólo Julie hubiera vivido por norma y se hubiera dedicado (tal vez
inconscientemente) a odiar a su hija, pues su presencia le recordaba los peores
momentos de su vida. Y fue así como, debido al cruel trato prodigado por su
madre, Helene vivió en una terrible depresión y odiándose a sí misma. Viene una
época de alguna “normalidad” que no se relata, pero se entiende que Julie tuvo
tres hijos más con su esposo.
Se narra un
acontecimiento en el que un hombre joven entra a casa de la familia a pedir
asilo, esto luego de haber asesinado a un sujeto de renombre. Al enterarse (máximo
una hora después), Víctor se dispone a despedirlo inmediatamente de su casa,
pero Helene expresa su deseo de irse con él, pues esto sería al menos mejor que
la muerte que quería darse en ese momento. Y así sucedió, pues partió con él y
no lograron encontrarla, aunque Víctor se percató de que su madre había tenido
alguna extraña influencia en todo lo sucedido durante esa velada (no entraré en
detalles).
Años
después, debido a los extraños saltos que da la vida, Víctor se fue a recuperar
su fortuna (sí, la perdió, junto con la de su mujer) en viajes en barco hacia
Latinoamérica. En un intempestivo encuentro en el que casi muere a manos de la
tripulación de otro barco, se encuentra sorpresivamente con que el capitán de
este era el “raptor” de su hija Helene, quien le perdonó la vida y le llevó con
su hija, quien había viajado con él durante todos aquellos años y que, efectivamente,
tenía todos los lujos que cualquiera pudiera imaginar, además de felicidad y
cuatro preciosos hijitos.
Entonces aquí
el lector apresurado diría: “¡oh, pues al
menos alguien ha tenido un final feliz!” Pero recordemos que la historia
puede cambiar su tinte en una página, que fue lo que aquí sucedió. El barco
donde navegaban Helene y su familia naufragó, y sólo ella pudo escapar con un
hijo de brazos. Llegó en un terrible estado a una posada donde, también casualmente,
se encontró con su madre. Fue imposible salvarles y fue así como Julie vio
morir a Helene, su primera hija.
Pero las
desgracias para Julie no paran. Muere su esposo y otros dos hijos suyos,
quedándole sólo su hija menor, Moïna, a quien se pinta como una niña
mimada y voluntariosa. Siendo Moïna su única esperanza, esta le da
todo el dinero que posee para su dote y logra casarla con un hombre bien
acomodado.
Pero las
cosas no funcionan bien, y aquí se marca otra etapa fundamental en la vida de
Julie: su vejez. Con apenas cincuenta años, aparenta tener muchos más. Carga
con todos los pesares del pasado, con todas aquellas decisiones que no fueron
bien tomadas, con su afán por cumplir siempre las normas de la sociedad y
demás. Y ahora suma a su larga lista de penas el rechazo y los malos tratos de Moïna (que siempre los recibió con la cabeza baja, incapaz de corregirle o
llevarle la contraria en ningún aspecto, llegando incluso a temerle), además de
su preocupación al ver que su comportamiento no estaba siendo el adecuado para
una dama de su nivel (aparentemente, tenía un amorío justamente con un hijo de
M. de Vandenesse).
Y fue así
como, luego de una discusión con su hija, el impacto que esta tuvo sobre su
estado ya tan alterado le provocó la muerte. Creo que, después de todo este
hilo de angustias, se demoró bastante en ceder a su petición.
Balzac's statue in the Cimetière du Père-Lachaise (Coyau / Wikimedia Commons) |
Y me
despido con un fragmento de esta novela y que encaja perfectamente en la
mayoría de obras de Balzac (casi siempre al final se dan este tipo de
referencias):
© K. Sánchez (24/09/21)
¡Me encantó!
ResponderEliminar¡Qué alegría! 😍
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