Reseña de “La casa de las bellas durmientes”, de Yasunari Kawabata

Leí este libro el año pasado, pero le tenía alguna resistencia a hacer la reseña porque consideré que tenía mucho por decir. Tomé bastantes apuntes, saqué una que otra conclusión, releí algunas hojitas y discutí el libro con una persona con la que me agrada mucho hablar. Llevaba tiempo sin saborear una lectura de este modo, derritiéndome con ella, saboreándola y tratando de develar todo lo que traía entre líneas (a pesar de que me falta mucho bagaje para lograr ese cometido).

Entrando en materia, el libro que leí contiene una compilación de tres cuentos del autor: La casa de las bellas durmientes (1961), Un brazo (1964) y Sobre pájaros y animales (1933). Hay para todos los gustos 😋

💖Acerca de La casa de las bellas durmientes:

La casa de las bellas durmientes pone como escenario una posada a la cual acceden hombres con cierto grado de senilidad (entiéndase el término como incapacidad para mantener una relación sexual), esto con el objetivo de pasar la noche con muchachas jóvenes que habían sido previamente narcotizadas. Esto implicaría que en ningún momento se conocerían directamente, pues para ellas sería simplemente una noche de sueño profundo.

“Durante sus sesenta y siete años el viejo Eguchi había pasado noches ingratas con mujeres. De hecho, las noches ingratas eran las más difíciles de olvidar. Lo desagradable no tenía nada que ver con el aspecto de las mujeres, sino con sus tragedias, sus vidas frustradas. A su edad, no quería añadir al historial otro episodio semejante”.

Etty, William (1787-1849) Nude woman asleep.
Por su parte, eran los ancianos que allí acudían los que guardaban el peso de toda la experiencia. Eguchi, el protagonista, quien pasa cinco noches en esta casa, conforma toda la historia a partir de los recuerdos que evocó durante dichas horas, así como los sentimientos y sensaciones que le produjeron tales encuentros.

En este punto cabe resaltar que, si bien la misma temática del relato hace que se sobreentienda su carácter erótico, el manejo de estos elementos lo puedo calificar como muy fino y muy pulido; sin recaer en excesos desagradables logra manejar con mucha finura todos los detalles que da acerca de su experiencia a este respecto. No puedo calificarlos como simples divertimentos sino como adornos que dotan al contexto de mayor profundidad (lo digo con total certeza en comparación con la forma en la que autores como el Marqués de Sade o Guillaume Apollinaire han tratado el erotismo).

Este es el punto en el que entro a hablar de algunos detalles de la historia, aunque no voy a narrarlo linealmente ni a modo de resumen. Dentro de mis puntos básicos en la lectura encontré que lo que guarda mayor importancia para “sacarle el jugo” a este relato es tener en cuenta que todo está permeado por símbolos. Hay que recordar también que Kawabata lo escribió cuando contaba con 60 años.

Me fijo primero en las constantes referencias al movimiento del mar, pues, la posada parecía estar cerca de este. Cada una de las noches que pasa por aquí, Eguchi tiene presente el olor del mar o el sonido de las olas en correspondencia con el recuerdo o el sentimiento que esté evocando. La comparación me pareció, simplemente, brillante y hermosa. Me parece también fundamental el terciopelo carmesí con el que estaba rodeada la habitación, así como la iluminación que es bien descrita en cada una de las noches.

Segundo elemento básico (central): la representación de cada una de las jóvenes durante las cinco noches. Además de que cada una de las jóvenes le evoca un recuerdo en particular, me llevo la impresión de que cada una de ellas representaba una etapa específica de la vida, más allá del recuerdo que se va relatando. Por ese mismo motivo cambia radicalmente su emoción entre cada una de las jóvenes y su misma descripción física, así como lo que Eguchi expresaba que quería hacer a cada una: a algunas no las quería tocar, o lo hacía con gran veneración, mientras que otras le producían cierta ira e impulsos pasionales. Conectando la idea: percibo que es la manera en la que rememoraba cada uno de los escalones de su existencia.

Importante también la claridad de la relación entre el sexo, la vida y la muerte. Me llevo la idea, de acuerdo con las cavilaciones de Eguchi en relación con la juventud, la senilidad y la cercanía de la muerte y la manera en la que encuentra que muchos capítulos de su vida se encontraron marcados por la relación con el sexo opuesto, independientemente de lo simple del recuerdo. El hecho de haber recorrido un largo trecho de su vida y de estar cercano a la pérdida de su capacidad sexual le traía la sensación de que ya sólo estaría viviendo de sus memorias, como si la misma aptitud procreadora estuviera directamente implicada con la “fuerza vital”.

Supongo que tendrá estrecha relación con la relevancia de la figura patriarcal del hombre, que conserva su supremacía por el hecho de ser apto para reproducirse. Por lo tanto, me parece que llena totalmente de sentido el texto el hecho de que, justamente en este momento crítico para Eguchi, sea la imagen de la mujer la que le permita sumirse en sus reflexiones, y no sólo desde su perspectiva, sino haciendo algunos esfuerzos por pensar en los demás viejos que frecuentaban la casa:

“El viejo Kiga, que le había indicado la casa a Eguchi, no había revelado, naturalmente, los secretos de los otros huéspedes. Era probable que fuesen muy pocos. Eguchi podía imaginárselos como hombres socialmente prósperos. Pero entre ellos debía haber algunos que habían prosperado practicando el mal y que conservaban sus ganancias con malas acciones reiteradas. No serían hombres en paz con ellos mismos. Estarían entre los derrotados, o más bien entre las víctimas del terror. Mientras yacían contra la carne de muchachas desnudas que dormían un sueño provocado, en sus corazones habría algo más que temor a la muerte cercana y nostalgia de su juventud perdida. Podría haber también remordimiento, y la inquietud tan común en las familias de los prósperos. No tendrían ningún Buda ante quien arrodillarse. La muchacha desnuda no sabría nada, no abriría los ojos si uno de los ancianos la tomaba con fuerza en sus brazos, no derramaría lágrimas, no sollozaría ni siquiera gemiría. El anciano no necesitaría sentir vergüenza, su orgullo permanecería intacto. Los remordimientos y la tristeza podrían fluir libremente. ¿Y acaso no podría ser la propia «bella durmiente» una especie de Buda? Era de carne y hueso, y su piel joven y su fragancia podían significar el perdón para los tristes ancianos”.

Y justo en relación con las contraposiciones del relato, la última noche tiene una que me parece de gran importancia, pues el protagonista pasa la noche con dos mujeres, una de las cuales muere en algún momento de la madrugada, mientras este dormía. Encuentro aquí retratadas a la vida y a la muerte (teniendo muy en cuenta la manera en la que describía a cada una, también).

Ahora, justo hablando sobre la vida, la muerte y el recuerdo, llamo también la atención sobre el medicamento que se dejaba a disposición de los ancianos para que consumieran cuando desearen conciliar el sueño. Este, obviamente, también estaba a disposición de Eguchi, pero él siempre tuvo la curiosidad de tomar aquel que se les administraba a las “bellas durmientes”: él también quería entrar en ese sueño profundo, en ese sueño de muerte en el que entraban ellas.

💪Acerca de Un brazo:

Recordé inmediatamente a Kobo Abe cuando leí el primer párrafo, así como cuando en Encuentros secretos se iniciaba el texto mencionando al caballo (“Ahora, no me importa que después supriman este preámbulo en el caso de que les parezca innecesario. Dejo la decisión en manos del caballo”):

—Puedo dejarte uno de mis brazos para esta noche —dijo la muchacha. Se quitó el brazo derecho desde el hombro y, con la mano izquierda, lo colocó sobre mi rodilla.

—Gracias —me miré la rodilla. El calor del brazo la penetraba.

—Pondré el anillo. Para recordarte que es mío —sonrió y levantó el brazo izquierdo a la altura de mi pecho—. Por favor —con un solo brazo era difícil para ella quitarse el anillo”.

Así que otra vez estaba ante una vanguardia bien traída de los cabellos, en la que, aparentemente, los humanos podían desarmarse y sus partes tenían vida propia (esa autonomía de los miembros del cuerpo me recordó a “La política del cuerpo”, de Clive Barker):

“—Permíteme que encienda la luz —una extraña observación, viniendo del brazo —. Aún no conocía tu habitación.

—Gracias. Me causará una gran satisfacción. Hasta ahora nadie más que yo ha encendido las luces aquí”.

Tengo que admitir que mi fuerte no son las vanguardias y me ha costado trabajo llegar a una conclusión seria de este cuento, porque no la encontré, en realidad. Siento también que es una especie de divagación acerca de los viejos tiempos y alguna interferencia que siempre hay con el sexo femenino (y viendo que este relato fue fabricado después del anterior, más o menos cuando el autor contaba con 64 años). Y le encontré ciertos tintes de erotismo enmascarados.

Podría pensar que sólo se trató de un sueño (o puede ser una de las posibles interpretaciones) o de una alucinación, pues en algunos momentos se hizo referencia a una extraña niebla de color violeta pálido. No me atrevo, por el momento, a hacer más asociaciones.

🐦Acerca de Sobre pájaros y animales:

No comprendo el motivo por el cual el editor adicionó aquí este escrito. Además de que fue escrito en tiempos anteriores a los otros dos, cuando Kawabata contaba con poco más de 30 años, y si bien encuentro elementos comunes con los escritos anteriores, hay una diferencia notoria en cuanto a la temática y su desarrollo. No podría haber adivinado que fueran del mismo autor.

Este relato es un tanto cruel. Muestra a un protagonista con algún tipo de desequilibrio mental que expresaba plenamente en su relación con los animales, especialmente con los pájaros. Algún tipo de obsesión le llevaba a ser casi un coleccionista de estos, y se maravillaba observando cómo transcurría la vida entre ellos y cómo enfrentaban las “situaciones de la vida”. Parecía un sujeto muy observador e inteligente, pero tenía algunos momentos en los que cierta ansiedad le consumía y cambiaban del todo sus percepciones, radicalmente. Y también sorprendente era que el trance entre uno y otro momento podía durar segundos, solamente.

Trasciende aquí también la figura de una mujer, a quien, aparentemente, siempre quiso. Tanto la quiso que trató de suicidarse con ella. Es bella la conexión que hace de este tema desde el principio y sólo hasta el final del texto, porque se puede decir que los recuerdos acerca de los pájaros y los animales fueron sólo una forma para mostrar qué sujeto era el que nos encontraba al final de la historia.

© K. Sánchez (21/01/22)

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